Isaías 38:9-21
Isaías 38:9-21 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Después de su enfermedad y recuperación, Ezequías, rey de Judá, escribió: «Yo decía: “¿En la plenitud de mi vida, debo pasar por las puertas de la muerte y ser privado del resto de mis días?”. Yo decía: “Ya no veré más al SEÑOR en esta tierra de los vivientes; ya no contemplaré más a los seres humanos, a los que habitan este mundo”. Me quitaron mi casa, me la arrebataron, como si fuera la tienda de campaña de un pastor. Como un tejedor enrollé mi vida y él me la arrancó del telar. ¡De la noche a la mañana acabó conmigo! Pacientemente esperé hasta la aurora, pero él, como león, me quebró todos los huesos. ¡De la noche a la mañana acabó conmigo! Chillé como golondrina, como grulla; gemí como paloma. Mis ojos se cansaron de mirar al cielo. ¡Angustiado estoy, Señor! ¡Acude en mi ayuda! »Pero ¿qué puedo decir? Él mismo me lo anunció y así lo ha hecho. Toda mi vida andaré humildemente, por causa de la amargura de mi alma. Señor, por tales cosas viven los hombres y también mi espíritu encuentra vida en ellas. Tú me devolviste la salud y me diste vida. Sin duda, fue para mi bien pasar por tal angustia. Con tu amor me guardaste de la fosa destructora, y les diste la espalda a todos mis pecados. El sepulcro nada te agradece; la muerte no te alaba. Los que descienden a la fosa nada esperan de tu fidelidad. Los que viven y solo los que viven, son los que te alaban, como hoy te alabo yo. Los padres hablarán a sus hijos de tu fidelidad. »El SEÑOR me salvará, y en el Templo del SEÑOR todos los días de nuestra vida cantaremos con instrumentos de cuerda». Isaías había dicho: «Preparen una pasta de higos, aplíquensela en la llaga y él se recuperará».
Isaías 38:1-22 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
En esos días, el rey Ezequías se enfermó gravemente y estaba por morir. El profeta Isaías fue a visitarlo y le dijo: «Dios dice que vas a morir, así que arregla todos tus asuntos familiares más importantes». Entonces Ezequías volvió su cara hacia la pared y oró a Dios así: «Dios mío, no te olvides de que yo siempre he sido sincero contigo, y te he agradado en todo». Luego Ezequías lloró con mucha tristeza. El profeta Isaías salió, y ordenó que le pusieran al rey Ezequías una pasta de higos en la herida para que sanara. Luego el rey preguntó: «¿Cómo puedo estar seguro de que voy a sanar, y que podré ir al templo de mi Dios?» Dios le dijo a Isaías: «Vuelve y dile al rey Ezequías, que yo, el Dios de su antepasado David, he escuchado su oración y he visto sus lágrimas. Dile que lo sanaré, y que voy a darle quince años más de vida. Yo salvaré a Ezequías y a Jerusalén del poder del rey de Asiria. Dile además que, como prueba de que cumpliré mi promesa, le daré esta señal: la sombra del reloj del rey Ahaz va a retroceder diez grados». Todo sucedió como Dios dijo. Luego de recuperarse de su enfermedad, el rey Ezequías escribió lo siguiente: «Yo pensé que iba a morirme justo cuando estaba viviendo los mejores años de mi vida. Pensé que aquí en la tierra no volvería a ver a nadie, y que tampoco vería a mi Dios. Desbarataron mi casa, y me deprimí bastante; ¡perdí las ganas de vivir! »Todo esto pasó de un día para otro, pero esperé con paciencia a que saliera el sol. Me sentía derrotado, como si un león me hubiera atacado. Chillé como golondrina, ¡me quejé como paloma! Me cansé de mirar al cielo y gritar: “¡Dios mío, estoy angustiado! ¡Dios mío, ven en mi ayuda!” »Era tanta mi amargura que ya ni dormir podía. Pero no podía quejarme porque tú, mi Dios, ya me lo habías anunciado, y cumpliste tu palabra. »Tú, mi Dios, me devolviste la salud y me diste nueva vida. Tus enseñanzas son buenas, porque dan vida y salud. Sin duda fue para mi bien pasar por tantos sufrimientos. Por tu amor me salvaste de la muerte, y perdonaste todos mis pecados. »Los que han muerto ya no pueden alabarte, ni confiar en tu fidelidad; en cambio, los que aún viven pueden alabarte como te alabo yo. También nuestros hijos y nuestros nietos podrán hablar de tu fidelidad. »Dios mío, tú me salvarás, y en tu templo te alabaremos con música de arpas todos los días de nuestra vida».
Isaías 38:9-21 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Esto es lo que escribió Ezequías, rey de Judá, cuando cayó enfermo y sanó de su enfermedad: «Yo creía que a la mitad de mis días bajaría a las puertas del sepulcro, y que no viviría el resto de mis años. Yo creía que ya no vería al Señor en la tierra de los vivientes; que ya no volvería a ver a los que habitan este mundo; que mi casa había sido removida, como cuando se levanta la tienda de un pastor. ¡Como un tejedor, recorté mi vida, y Dios me la acortó con la enfermedad! ¡En un solo día acabó conmigo! Esperé hasta el amanecer, pero con la furia de un león él me molió todos los huesos; ¡en un solo día acabó conmigo! »Yo me quejaba como una grulla; gemía como una golondrina; levantaba los ojos al cielo, como una paloma: “Señor, soy víctima de la violencia; ¡dame fuerzas!” ¿Y qué puedo decir, si esto lo ha hecho el mismo que me lo dijo? Toda mi vida andaré humildemente, por causa de la amargura que siento en el alma. »Señor, todo esto nos hace vivir, y en todo esto halla vida mi espíritu: ¡tú me restablecerás y me prolongarás la vida! ¡Mira la gran amargura que me sobrevino cuando yo vivía en paz! Pero a ti te agradó librarme de la corrupción del sepulcro, porque les diste la espalda a todos mis pecados. Y es que el reino de la muerte no te exalta, ni te alaba la muerte; tampoco los que bajan al sepulcro esperan tu verdad. Solo te alaban los que viven, como hoy vivo yo. Esta verdad la enseñarán los padres a sus hijos. ¡El Señor me salvará! ¡Por eso todos los días de nuestra vida elevaremos nuestros cánticos en la casa del Señor!» Antes Isaías había dicho: «Hagan una pasta de higos, y póngansela en la llaga; así sanará.»
Isaías 38:9-21 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Escritura de Ezequías rey de Judá, de cuando enfermó y sanó de su enfermedad: Yo dije: A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años. Dije: No veré a JAH, a JAH en la tierra de los vivientes; ya no veré más hombre con los moradores del mundo. Mi morada ha sido movida y traspasada de mí, como tienda de pastor. Como tejedor corté mi vida; me cortará con la enfermedad; me consumirás entre el día y la noche. Contaba yo hasta la mañana. Como un león molió todos mis huesos; de la mañana a la noche me acabarás. Como la grulla y como la golondrina me quejaba; gemía como la paloma; alzaba en alto mis ojos. Jehová, violencia padezco; fortaléceme. ¿Qué diré? El que me lo dijo, él mismo lo ha hecho. Andaré humildemente todos mis años, a causa de aquella amargura de mi alma. Oh Señor, por todas estas cosas los hombres vivirán, y en todas ellas está la vida de mi espíritu; pues tú me restablecerás, y harás que viva. He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados. Porque el Seol no te exaltará, ni te alabará la muerte; ni los que descienden al sepulcro esperarán tu verdad. El que vive, el que vive, este te dará alabanza, como yo hoy; el padre hará notoria tu verdad a los hijos. Jehová me salvará; por tanto cantaremos nuestros cánticos en la casa de Jehová todos los días de nuestra vida. Y había dicho Isaías: Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga, y sanará.
Isaías 38:6-21 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Isaías mandó hacer una pasta de higos para que se la aplicaran al rey en la parte enferma, y el rey se curó.
Isaías 38:9-21 La Biblia de las Américas (LBLA)
Escritura de Ezequías, rey de Judá, cuando enfermó y sanó de su enfermedad. Yo dije: A la mitad de mis días he de entrar por las puertas del Seol; se me priva del resto de mis años. Dije: No veré al SEÑOR, al SEÑOR en la tierra de los vivientes; no veré más hombre alguno entre los habitantes del mundo. Como tienda de pastor, mi morada es arrancada y alejada de mí; como tejedor enrollé mi vida. Del telar, Él me cortó; del día a la noche acabas conmigo. Sosegué mi alma hasta la mañana. Como león, Él rompe todos mis huesos; del día a la noche, acabas conmigo. Como golondrina, como grulla, así me quejo, gimo como una paloma; mis ojos miran ansiosamente a las alturas. Oh Señor, estoy oprimido, sé tú mi ayudador. ¶¿Qué diré? Pues Él me ha hablado y Él mismo lo ha hecho. Andaré errante todos mis años a causa de la amargura de mi alma. Oh Señor, por estas cosas viven los hombres, y en todas ellas está la vida de mi espíritu. Restabléceme la salud y haz que viva. He aquí, por mi bienestar tuve gran amargura; eres tú quien ha guardado mi alma del abismo de la nada, porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados. Pues el Seol no te expresa gratitud, ni la muerte te alaba. Los que descienden a la fosa no pueden esperar tu fidelidad. El que vive, el que vive es el que te da gracias, como yo lo hago hoy. El padre cuenta a sus hijos tu fidelidad. El SEÑOR me salvará; y tocaremos mis canciones en instrumentos de cuerda todos los días de nuestra vida en la casa del SEÑOR. E Isaías había dicho: Que tomen una masa de higos y la pongan en la llaga para que se recupere.
Isaías 38:9-21 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Cuando el rey Ezequías se recuperó, escribió el siguiente poema: Yo dije: «¿En la flor de mi vida tengo que entrar en el lugar de los muertos? ¿Acaso seré privado del resto de mis años?». Dije: «Nunca más veré al SEÑOR DIOS en la tierra de los vivos. Nunca más veré a mis amigos ni estaré con los que viven en este mundo. Se me voló la vida como la carpa de un pastor en medio de una tormenta. Fue cortada, como cuando el tejedor corta la tela del telar. De repente, mi vida se había acabado. Esperé con paciencia toda la noche, pero me sentía como si unos leones me estuvieran despedazando. De repente, mi vida se había acabado. En mi delirio, gorjeaba como una golondrina o una grulla, y después gemía como una paloma torcaza. Se me cansaban los ojos de mirar al cielo en busca de ayuda. Estoy en apuros, Señor. ¡Ayúdame!». Pero ¿qué podía decir? Pues él mismo envió esta enfermedad. Ahora caminaré con humildad durante el resto de mis años a causa de esta angustia que he sentido. Señor, tu disciplina es buena, porque lleva a la vida y a la salud. ¡Tú restauras mi salud y me permites vivir! Sí, esta angustia ha sido buena para mí, porque me has rescatado de la muerte y has perdonado todos mis pecados. Pues los muertos no pueden alabarte; no pueden levantar la voz en alabanza. Los que bajan a la tumba ya no pueden esperar en tu fidelidad. Solo los vivos pueden alabarte como yo lo hago hoy. Cada generación le habla de tu fidelidad a la siguiente. Imagínense: el SEÑOR está dispuesto a sanarme. Cantaré sus alabanzas con instrumentos todos los días de mi vida en el templo del SEÑOR. Isaías les había dicho a los siervos de Ezequías: «Preparen un ungüento de higos y úntenlo sobre la llaga, y Ezequías se recuperará».