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Jueces 5:1-31

Jueces 5:1-31 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Aquel día Débora y Barac, hijo de Abinoán, entonaron este canto: «Cuando los príncipes de Israel toman el mando, cuando el pueblo se ofrece voluntariamente, ¡bendito sea el SEÑOR! »¡Oigan, reyes! ¡Escuchen, gobernantes! Yo cantaré, cantaré al SEÑOR; tocaré música al SEÑOR, el Dios de Israel. »Oh SEÑOR, cuando saliste de Seír, cuando marchaste desde los campos de Edom, tembló la tierra, fluyeron los cielos, las nubes derramaron agua. Temblaron las montañas al ver al SEÑOR, el Dios del Sinaí; al ver al SEÑOR, el Dios de Israel. »En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Jael, los viajeros abandonaron los caminos y se fueron por sendas torcidas. Los campesinos de Israel desaparecieron; desaparecieron hasta que yo me levanté. ¡Yo, Débora, me levanté como una madre en Israel! Dios eligió nuevos líderes, cuando la guerra llegó a las puertas de la ciudad, pero no se veía ni un escudo ni una lanza entre cuarenta mil hombres de Israel. Mi corazón está con los príncipes de Israel, con los voluntarios del pueblo. ¡Bendito sea el SEÑOR! »Ustedes, los que montan asnas blancas y se sientan sobre tapices, y ustedes, los que andan por el camino, consideren la voz de los que cantan en los abrevaderos, donde relatan los actos de justicia del SEÑOR, los actos de justicia para con sus campesinos en Israel. »Entonces el pueblo del SEÑOR descendió a las puertas de la ciudad. ¡Despierta, despierta, Débora! ¡Despierta, despierta, y entona una canción! ¡Levántate, Barac! Lleva cautivos a tus prisioneros, hijo de Abinoán. »Los sobrevivientes descendieron con los nobles; el pueblo del SEÑOR vino a mí con los valientes. Algunos venían de Efraín, cuyas raíces estaban en Amalec; Benjamín estaba con el pueblo que te seguía. Desde Maquir bajaron capitanes; desde Zabulón, los que llevan el bastón de mando. Con Débora estaban los príncipes de Isacar; Isacar estaba con Barac, y tras él se lanzó hasta el valle. En los distritos de Rubén hay grandes resoluciones. ¿Por qué permaneciste entre los corrales escuchando los silbidos para llamar a los rebaños? En los distritos de Rubén hay grandes titubeos. Galaad habitó más allá del Jordán. Y Dan, ¿por qué se quedó junto a los barcos? Aser se quedó en la costa del mar; permaneció en sus ensenadas. El pueblo de Zabulón arriesgó la vida, como hizo Neftalí en las alturas del campo. »Los reyes llegaron y pelearon; entonces los reyes de Canaán lucharon en Tanac, junto a las aguas de Meguido, pero no se llevaron botín de plata. Desde los cielos lucharon las estrellas, desde sus senderos lucharon contra Sísara. El torrente Quisón los arrastró; el torrente antiguo, el torrente Quisón. ¡Marcha, alma mía, con vigor! Resonaron entonces los cascos equinos; ¡galopan, galopan sus briosos corceles! “Maldice a Meroz —dijo el ángel del SEÑOR—. Maldice a sus habitantes con dureza, porque no vinieron en ayuda del SEÑOR, en ayuda del SEÑOR y de sus valientes”. »¡Sea Jael, esposa de Héber el quenita, la más bendita entre las mujeres, la más bendita entre las mujeres que habitan en tiendas de campaña! Sísara pidió agua, Jael le dio leche; en taza de nobles le ofreció natas. Su mano izquierda tomó la estaca; su mano derecha, el mazo de trabajo. Golpeó a Sísara, le machacó la cabeza y lo remató atravesándole las sienes. A los pies de ella se desplomó; allí cayó y quedó tendido. Cayó desplomado a sus pies; allí donde cayó, quedó muerto. »Por la ventana se asoma la madre de Sísara; tras la celosía clama a gritos: “¿Por qué se demora su carro en venir? ¿Por qué se atrasa el estruendo de sus carros?”. Las más sabias de sus damas le responden, y ella se repite a sí misma: “Seguramente se están repartiendo el botín arrebatado al enemigo: una muchacha o dos para cada guerrero; telas de colores como botín para Sísara; una tela, dos telas, de colores bordadas para mi cuello. ¡Todo esto como botín!”. »¡Así perezcan todos tus enemigos, oh SEÑOR! Pero los que te aman sean como el sol cuando sale en todo su esplendor». Entonces el país tuvo paz durante cuarenta años.

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Jueces 5:1-31 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Aquel día Débora y Barac cantaron esta canción: «¡Den gracias a Dios, jefes israelitas! ¡Den gracias a Dios todos ustedes, pues se dispusieron a luchar por él! »¡Préstenme atención reyes y gobernantes! Mi canto y mi música son para el verdadero Dios, el Dios de Israel. »Cuando tú, mi Dios, te fuiste de Seír, cuando te marchaste de los campos de Edom, la tierra tembló, el cielo se estremeció, y las nubes dejaron caer su lluvia. El monte Sinaí y todas las montañas temblaron ante el Dios de Israel. »En la época de Samgar y de Jael, eran muy peligrosos los caminos, la gente andaba por veredas angostas; los campesinos no podían cultivar sus tierras. Entonces yo, Débora, me levanté para defender a Israel, como defiende una madre a sus hijos. »Dios mío, cuando nos enviaste la guerra por haber adorado a otros dioses, de entre cuarenta mil soldados no se levantó ningún valiente. »Te doy gracias, Dios mío, y felicito a los jefes de Israel, a los pocos valientes que se ofrecieron a luchar. »¡Canten victoria todos ustedes, los pobres y los ricos de Israel! ¡En todo rincón de la ciudad el pueblo celebra los triunfos de Dios, y las victorias de su pueblo Israel! »¡Arriba, Débora, vamos! ¡Canta una canción! ¡Vamos, Barac hijo de Abinóam! ¡Encierra a tus prisioneros! »Los jefes israelitas bajaron, y se unieron al pueblo de Dios para luchar contra el poderoso enemigo. De la tierra de los amalecitas bajaron los de Efraín; detrás de ti, Débora, marcharon los de Benjamín. Se te unieron los jefes de Maquir, y los gobernantes de Zabulón. Los jefes de Isacar te acompañaron, y apoyaron a Barac en la batalla del valle. Pero los de la tribu de Rubén prefirieron quedarse a cuidar las ovejas, que acompañarte a la batalla. Las tribus al otro lado del Jordán se quedaron en sus tierras de Galaad. Los de Dan y de Aser se quedaron en los puertos, cuidando sus barcos. Pero los de Zabulón y Neftalí arriesgaron sus vidas en los campos de batalla. »Luego, en Taanac, junto al arroyo Meguido, vinieron a pelear los reyes cananeos. Pero volvieron con las manos vacías. ¡Hasta las estrellas del cielo lucharon contra Sísara! El antiguo arroyo de Quisón barrió con todos nuestros enemigos. »¡Adelante, siempre adelante! ¡Yo, Débora, marcharé con poder! »Los caballos de Sísara salieron a galope tendido; ¡sus cascos retumbaban como relámpagos! Y anunció el ángel de Dios: “¡Que Dios castigue a los habitantes de Meroz! Porque no vinieron a ayudar al ejército de Dios, ¡no quisieron luchar por él!” »¡Bendita seas Jael, esposa de Héber el quenita! ¡Bendita entre todas las mujeres de Israel! Sísara te pidió agua y tú le diste leche para hacerlo caer en un sueño profundo. Con una mano tomaste una estaca, y con la otra, un martillo. De un golpe le aplastaste la cabeza. Sísara se desplomó entre tus piernas. ¡Quedó tendido en el piso! »La madre de Sísara, afligida, se asoma por la ventana y pregunta: “¿Por qué tarda tanto mi hijo? ¿Por qué no se oyen sus caballos?” Las sirvientas más sabias le responden; y ella misma se repite estas palabras: “Seguramente se están repartiendo lo que ganaron en la guerra: Una o dos mujeres para cada capitán, telas de muchos colores para Sísara, uno o dos pañuelos bordados en colores para adornarse el cuello…”. »Y Débora y Barac terminaron su canto así: ¡Dios mío, que sean destruidos tus enemigos, pero que tus amigos brillen como el sol de mediodía!»

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Jueces 5:1-31 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Aquel día Débora y Barac hijo de Abinoán, celebraron así su victoria: «¡Alabemos al Señor! ¡Los caudillos de Israel encabezaron al pueblo, y el pueblo libremente se dispuso a luchar! »Ustedes, reyes y príncipes, escuchen bien lo que voy a decir: ¡Yo quiero, sí, yo quiero cantarle al Señor! ¡Quiero cantarle salmos al Señor y Dios de Israel! »Cuando tú, Señor, saliste de Seír, cuando avanzaste desde los campos de Edom, la tierra se estremeció; las nubes en los cielos se llenaron de lluvia; ¡en tu presencia, Señor y Dios de Israel, temblaron los montes como el Sinaí! »En los días de Samgar hijo de Anat, que fueron los días de Yael, los caminos se quedaron abandonados, los viajeros se apartaron por atajos escabrosos, los poblados israelitas quedaron abandonados, hasta que yo, Débora, me llené de valor y como madre me puse al frente de Israel. »Los israelitas escogieron nuevos dioses; la guerra estaba a las puertas de la ciudad, pero no había un solo escudo, ni una lanza, entre los cuarenta mil hombres de Israel. Mi corazón está con ustedes, jefes de Israel, porque libremente se dispusieron a luchar. »¡Alabemos al Señor! »¡Proclamen esto, ustedes, los jefes que montan asnas blancas y en sillas tapizadas recorren los caminos! ¡Anuncien los triunfos del Señor, obtenidos en las aldeas de Israel! ¡Díganlo a voz en cuello en los abrevaderos, entre la gente que da de beber a los guerreros! ¡El ejército del Señor avanza hacia las puertas! »¡Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta y canta! ¡Tu deber es cantar! Y tú, Barac hijo de Abinoán, ¡levántate y llévate a tus cautivos! »Y el resto de los nobles se puso en marcha; el pueblo del Señor avanzó en pos de mí para luchar contra los poderosos. De Efraín vinieron los habitantes de Amalec; a ti, Benjamín, te siguieron tus guerreros; de Maquir acudieron sus príncipes, y de Zabulón vinieron sus gobernantes. Los caudillos de Isacar estaban con Débora, y bajaron al valle para apoyar a Barac. Entre las familias de Rubén se hallaban hombres de corazón resuelto. »Y tú, ¿por qué te quedaste en los rediles, escuchando los balidos del rebaño, si entre las familias de Rubén hay hombres de corazón resuelto? »Galaad se quedó al otro lado del Jordán, y Dan se mantuvo al lado de las naves. Aser se quedó tranquilo en la playa, y no se apartó de sus puertos. Pero el ejército de Zabulón y Neftalí arriesgó su vida luchando en los altos montes. »Fueron muchos los reyes que vinieron a pelear: A Tanac, junto a las aguas de Meguido, vinieron y pelearon los reyes de Canaán, pero no lograron llevarse ningún tesoro. Desde los cielos pelearon las estrellas; ¡desde sus órbitas pelearon contra Sísara! ¡Se los llevó el caudaloso torrente! ¡Sí, el antiguo torrente Cisón los arrastró! »¡Alma mía, sigue adelante con poder! »Resonaron entonces los cascos de los corceles, que golpeaban el suelo a galope tendido. Y el ángel del Señor exclamó: “¡Maldigan a Meroz, sí, maldíganlo! ¡Maldigan con dureza a sus habitantes por no acudir al llamado del Señor ni acudir en ayuda de sus valientes!” »¡Bendita sea sobre todas las mujeres Yael, la mujer de Jéber el quenita! ¡Bendita sea en su casa sobre todas las mujeres! Sísara pidió agua, y ella le dio leche; le dio crema en tazón de nobles. Con una mano tomó la estaca, y con la otra el mazo de trabajo, y golpeó a Sísara en la cabeza; ¡de un golpe le atravesó las sienes! Sísara cayó encorvado, y quedó tendido; ¡cayó fulminado a los pies de Yael! ¡Allí donde se encorvó, allí se quedó! »La madre de Sísara se asomaba a la ventana; su voz podía escucharse entre las celosías: “¿Por qué tarda tanto el carro de mi hijo? ¿Por qué no se oyen las ruedas de sus carros?” Con mucho tacto, sus damas respondían, y aun ella trataba de convencerse: “Seguramente estarán repartiéndose el botín. Una o dos doncellas para cada soldado; para Sísara, las vestiduras bordadas de colores; para los jefes de los que tomaron el botín, las telas bordadas por ambos lados.” »¡Así perezcan, Señor, todos tus enemigos! ¡Y que los que te aman irradien luz, como el sol cuando sale en todo su esplendor!»

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Jueces 5:1-31 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Aquel día, Débora y Barac, hijo de Abinoán, cantaron así: «Alaben todos al Señor, porque aún hay en Israel hombres dispuestos a pelear; porque aún hay entre el pueblo hombres que responden al llamado de la guerra. ¡Escúchenme, ustedes los reyes! ¡Óiganme, ustedes los gobernantes! ¡Voy a cantarle al Señor!, ¡voy a cantar al Dios de Israel! »Cuando tú, Señor, saliste de Seír; cuando te fuiste de los campos de Edom, tembló la tierra, se estremeció el cielo, las nubes derramaron su lluvia. Delante de ti, Señor, delante de ti, Dios de Israel, temblaron los montes, tembló el Sinaí. En los tiempos de Samgar, hijo de Anat, y en los tiempos de Jael, los viajeros abandonaron los caminos y anduvieron por senderos escabrosos; las aldeas de Israel quedaron del todo abandonadas. Fue entonces cuando yo me levanté, ¡yo, Débora, una madre de Israel! »No faltó quien se escogiera nuevos dioses mientras se luchaba a las puertas de la ciudad, pero no se veía un escudo ni una lanza entre cuarenta mil israelitas. »¡Yo doy mi corazón por los altos jefes de Israel, por la gente de mi pueblo que respondió al llamado de la guerra! ¡Alaben todos al Señor! »Díganlo ustedes, los que montan asnas pardas; y ustedes, los que se sientan en tapetes; también ustedes, los viajeros: ¡allá, entre los abrevaderos, y al son de sonoros platillos, proclamen las victorias del Señor, las victorias de sus aldeas en Israel! »¡Despierta, Débora, despierta, despierta y entona una canción! ¡Y tú, Barac, hijo de Abinoán, levántate y llévate a tus prisioneros! »Entonces bajaron los israelitas a luchar contra los poderosos; bajaron por mí las tropas del Señor a luchar contra los hombres de guerra. Algunos hombres de Efraín bajaron al valle, y tras ellos fueron las tropas de Benjamín. De los de Maquir, bajaron sus jefes, y de los de Zabulón, sus gobernantes. También acompañaron a Débora los jefes de Isacar; Isacar fue el apoyo de Barac, pues se lanzó tras él al valle. »Si en los escuadrones de Rubén hay grandes hombres de corazón resuelto, ¿por qué se quedaron entre los rediles, oyendo a los pastores llamar a sus ovejas? ¡En los escuadrones de Rubén hay grandes hombres de corazón miedoso! »Galaad se quedó acampando al otro lado del río Jordán; Dan se quedó junto a los barcos, y Aser se quedó en la costa y no se movió de sus puertos; pero en las alturas de los campos, Zabulón y Neftalí arriesgaron la vida. »Entonces los reyes vinieron a Taanac, junto a las aguas de Meguido; los reyes cananeos vinieron en plan de guerra, pero no obtuvieron plata ni riquezas. Desde el cielo, desde sus órbitas, las estrellas lucharon contra Sísara; el arroyo, el arroyo antiguo, el arroyo de Quisón los barrió a todos ellos. ¡Tú aplastarás la garganta de los poderosos! »¡Resuenan los cascos de los caballos! ¡Galopan, galopan los briosos corceles! Y el ángel del Señor anuncia: “¡Que caiga una dura maldición sobre Meroz y sus habitantes!” Pues no acudieron, como los valientes, en ayuda del Señor. »¡Bendita sea entre las mujeres Jael, la esposa de Héber el quenita! ¡Bendita sea entre las mujeres del campamento! Agua pidió Sísara; leche le dio Jael. ¡Crema le dio en un tazón especial! Mientras tanto, tomó la estaca con la izquierda y el mazo de trabajo con la derecha, y dando a Sísara un golpe en la cabeza le rompió y atravesó las sienes. Sísara se retorcía a los pies de Jael; retorciéndose de dolor cayó al suelo, y allí donde cayó, allí quedó muerto. »La madre de Sísara, afligida, se asoma a la ventana y dice: “¿Por qué tarda tanto en llegar su carro? ¿Por qué se retrasa su carro de guerra?” Algunas damas sabihondas le responden, y aun ella misma se repite: “Seguramente se están repartiendo lo que ganaron en la guerra. Una esclava, y aun dos, para cada guerrero; para Sísara las telas de colores: una tela, y aun dos, bordadas de varios colores, para el cuello del vencedor.” »¡Que así sean destruidos, Señor, todos tus enemigos, y que brillen los que te aman, como el sol en todo su esplendor!»

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Jueces 5:1-31 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Aquel día cantó Débora con Barac hijo de Abinoam, diciendo: Por haberse puesto al frente los caudillos en Israel, Por haberse ofrecido voluntariamente el pueblo, Load a Jehová. Oíd, reyes; escuchad, oh príncipes; Yo cantaré a Jehová, Cantaré salmos a Jehová, el Dios de Israel. Cuando saliste de Seir, oh Jehová, Cuando te marchaste de los campos de Edom, La tierra tembló, y los cielos destilaron, Y las nubes gotearon aguas. Los montes temblaron delante de Jehová, Aquel Sinaí, delante de Jehová Dios de Israel. En los días de Samgar hijo de Anat, En los días de Jael, quedaron abandonados los caminos, Y los que andaban por las sendas se apartaban por senderos torcidos. Las aldeas quedaron abandonadas en Israel, habían decaído, Hasta que yo Débora me levanté, Me levanté como madre en Israel. Cuando escogían nuevos dioses, La guerra estaba a las puertas; ¿Se veía escudo o lanza Entre cuarenta mil en Israel? Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel, Para los que voluntariamente os ofrecisteis entre el pueblo. Load a Jehová. Vosotros los que cabalgáis en asnas blancas, Los que presidís en juicio, Y vosotros los que viajáis, hablad. Lejos del ruido de los arqueros, en los abrevaderos, Allí repetirán los triunfos de Jehová, Los triunfos de sus aldeas en Israel; Entonces marchará hacia las puertas el pueblo de Jehová. Despierta, despierta, Débora; Despierta, despierta, entona cántico. Levántate, Barac, y lleva tus cautivos, hijo de Abinoam. Entonces marchó el resto de los nobles; El pueblo de Jehová marchó por él en contra de los poderosos. De Efraín vinieron los radicados en Amalec, En pos de ti, Benjamín, entre tus pueblos; De Maquir descendieron príncipes, Y de Zabulón los que tenían vara de mando. Caudillos también de Isacar fueron con Débora; Y como Barac, también Isacar Se precipitó a pie en el valle. Entre las familias de Rubén Hubo grandes resoluciones del corazón. ¿Por qué te quedaste entre los rediles, Para oír los balidos de los rebaños? Entre las familias de Rubén Hubo grandes propósitos del corazón. Galaad se quedó al otro lado del Jordán; Y Dan, ¿por qué se estuvo junto a las naves? Se mantuvo Aser a la ribera del mar, Y se quedó en sus puertos. El pueblo de Zabulón expuso su vida a la muerte, Y Neftalí en las alturas del campo. Vinieron reyes y pelearon; Entonces pelearon los reyes de Canaán, En Taanac, junto a las aguas de Meguido, Mas no llevaron ganancia alguna de dinero. Desde los cielos pelearon las estrellas; Desde sus órbitas pelearon contra Sísara. Los barrió el torrente de Cisón, El antiguo torrente, el torrente de Cisón. Marcha, oh alma mía, con poder. Entonces resonaron los cascos de los caballos Por el galopar, por el galopar de sus valientes. Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; Maldecid severamente a sus moradores, Porque no vinieron al socorro de Jehová, Al socorro de Jehová contra los fuertes. Bendita sea entre las mujeres Jael, Mujer de Heber ceneo; Sobre las mujeres bendita sea en la tienda. Él pidió agua, y ella le dio leche; En tazón de nobles le presentó crema. Tendió su mano a la estaca, Y su diestra al mazo de trabajadores, Y golpeó a Sísara; hirió su cabeza, Y le horadó, y atravesó sus sienes. Cayó encorvado entre sus pies, quedó tendido; Entre sus pies cayó encorvado; Donde se encorvó, allí cayó muerto. La madre de Sísara se asoma a la ventana, Y por entre las celosías a voces dice: ¿Por qué tarda su carro en venir? ¿Por qué las ruedas de sus carros se detienen? Las más avisadas de sus damas le respondían, Y aun ella se respondía a sí misma: ¿No han hallado botín, y lo están repartiendo? A cada uno una doncella, o dos; Las vestiduras de colores para Sísara, Las vestiduras bordadas de colores; La ropa de color bordada de ambos lados, para los jefes de los que tomaron el botín. Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová; Mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza. Y la tierra reposó cuarenta años.

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Jueces 5:1-31 La Biblia de las Américas (LBLA)

Entonces Débora y Barac, hijo de Abinoam, cantaron en aquel día, diciendo: ¡Por haberse puesto al frente los jefes en Israel, por haberse ofrecido el pueblo voluntariamente, bendecid al SEÑOR! ¡Oíd, reyes; prestad oído, príncipes! Yo al SEÑOR, yo cantaré, cantaré alabanzas al SEÑOR, Dios de Israel. SEÑOR, cuando saliste de Seir, cuando marchaste del campo de Edom, la tierra tembló, también cayeron gotas del cielo, y las nubes destilaron agua. Los montes se estremecieron ante la presencia del SEÑOR, aquel Sinaí, ante la presencia del SEÑOR, Dios de Israel. ¶En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Jael, quedaron desiertos los caminos, y los viajeros andaban por sendas tortuosas. Cesaron los campesinos, cesaron en Israel, hasta que yo, Débora, me levanté, hasta que me levanté, como madre en Israel. Escogieron nuevos dioses; entonces la guerra estaba a las puertas. No se veía escudo ni lanza entre cuarenta mil en Israel. Mi corazón está con los jefes de Israel, los voluntarios entre el pueblo. ¡Bendecid al SEÑOR! Los que cabalgáis en asnas blancas, los que os sentáis en ricos tapices, los que viajáis por el camino, cantad. Al sonido de los que dividen las manadas entre los abrevaderos, allí repetirán los actos de justicia del SEÑOR, los actos de justicia para con sus campesinos en Israel. Entonces el pueblo del SEÑOR descendió a las puertas. ¶Despierta, despierta, Débora; despierta, despierta, entona un cántico. Levántate, Barac, y lleva a tus cautivos, hijo de Abinoam. Entonces los sobrevivientes descendieron sobre los nobles; el pueblo del SEÑOR vino a mí como guerreros. De Efraín descendieron los radicados en Amalec, en pos de ti, Benjamín, con tus pueblos; de Maquir descendieron jefes, y de Zabulón los que manejan vara de mando. Los príncipes de Isacar estaban con Débora; como Isacar, así también Barac; al valle se apresuraron pisándole los talones; entre las divisiones de Rubén había grandes resoluciones de corazón. ¿Por qué te sentaste entre los rediles, escuchando los toques de flauta para los rebaños? Entre las divisiones de Rubén había gran escudriñamiento de corazón. Galaad se quedó al otro lado del Jordán. ¿Y por qué se quedó Dan en las naves? Aser se sentó a la orilla del mar, y se quedó junto a sus puertos. Zabulón era pueblo que despreció su vida hasta la muerte. Y también Neftalí, en las alturas del campo. ¶Vinieron los reyes y pelearon; pelearon entonces los reyes de Canaán en Taanac, cerca de las aguas de Meguido; no tomaron despojos de plata. Desde los cielos las estrellas pelearon, desde sus órbitas pelearon contra Sísara. El torrente Cisón los barrió, el antiguo torrente, el torrente Cisón. Marcha, alma mía con poder. Entonces resonaron los cascos de los caballos por el galopar, el galopar de sus valientes corceles. «Maldecid a Meroz», dijo el ángel del SEÑOR, «maldecid, maldecid a sus moradores; porque no vinieron en ayuda del SEÑOR, en ayuda del SEÑOR contra los guerreros». ¶Bendita entre las mujeres es Jael, mujer de Heber ceneo; bendita sea entre las mujeres de la tienda. El pidió agua, y ella le dio leche; en taza de nobles le trajo cuajada. Extendió ella la mano hacia la estaca de la tienda, y su diestra hacia el martillo de trabajadores. Entonces golpeó a Sísara, desbarató su cabeza; destruyó y perforó sus sienes. A sus pies él se encorvó, cayó, quedó tendido; a sus pies se encorvó y cayó; donde se encorvó, allí quedó muerto. ¶Miraba por la ventana y se lamentaba la madre de Sísara, por las celosías: «¿Por qué se tarda en venir su carro? ¿Por qué se retrasa el trotar de sus carros?». Sus sabias princesas le respondían, aun a sí misma ella repite sus palabras: «¿Acaso no han hallado el botín y se lo están repartiendo? ¿Una doncella, dos doncellas para cada guerrero; para Sísara un botín de tela de colores, un botín de tela de colores bordada, tela de colores de doble bordadura en el cuello del victorioso?». Así perezcan todos tus enemigos, oh SEÑOR; mas sean los que te aman como la salida del sol en su fuerza. Y el país tuvo descanso por cuarenta años.

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Jueces 5:1-31 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Ese día, Débora y Barac, hijo de Abinoam, entonaron el siguiente cántico: «Los líderes de Israel tomaron el mando, y el pueblo los siguió con gusto. ¡Alabado sea el SEÑOR! »¡Escuchen, ustedes reyes! ¡Presten atención, ustedes gobernantes poderosos! Pues cantaré al SEÑOR; tocaré música para el SEÑOR, Dios de Israel. »SEÑOR, cuando saliste de Seir y marchaste por los campos de Edom, la tierra tembló, y los cielos nublados derramaron lluvias torrenciales. Las montañas temblaron ante la presencia del SEÑOR, Dios del monte Sinaí, ante la presencia del SEÑOR, Dios de Israel. »En los días de Samgar, hijo de Anat, y en los días de Jael, la gente evitaba las rutas principales y los viajeros no salían de los caminos sinuosos. Ya quedaba poca gente en las aldeas de Israel, hasta que Débora surgió como una madre para Israel. Cuando Israel escogió nuevos dioses, la guerra estalló a las puertas de la ciudad. ¡Sin embargo, no se veía ni un escudo ni una lanza entre cuarenta mil guerreros de Israel! Mi corazón está con los comandantes de Israel, con los que se ofrecieron para la guerra. ¡Alabado sea el SEÑOR! »Piensen en esto, ustedes que cabalgan en burros selectos, ustedes que se sientan sobre elaboradas mantas de caballo y ustedes que andan por el camino. Escuchen a los músicos de las aldeas, que están reunidos junto a los abrevaderos. Relatan las justas victorias del SEÑOR y los triunfos de sus aldeanos en Israel. Entonces el pueblo del SEÑOR descendió a las puertas de la ciudad. »¡Despierta, Débora, despierta! ¡Despierta, despierta y entona un cántico! ¡Levántate, Barac! ¡Llévate a tus cautivos, hijo de Abinoam! »De Tabor descendieron los pocos para juntarse con los nobles; el pueblo del SEÑOR marchó colina abajo contra poderosos guerreros. Descendieron de Efraín, tierra que antes pertenecía a los amalecitas; te siguieron a ti, Benjamín, con tus tropas. De Maquir los comandantes descendieron a paso de marcha; desde Zabulón llegaron los que llevan el bastón de mando. Los príncipes de Isacar estuvieron con Débora y Barac; siguieron a Barac a toda prisa hasta el valle. Pero en la tribu de Rubén hubo gran indecisión. ¿Por qué se quedaron sentados en su casa entre los rediles, para oír a los pastores silbar a sus rebaños? Así es, en la tribu de Rubén hubo gran indecisión. Galaad permaneció al oriente del Jordán. Y ¿por qué Dan se quedó en su casa? Aser se sentó sin moverse a la orilla del mar, y permaneció en sus puertos. Pero Zabulón arriesgó la vida, igual que Neftalí, en las alturas del campo de batalla. »Los reyes de Canaán llegaron y pelearon en Taanac, cerca de los manantiales de Meguido, pero no se llevaron tesoros de plata. Desde el cielo lucharon las estrellas; las estrellas en sus órbitas pelearon contra Sísara. El río Cisón arrasó con ellos, ese antiguo torrente llamado Cisón. ¡Marcha hacia adelante con valor, alma mía! Luego los cascos de los caballos martillaron el suelo: el galope resonante de los poderosos corceles de Sísara. “Que sean malditos los habitantes de Meroz —dijo el ángel del SEÑOR—. Que sean completamente malditos, porque no vinieron para ayudar al SEÑOR, para ayudar al SEÑOR contra los poderosos guerreros”. »La más bendita entre las mujeres es Jael, la esposa de Heber, el ceneo. Bendita sea más que todas las mujeres que viven en carpas. Sísara le pidió agua, y ella le dio leche. En un tazón digno de nobles, le trajo yogur. Después tomó una estaca con la mano izquierda, y con la derecha, el martillo del trabajador. Golpeó a Sísara con el martillo y le aplastó la cabeza; con un terrible golpe le atravesó las sienes. Él se desplomó, cayó, quedó inmóvil, tendido a sus pies; y allí donde cayó, quedó muerto. »Por la ventana se asomó la madre de Sísara. Desde la ventana esperaba su regreso mientras decía: “¿Por qué tarda tanto en llegar su carro? ¿Por qué no oímos el sonido de las ruedas del carro?”. »Sus sabias mujeres le responden, y ella se repite estas palabras a sí misma: “Seguramente están repartiendo el botín que capturaron, que tendrá una o dos mujeres para cada hombre. Habrá túnicas llenas de todos los colores para Sísara, y para mí, coloridas túnicas con bordados. Seguro que en el botín hay túnicas de colores y bordadas de ambos lados”. »¡SEÑOR, que todos tus enemigos mueran como Sísara; pero los que te aman, que se levanten como el sol cuando brilla con toda su fuerza!».

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