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Josué 24:1-28

Josué 24:1-28 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén. Allí convocó a todos los jefes, líderes, jueces y oficiales del pueblo. Todos se reunieron en presencia de Dios. Josué dijo a todo el pueblo: —Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Hace mucho tiempo, sus antepasados, incluido Téraj, padre de Abraham y Najor, vivían al otro lado del río Éufrates, y adoraban a otros dioses. Pero yo tomé de ese lugar a Abraham, antepasado de ustedes, lo conduje por toda la tierra de Canaán y le di una descendencia numerosa. Primero di un hijo, Isaac; y a Isaac di dos hijos, Jacob y Esaú. A Esaú entregué las montañas de Seír, en tanto que Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. »”Tiempo después, envié a Moisés y a Aarón, y herí con plagas a Egipto hasta que los saqué a ustedes de allí. Cuando saqué de ese país a sus antepasados, ustedes llegaron al mar Rojo y los egipcios los persiguieron con sus carros de guerra y su caballería. Sus antepasados clamaron al SEÑOR y él interpuso oscuridad entre ellos y los egipcios. El SEÑOR hizo que el mar cayera sobre estos y los cubriera. Ustedes fueron testigos de lo que hice a los egipcios. Después de esto, sus antepasados vivieron en el desierto durante mucho tiempo. »”A ustedes los traje a la tierra de los amorreos, los que vivían al este del río Jordán. Cuando ellos les hicieron la guerra, yo los entregué en sus manos; ustedes fueron testigos de cómo los destruí para que ustedes poseyeran su tierra. Y cuando Balac, hijo de Zipor y rey de Moab, se dispuso a presentarles combate, él envió al profeta Balán, hijo de Beor, para que los maldijera. Pero yo no quise escuchar a Balán, por lo cual él los bendijo una y otra vez, y así los salvé a ustedes de su poder. »”Finalmente, cruzaron el río Jordán y llegaron a Jericó, cuyos habitantes pelearon contra ustedes. Lo mismo hicieron los amorreos, ferezeos, cananeos, hititas, gergeseos, heveos y jebuseos. Pero yo los entregué en sus manos. No fueron ustedes quienes con sus espadas y arcos derrotaron a los dos reyes amorreos; fui yo quien por causa de ustedes envié avispas, para que expulsaran de la tierra a sus enemigos. A ustedes les entregué una tierra que no trabajaron y ciudades que no construyeron. Vivieron en ellas y se alimentaron de viñedos y olivares que no plantaron”. »Por lo tanto, ahora entréguense al SEÑOR y sírvanle con integridad y lealtad. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraron al otro lado del río Éufrates y en Egipto y sirvan solo al SEÑOR. Pero si les parece mal servir al SEÑOR, elijan ustedes mismos a quiénes van a servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates o a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al SEÑOR». El pueblo respondió: —¡Eso no pasará jamás! ¡Nosotros no abandonaremos al SEÑOR por servir a otros dioses! El SEÑOR nuestro Dios es quien nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados del país de Egipto, tierra de servidumbre. Él fue quien hizo aquellas grandes señales ante nuestros ojos. Nos protegió durante todo nuestro peregrinaje por el desierto y cuando pasamos entre tantas naciones. El SEÑOR expulsó a todas las que vivían en este país, incluso a los amorreos. Por esa razón, nosotros también serviremos al SEÑOR, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo: —Ustedes son incapaces de servir al SEÑOR, porque él es Dios santo y Dios celoso. No tolerará sus rebeliones y pecados. Si ustedes abandonan al SEÑOR y sirven a dioses ajenos, él se volverá contra ustedes y les traerá un desastre; los destruirá completamente, a pesar de haber sido bueno con ustedes. Pero el pueblo insistió: —¡Eso no pasará jamás! Nosotros solo serviremos al SEÑOR. Y Josué dijo una vez más: —Ustedes son testigos contra ustedes mismos de que han decidido servir al SEÑOR. —Sí, sí lo somos —respondió toda la asamblea. Josué respondió: —Desháganse de los dioses ajenos que todavía conservan. ¡Vuélvanse de todo corazón al SEÑOR, Dios de Israel! El pueblo respondió: —Al SEÑOR nuestro Dios serviremos y solo a él obedeceremos. Aquel mismo día Josué reafirmó el pacto con el pueblo de Israel. Allí mismo, en Siquén, les dio estatutos y leyes, y registró todo en el libro de la Ley de Dios. Luego tomó una enorme piedra y la colocó bajo la encina que está cerca del santuario del SEÑOR. Entonces dijo a todo el pueblo: —Esta piedra servirá de testigo contra ustedes. Ella ha escuchado todas las palabras que el SEÑOR nos ha dicho hoy. Testificará contra ustedes en caso de que digan falsedades contra su Dios. Después de todo esto, Josué envió a todo el pueblo a sus respectivas propiedades.

Josué 24:1-28 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Josué hizo reunir en Siquem a todas las tribus israelitas. Llamó a todos los líderes a reunirse frente al santuario. Allí le dijo a todo el pueblo: «Esto es lo que el Dios de Israel les dice: “Hace mucho tiempo, sus antepasados vivían en Mesopotamia, y adoraban a otros dioses. Uno de sus antepasados fue Térah, el padre de Abraham y Nahor. Desde ese país conduje a Abraham por toda la tierra de Canaán, le di un hijo que se llamó Isaac, y de él nació una familia numerosa. A Isaac le di dos hijos, que se llamaron Jacob y Esaú. A Esaú le di la región montañosa de Seír, pero Jacob se fue a Egipto con su familia. ”Más tarde, envié a Moisés y a Aarón para liberar a los antepasados de ustedes, pero a los egipcios les causé grandes desastres. De allí hice salir a los antepasados de ustedes, y los guie hasta el Mar de los Juncos. Cuando los egipcios los persiguieron con carros de guerra y caballos, me pidieron que los salvara. Entonces yo puse mucha oscuridad entre ellos y los egipcios, e hice que el mar se los tragara y se ahogaran. Ustedes saben bien todo lo que yo hice en Egipto. Después vivieron mucho tiempo en el desierto, hasta que los traje a la tierra de los amorreos, al este del río Jordán. Los amorreos salieron a combatirlos, pero yo les di la victoria a ustedes, y así conquistaron ese territorio. ”Después Balac, rey de los moabitas, se puso en contra de ustedes, y mandó llamar a Balaam. Le pidió que los maldijera, pero yo no se lo permití y él tuvo que bendecirlos. Fue así como los salvé a ustedes. Luego cruzaron el río Jordán y llegaron hasta Jericó. Los de Jericó pelearon contra ustedes, y también todos los pueblos de Canaán, pero yo hice que ustedes los vencieran. No fueron ustedes los que derrotaron a los dos reyes amorreos, sino que ellos huyeron porque yo los hice temblar de miedo. Yo les di a ustedes esas tierras, no tuvieron que trabajarlas ni edificar ciudades. Ahora viven allí, y comen uvas y aceitunas de huertos que jamás plantaron”». Luego Josué añadió: —Respeten a Dios, obedézcanlo, y sean fieles y sinceros con él. Desháganse de los dioses que sus antepasados adoraban en Mesopotamia y en Egipto, y obedezcan solo a Dios. Si no quieren serle obedientes, decidan hoy a quién van a dedicar su vida. Tendrán que elegir entre los dioses a quienes sus antepasados adoraron en Mesopotamia, y los dioses de los amorreos en cuyo territorio ustedes viven ahora. Pero mi familia y yo hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios. El pueblo le respondió: —¡Nunca abandonaremos a nuestro Dios! ¡Jamás seguiremos a otros dioses! Dios puso en libertad a nuestros antepasados; nos libró de la esclavitud de Egipto. Sabemos de los milagros que él hizo, y de cómo nos ha protegido al pasar por muchas naciones hasta llegar aquí. Dios expulsó a todos los pueblos que estaban en nuestro camino, y a los amorreos que aquí vivían. Por eso obedeceremos a nuestro Dios. Josué les dijo: —No es fácil vivir para Dios. Él no tolera el pecado ni acepta dioses rivales, y espera que se le obedezca en todo. Si le son infieles no los va a perdonar. »Aunque siempre ha sido bueno con ustedes, se enojará si lo abandonan y adoran a otros dioses. ¡Los castigará y los destruirá por completo! El pueblo le respondió a Josué: —¡Jamás haremos tal cosa! ¡Hemos decidido dedicar nuestra vida a nuestro Dios! Josué les dijo entonces: —Ustedes mismos son sus propios testigos de que han decidido vivir para Dios. —¡Así es! —respondieron ellos. Josué añadió: —Entonces desháganse de esos dioses que todavía tienen, y prometan ser fieles al Dios de Israel. Y el pueblo respondió: —Nosotros viviremos para Dios, y solo obedeceremos sus órdenes. Así fue como aquel día Josué y el pueblo reafirmaron en Siquem su pacto con Dios. En ese pacto se insistió una vez más en las leyes y mandamientos que el pueblo debía obedecer. Josué los escribió en el libro de la Ley de Dios. Luego tomó una gran piedra y la colocó debajo del roble que está junto al santuario de Dios. Le dijo a todo el pueblo: —Esta piedra que ven aquí, es testigo de todo lo que nuestro Dios nos ha dicho. La pongo aquí para recordarles que deben ser fieles a nuestro Dios. Luego Josué despidió al pueblo y cada uno se volvió a su propio territorio.

Josué 24:1-28 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Josué reunió en Siquén a todas las tribus de Israel, llamó a los ancianos de Israel, a los jefes de tribu, y a los jueces y oficiales, y todos se presentaron ante Dios. Entonces Josué le dijo a todo el pueblo: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Hace mucho tiempo su antepasado Téraj, padre de Abrahán y de Najor, habitaba al otro lado del río y servía a otros dioses. Pero de aquel lado del río llamé a Abrahán, el padre de ustedes, y lo conduje por toda la tierra de Canaán; le di un hijo, que fue Isaac, e hice que tuviera una descendencia numerosa. Isaac fue el padre de Jacob y de Esaú. A Esaú le di en propiedad el monte de Seír, pero Jacob y sus hijos se fueron a vivir a Egipto. Después envié a Moisés y a Aarón, y herí a todo Egipto e hice prodigios en ese país, y más tarde los saqué de allí. Cuando sus padres salieron de Egipto y llegaron al Mar Rojo, vieron que los egipcios los seguían con carros y caballería, y se llenaron de miedo; pero me pidieron ayuda y yo, el Señor, oscurecí el camino de los egipcios, y el mar se les vino encima y los cubrió. Ustedes son testigos oculares de todo lo que hice en Egipto. Después de eso, anduvieron mucho tiempo por el desierto. Más tarde los introduje en la tierra que habitaban los amorreos, al otro lado del Jordán, y aunque ellos pelearon contra ustedes, yo los vencí, y ya destruidos los puse en sus manos y les entregué sus tierras. Después Balac hijo de Sipor, que era rey de los moabitas, se levantó en armas para pelear contra Israel, y mandó llamar a Balaam hijo de Beor, para que los maldijera. Pero yo no hice caso de las maldiciones de Balaam, y en lugar de maldecirlos los bendijo varias veces, y así los libré del rey Balac. Ustedes cruzaron el Jordán y vinieron a Jericó, y sus habitantes pelearon contra ustedes: los amorreos, los ferezeos, los cananeos, los hititas, los gergeseos, los jivitas y jebuseos, pero yo los vencí y los puse en sus manos. Antes que ustedes llegaran envié tábanos, y los dos reyes de los amorreos huyeron a toda prisa, sin que yo usara tu espada ni tu arco. Yo les he dado a ustedes tierras que no trabajaron, ciudades que no edificaron, y hasta comen de las viñas y olivares que no plantaron.” »Por todo esto, respeten y honren al Señor. Sírvanle con integridad y de todo corazón. Echen fuera a los dioses que sus padres adoraron en el otro lado del río y en Egipto, y que aún están entre ustedes, y en su lugar sirvan al Señor. Pero si no les parece bien servirle, escojan hoy a quién quieren servir, si a los dioses que sus padres adoraron cuando aún estaban al otro lado del río, o a los dioses que sirven los amorreos en esta tierra donde ahora ustedes viven. Por mi parte, mi casa y yo serviremos al Señor.» El pueblo respondió: «¡Jamás dejaremos al Señor por servir a otros dioses! ¡El Señor es nuestro Dios! Fue él quien nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, del país donde éramos esclavos. Hizo grandes señales en Egipto, y en todos los caminos por donde hemos andado, y en todos los pueblos por los que hemos cruzado, siempre nos ha protegido. El Señor arrojó de nuestra presencia a todos los pueblos, incluso a los amorreos que habitaban esta tierra. Así que nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios.» Entonces Josué le dijo al pueblo: «Ustedes no pueden servir al Señor, porque él es un Dios santo y celoso, y no soporta rebeliones ni pecados. Si ustedes dejan al Señor para servir a otros dioses, él vendrá y les irá muy mal, porque los exterminará, ¡a pesar de haberles hecho tanto bien!» El pueblo le respondió a Josué: «Eso no sucederá, porque nosotros serviremos al Señor.» Josué les contestó: «Ustedes mismos son sus propios testigos de que han elegido al Señor, y de que le van a servir.» Y ellos respondieron: «Lo somos.» Entonces Josué les dijo: «Echen fuera ahora mismo los dioses ajenos que están entre ustedes, y humíllense de corazón ante el Señor y Dios de Israel.» Y el pueblo le respondió: «Al Señor nuestro Dios serviremos, y obedeceremos su voz.» Ese mismo día Josué hizo un pacto en Siquén con el pueblo, y le dio estatutos y leyes. Estas palabras las escribió en el libro de la ley de Dios; luego tomó una gran piedra, la puso debajo de la encina que estaba junto al santuario del Señor, y le dijo a todo el pueblo: «A partir de hoy esta piedra nos servirá de testigo, porque ante ella se han oído todas las palabras que el Señor nos ha dicho. Por lo tanto, ella será un testigo contra ustedes, para que no le mientan a su Dios.» Después de eso, Josué despidió al pueblo, y cada uno se fue a su territorio.

Josué 24:1-28 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Josué reunió en Siquem a todas las tribus de Israel. Llamó a los ancianos, jefes, jueces y oficiales y, en presencia del Señor, dijo a todo el pueblo: —Esto dice el Señor y Dios de Israel: “Antiguamente, Térah y sus hijos Abraham y Nahor, antepasados de ustedes, vivían a orillas del río Éufrates y adoraban a otros dioses. De las orillas del Éufrates tomé a Abraham, y lo hice andar por toda la región de Canaán. Lo hice crecer en número, dándole primero a su hijo Isaac, y a Isaac le di dos hijos, Jacob y Esaú. A Esaú le di la región montañosa de Seír, pero Jacob y sus hijos se fueron a Egipto. Entonces yo envié a Moisés y Aarón, y herí de muerte a los egipcios, hasta que los saqué a ustedes de allí. Cuando los antepasados de ustedes salieron de Egipto, los egipcios los persiguieron con carros de guerra y caballos, hasta el Mar Rojo. Ellos me llamaron, y yo puse una gran oscuridad entre ellos y los egipcios, e hice que el mar cayera sobre los egipcios y los cubriera. Ustedes fueron testigos de lo que hice en Egipto. »”Después pasaron ustedes mucho tiempo en el desierto, hasta que los traje a la tierra de los amorreos, en el lado oriental del Jordán. Ellos pelearon contra ustedes, pero yo los hice caer en manos de ustedes, y ustedes los derrotaron y se adueñaron de la región. Después Balac, hijo de Sipor, rey de los moabitas, vino a pelear contra ustedes. Balac mandó a buscar a Balaam, el hijo de Beor, para que los maldijera a ustedes. Pero yo no dejé que Balaam los maldijera, y tuvo que bendecirlos. Así los salvé a ustedes. Entonces ustedes cruzaron el río Jordán y llegaron hasta Jericó. Los que vivían en Jericó (amorreos, ferezeos, cananeos, hititas, gergeseos, heveos y jebuseos) pelearon contra ustedes, pero yo hice que ustedes los derrotaran. A los dos reyes amorreos no los derrotaron ustedes con espadas ni con arcos, sino que yo envié mi pánico delante de ustedes, de modo que ellos huyeron antes que ustedes llegaran. Yo les di a ustedes tierras que no habían trabajado y ciudades que no habían construido. Ahora viven en ellas, y comen uvas y aceitunas que no plantaron.” Y añadió Josué: —Por todo esto, respeten al Señor y sírvanle con sinceridad y lealtad. Apártense de los dioses que sus antepasados adoraron a orillas del río Éufrates y en Egipto, y sirvan al Señor. Pero si no quieren servir al Señor, elijan hoy a quién van a servir: si a los dioses a los que sus antepasados servían a orillas del Éufrates, o a los dioses de los amorreos que viven en esta tierra. Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor. Entonces el pueblo dijo: —¡No permita el Señor que lo abandonemos por servir a otros dioses! El Señor fue quien nos sacó a nosotros y a nuestros antepasados de Egipto, donde éramos esclavos. Él fue quien hizo tantas maravillas delante de nuestros ojos, y quien nos protegió y nos defendió durante el camino, cuando pasamos entre tantos pueblos. Él echó de delante de nosotros a todos los pueblos que estaban en nuestro camino, y a los amorreos que vivían aquí. Por todo esto, nosotros también serviremos al Señor, pues él es nuestro Dios. Pero Josué les dijo: —Ustedes no van a poder servir al Señor, porque él es un Dios santo y celoso, que no va a tolerar las rebeliones y pecados de ustedes. Si ustedes lo abandonan y sirven a otros dioses, el Señor responderá haciéndoles mal, y los destruirá a pesar de haberles hecho tanto bien. El pueblo le contestó: —Eso no va a pasar. Nosotros serviremos al Señor. Entonces Josué dijo: —Ustedes son sus propios testigos de que han escogido servir al Señor. —Lo somos —respondieron ellos. Les dijo Josué: —Quiten entonces todos los otros dioses que hay entre ustedes, y vuélvanse de todo corazón al Señor y Dios de Israel. Y el pueblo respondió: —Nosotros serviremos al Señor nuestro Dios, y haremos lo que él nos diga. Aquel mismo día, allí en Siquem, Josué hizo un pacto con el pueblo, y les dio leyes y decretos, los cuales escribió en el libro de la ley de Dios. Después tomó una gran piedra y la puso debajo de la encina que estaba en el santuario del Señor, y le dijo a todo el pueblo: —Esta piedra va a servirnos de testimonio, pues ella es testigo de todo lo que el Señor nos ha dicho. Será un testimonio contra ustedes, para que no sean falsos con su Dios. Después Josué mandó a cada uno a su territorio.

Josué 24:1-28 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Reunió Josué a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales; y se presentaron delante de Dios. Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños. Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia, y le di a Isaac. A Isaac le di a Jacob y a Esaú. Y a Esaú le di el monte de Seir, para que lo poseyese; pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. Y yo envié a Moisés y a Aarón, y herí a Egipto, conforme a lo que hice en medio de él, y después os saqué. Saqué a vuestros padres de Egipto; y cuando llegaron al mar, los egipcios siguieron a vuestros padres hasta el Mar Rojo con carros y caballería. Y cuando ellos clamaron a Jehová, él puso oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo venir sobre ellos el mar, el cual los cubrió; y vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvisteis muchos días en el desierto. Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, los cuales pelearon contra vosotros; mas yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante de vosotros. Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, y peleó contra Israel; y envió a llamar a Balaam hijo de Beor, para que os maldijese. Mas yo no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente, y os libré de sus manos. Pasasteis el Jordán, y vinisteis a Jericó, y los moradores de Jericó pelearon contra vosotros: los amorreos, ferezeos, cananeos, heteos, gergeseos, heveos y jebuseos, y yo los entregué en vuestras manos. Y envié delante de vosotros tábanos, los cuales los arrojaron de delante de vosotros, esto es, a los dos reyes de los amorreos; no con tu espada, ni con tu arco. Y os di la tierra por la cual nada trabajasteis, y las ciudades que no edificasteis, en las cuales moráis; y de las viñas y olivares que no plantasteis, coméis. Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien. El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que a Jehová serviremos. Y Josué respondió al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle. Y ellos respondieron: Testigos somos. Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel. Y el pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos. Entonces Josué hizo pacto con el pueblo el mismo día, y les dio estatutos y leyes en Siquem. Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran piedra, la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová. Y dijo Josué a todo el pueblo: He aquí esta piedra nos servirá de testigo, porque ella ha oído todas las palabras que Jehová nos ha hablado; será, pues, testigo contra vosotros, para que no mintáis contra vuestro Dios. Y envió Josué al pueblo, cada uno a su posesión.

Josué 24:1-28 La Biblia de las Américas (LBLA)

Entonces Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem, llamó a los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus oficiales, y ellos se presentaron delante de Dios. Y Josué dijo a todo el pueblo: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: «Al otro lado del Río habitaban antiguamente vuestros padres, es decir, Taré, padre de Abraham y de Nacor, y servían a otros dioses. Entonces tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del Río y lo guié por toda la tierra de Canaán, multipliqué su descendencia y le di a Isaac. Y a Isaac le di a Jacob y a Esaú, y a Esaú le di el monte Seir para que lo poseyera; pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. Entonces envié a Moisés y a Aarón, y herí con plagas a Egipto conforme a lo que hice en medio de él; y después os saqué. Saqué a vuestros padres de Egipto y llegasteis al mar, y Egipto persiguió a vuestros padres con carros y caballería hasta el mar Rojo. Pero cuando clamaron al SEÑOR, Él puso tinieblas entre vosotros y los egipcios, e hizo venir sobre ellos el mar, que los cubrió; y vuestros propios ojos vieron lo que hice en Egipto. Y por mucho tiempo vivisteis en el desierto. Entonces os traje a la tierra de los amorreos que habitaban al otro lado del Jordán, y ellos pelearon contra vosotros; los entregué en vuestras manos, y tomasteis posesión de su tierra cuando yo los destruí delante de vosotros. Entonces Balac, hijo de Zipor, rey de Moab, se levantó y peleó contra Israel, y envió a llamar a Balaam, hijo de Beor, para que os maldijera. Pero yo no quise escuchar a Balaam; y él tuvo que bendeciros, y os libré de su mano. Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó; y los habitantes de Jericó pelearon contra vosotros, y también los amorreos, los ferezeos, los cananeos, los hititas, los gergeseos, los heveos y los jebuseos. Y los entregué en vuestras manos. Entonces envié delante de vosotros avispas que expulsaron a los dos reyes de los amorreos de delante de vosotros, pero no fue por vuestra espada ni por vuestro arco. Y os di una tierra en que no habíais trabajado, y ciudades que no habíais edificado, y habitáis en ellas; de viñas y olivares que no plantasteis, coméis». Ahora pues, temed al SEÑOR y servidle con integridad y con fidelidad; quitad los dioses que vuestros padres sirvieron al otro lado del Río y en Egipto, y servid al SEÑOR. Y si no os parece bien servir al SEÑOR, escoged hoy a quién habéis de servir: si a los dioses que sirvieron vuestros padres, que estaban al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa, serviremos al SEÑOR. Y el pueblo respondió, y dijo: Lejos esté de nosotros abandonar al SEÑOR para servir a otros dioses; porque el SEÑOR nuestro Dios es el que nos sacó, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, el que hizo estas grandes señales delante de nosotros y nos guardó por todo el camino en que anduvimos y entre todos los pueblos por entre los cuales pasamos. Y el SEÑOR echó de delante de nosotros a todos los pueblos, incluso a los amorreos, que moraban en la tierra. Nosotros, pues, también serviremos al SEÑOR, porque Él es nuestro Dios. Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir al SEÑOR, porque Él es Dios santo, Él es Dios celoso; Él no perdonará vuestra transgresión ni vuestros pecados. Si abandonáis al SEÑOR y servís a dioses extranjeros, Él se volverá y os hará daño, y os consumirá después de haberos hecho bien. Respondió el pueblo a Josué: No, sino que serviremos al SEÑOR. Y Josué dijo al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis escogido al SEÑOR para servirle. Y dijeron: Testigos somos. Ahora pues, quitad los dioses extranjeros que están en medio de vosotros, e inclinad vuestro corazón al SEÑOR, Dios de Israel. Y el pueblo respondió a Josué: Al SEÑOR nuestro Dios serviremos y su voz obedeceremos. Entonces Josué hizo un pacto con el pueblo aquel día, y les impuso estatutos y ordenanzas en Siquem. Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomó una gran piedra y la colocó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario del SEÑOR. Y dijo Josué a todo el pueblo: He aquí, esta piedra servirá de testigo contra nosotros, porque ella ha oído todas las palabras que el SEÑOR ha hablado con nosotros; será, pues, testigo contra vosotros para que no neguéis a vuestro Dios. Entonces Josué despidió al pueblo, cada uno a su heredad.

Josué 24:1-28 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Entonces Josué convocó a todas las tribus de Israel en Siquem, junto con los ancianos, los líderes, los jueces y los oficiales. Así que todos se reunieron y se presentaron ante Dios. Josué le dijo al pueblo: —Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: Hace mucho, tus antepasados, entre ellos Taré, el padre de Abraham y Nacor, vivían del otro lado del río Éufrates y rindieron culto a otros dioses. Pero yo tomé a tu antepasado Abraham de la tierra que está al otro lado del Éufrates y lo guie a la tierra de Canaán. Le di muchos descendientes por medio de su hijo Isaac. A Isaac, le di a Jacob y a Esaú. A Esaú le di las montañas de Seir, mientras que Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. »Luego envié a Moisés y a Aarón, y mandé plagas espantosas sobre Egipto; y después te saqué de allí como un pueblo libre. Pero cuando tus antepasados llegaron al mar Rojo, los egipcios te persiguieron con sus carros de guerra y sus jinetes. Cuando tus antepasados clamaron al SEÑOR, puse oscuridad entre tú y los egipcios. Hice que el mar cayera sobre los egipcios y los ahogara. Con tus propios ojos viste lo que hice. Luego viviste muchos años en el desierto. »Finalmente, te llevé a la tierra de los amorreos, al oriente del Jordán. Ellos pelearon contra ti, pero yo los destruí delante de tus ojos. Te di la victoria sobre ellos, y tomaste posesión de su tierra. Después Balac, hijo de Zipor, rey de Moab, empezó una guerra contra Israel. Llamó a Balaam, hijo de Beor, para que te maldijera, pero yo no lo quise escuchar. En cambio, hice que Balaam te bendijera y entonces te rescaté de Balac. »Cuando cruzaste el río Jordán y llegaste a Jericó, los hombres de Jericó pelearon contra ti, como lo hicieron los amorreos, los ferezeos, los cananeos, los hititas, los gergeseos, los heveos y los jebuseos. Pero yo te di la victoria sobre ellos. Y envié terror antes de que llegaras, para expulsar a los dos reyes amorreos. No fueron tus espadas ni tus arcos los que te dieron la victoria. Yo te di tierra que no habías trabajado y ciudades que no construiste, en las cuales vives ahora. Te di viñedos y huertos de olivos como alimento, aunque tú no los plantaste. »Por lo tanto, teme al SEÑOR y sírvelo con todo el corazón. Echa fuera para siempre los ídolos que tus antepasados adoraron cuando vivían del otro lado del río Éufrates y en Egipto. Sirve únicamente al SEÑOR. Pero si te niegas a servir al SEÑOR, elige hoy mismo a quién servirás. ¿Acaso optarás por los dioses que tus antepasados sirvieron del otro lado del Éufrates? ¿O preferirás a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora vives? Pero en cuanto a mí y a mi familia, nosotros serviremos al SEÑOR. El pueblo respondió: —Nosotros jamás abandonaríamos al SEÑOR ni serviríamos a otros dioses. Pues el SEÑOR nuestro Dios es el que nos rescató a nosotros y a nuestros antepasados de la esclavitud en la tierra de Egipto. Él hizo milagros poderosos ante nuestros propios ojos. Cuando andábamos por el desierto, rodeados de enemigos, él nos protegió. Fue el SEÑOR quien expulsó a los amorreos y a las otras naciones que vivían aquí, en esta tierra. Por lo tanto, nosotros también serviremos al SEÑOR, porque solo él es nuestro Dios. Entonces Josué advirtió a los israelitas: —Ustedes no son capaces de servir al SEÑOR, porque él es Dios santo y celoso. No les perdonará su rebelión ni sus pecados. Si abandonan al SEÑOR y sirven a otros dioses, él se pondrá en contra de ustedes y los destruirá, aunque les haya hecho tanto bien en el pasado. Pero los israelitas respondieron a Josué: —¡Eso no! Nosotros serviremos al SEÑOR. —Ustedes son testigos de su propia decisión —les dijo Josué—. Hoy han elegido servir al SEÑOR. —Claro que sí —respondieron—, somos testigos de lo que dijimos. —Muy bien —dijo Josué—, entonces destruyan los ídolos que tienen entre ustedes y entréguenle el corazón al SEÑOR, Dios de Israel. Entonces los israelitas le dijeron a Josué: —Serviremos al SEÑOR nuestro Dios. Lo obedeceremos solo a él. Entonces, ese día en Siquem, Josué hizo un pacto con ellos, el cual los comprometía a seguir los decretos y las ordenanzas del SEÑOR. Josué escribió todas esas cosas en el libro de instrucción de Dios. Como recordatorio del acuerdo, tomó una piedra enorme y la llevó rodando hasta debajo del árbol de terebinto que estaba junto al tabernáculo del SEÑOR. Josué le dijo a todo el pueblo: —Esta piedra escuchó todo lo que el SEÑOR nos dijo. Será un testigo en contra de ustedes si no cumplen lo que le prometieron a Dios. Después Josué mandó que todo israelita regresara a su tierra, cada uno a su hogar.