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Lamentaciones 1:1-22

Lamentaciones 1:1-22 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

¡Cuán solitaria se encuentra la que fue ciudad populosa! ¡Tiene apariencia de viuda la que fue grande entre las naciones! ¡Hoy es esclava de las provincias la que fue gran señora entre ellas! Amargamente llora por la noche; corren las lágrimas por sus mejillas. No hay entre sus amantes uno solo que la consuele. Todos sus amigos la traicionaron; se volvieron sus enemigos. En aflicción y con trabajos forzados Judá marchó al exilio. Habita entre las naciones sin encontrar reposo. Todos sus perseguidores la acosan, la ponen en aprietos. Los caminos a Sión están de duelo; ya nadie asiste a sus fiestas solemnes. Las puertas de la ciudad se ven desoladas: sollozan sus sacerdotes, se turban sus doncellas, ¡toda ella es amargura! Sus enemigos se volvieron sus amos; tranquilos se ven sus adversarios. El SEÑOR la ha acongojado por causa de sus muchos pecados. Sus hijos marcharon al cautiverio, arrastrados por sus enemigos. La hija de Sión ha perdido todo su esplendor. Sus príncipes parecen ciervos que vagan en busca de pastos. Exhaustos, se dan a la fuga frente a sus perseguidores. Jerusalén trae a la memoria los tristes días de su peregrinaje; se acuerda de todos los tesoros que en el pasado fueron suyos. Cuando su pueblo cayó en manos enemigas nadie acudió en su ayuda. Sus enemigos vieron su caída y se burlaron de ella. Grave es el pecado de Jerusalén; por eso se ha vuelto impura. Los que antes la honraban ahora la desprecian, pues han visto su desnudez. Ella misma gime y no se atreve a dar la cara. Sus vestidos están llenos de inmundicia; no tomó en cuenta lo que le esperaba. Su caída fue sorprendente; no hubo nadie que la consolara. «¡Mira, SEÑOR, mi aflicción! ¡El enemigo ha triunfado!». El enemigo se adueñó de todos sus tesoros. Ella vio naciones paganas entrar en su santuario, a las que tú prohibiste entrar en tu asamblea. Todo su pueblo solloza y anda en busca de pan; para mantenerse con vida cambian por comida sus tesoros. «¡Mira, SEÑOR, date cuenta de cómo me han despreciado!». «Fíjense ustedes, los que pasan por el camino: ¿Acaso no les importa? Miren si hay un sufrimiento comparable al mío, como el que el SEÑOR me ha hecho padecer, como el que el SEÑOR lanzó sobre mí en el día de su furor. »Desde lo alto él envió un fuego que penetró en mis huesos. A mi paso tendió una trampa y me hizo retroceder. Me abandonó por completo; a todas horas me sentía desfallecer. »Mis pecados fueron atados a un yugo; sus manos los ataron juntos. Me los ha colgado al cuello, y ha debilitado mis fuerzas. Me ha entregado en manos de gente a la que no puedo ofrecer resistencia. »En mi ciudad el Señor ha rechazado a todos los guerreros. Convocó un ejército contra mí, para despedazar a mis jóvenes. El Señor ha pisado como en un lagar a la virginal hija de Judá. »Todo esto me hace llorar; mis ojos se inundan de lágrimas. No tengo cerca a nadie que me consuele; no tengo a nadie que me reanime. Mis hijos quedaron abandonados porque el enemigo salió victorioso». Sión clama pidiendo ayuda, pero no hay quien la consuele. Por decreto del SEÑOR los vecinos de Jacob son ahora sus enemigos; Jerusalén ha llegado a ser inmundicia en medio de ellos. «El SEÑOR es justo, pero yo me rebelé contra su palabra. Escuchen, todos los pueblos, y vean mi sufrimiento. Mis doncellas y mis jóvenes han marchado al destierro. »Llamé a mis amantes, pero ellos me traicionaron. Mis sacerdotes y mis ancianos perecieron en la ciudad, mientras buscaban alimentos para mantenerse con vida. »¡Mírame, SEÑOR, que me encuentro angustiada! ¡Siento una profunda agonía! Mi corazón se agita dentro de mí, pues he sido muy rebelde. Allá afuera, la espada me deja sin hijos; dentro de la casa hay ambiente de muerte. »La gente ha escuchado mi gemir, pero no hay quien me consuele. Todos mis enemigos conocen mi pesar y se alegran de lo que has hecho conmigo. ¡Manda ya tu castigo anunciado, para que sufran lo que he sufrido! »¡Que llegue a tu presencia toda su maldad! ¡Trátalos como me has tratado a mí por causa de todos mis pecados! Son muchos mis quejidos, y mi corazón desfallece».

Lamentaciones 1:1-22 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

¡ P obrecita de ti, Jerusalén! Antes eras la más famosa de todas las ciudades. ¡Antes estabas llena de gente, pero te has quedado muy sola, te has quedado viuda! ¡Fuiste la reina de las naciones, pero hoy eres esclava de ellas! O lvidada y bañada en lágrimas pasas todas las noches. Muchos decían que te amaban, pero hoy nadie te consuela. Los que se decían tus amigos hoy son tus enemigos. B ajo el peso de las cadenas, la gente de Judá salió prisionera. Sus enemigos los atraparon y los maltrataron con crueldad. Ahora son esclavos en países lejanos, y no han dejado de sufrir. R uido ya no se escucha en tus portones, Jerusalén. ¡Qué triste es ver tus calles desiertas! Los sacerdotes lloran y las jóvenes se afligen. Todo en ti es amargura; ya nadie viene a tus fiestas. E s tanto tu pecado, que Dios te castigó. El enemigo se llevó prisioneros a todos tus habitantes. Ahora el enemigo te domina y vive feliz y contento. ¡ C ómo has perdido, Jerusalén, la belleza que tuviste! Tus jefes, ya sin fuerzas, huyen de quienes los persiguen. ¡Hasta parecen venados hambrientos en busca de pastos frescos! I nsistes en recordar que alguna vez fuiste rica. Ahora vives en la tristeza y no tienes a dónde ir. Cuando el enemigo te conquistó, no hubo nadie que te ayudara. Cuando el enemigo te vio vencida, se burló de verte en desgracia. T anto has pecado, Jerusalén, que todos te desprecian. Los que antes te admiraban hoy se burlan al verte en desgracia. ¡Ahora derramas lágrimas, y avergonzada escondes la cara! ¡ A sombrosa ha sido tu caída! ¡No hay nadie que te consuele! Jamás pensaste en llegar a ser tan despreciada, y ahora exclamas: «Mis enemigos me vencieron. ¡Mira, Dios mío, mi aflicción!» D ueño de todas tus riquezas es ahora tu enemigo. Tú misma viste entrar en el templo gente de otros pueblos, aunque Dios había ordenado que no debían entrar allí. E l pueblo entero llora y anda en busca de pan. Con tal de seguir con vida, cambian sus riquezas por comida. Llorando le dicen a Dios: «¡Mira cómo nos humillan!» T odos ustedes, que pasan y me ven, ¿por qué gozan al verme sufrir? ¿Dónde han visto a alguien que sufra tanto como yo? Cuando Dios se enojó conmigo, me mandó este sufrimiento. I ntensa lluvia de fuego ha enviado Dios sobre mí. Mis huesos se han quemado, y siento que me muero. Dios me cerró el paso, y me hizo retroceder. Me dejó en el abandono; mi sufrimiento no tiene fin. J untó Dios todos mis pecados y me los ató al cuello. Ya no me quedan fuerzas; ya no los soporto más. Dios me entregó al enemigo, y no puedo defenderme. E n mis calles hay muchos muertos. ¡Dios rechazó a mis valientes! Juntó un ejército para atacarme, y acabó con todos mis jóvenes. Dios me aplastó por completo; ¡me exprimió como a las uvas! R uedan por mis mejillas lágrimas que no puedo contener. Cerca de mí no hay nadie que me consuele y me reanime. Mi gente no puede creer que el enemigo nos haya vencido. U n montón de escombros es ahora Jerusalén. Suplicante pide ayuda, pero nadie la consuela. Dios mismo ordenó que sus vecinos la atacaran. S iempre Dios hace lo justo, pero yo soy muy rebelde. ¡Escuchen, naciones todas! ¡Miren cómo sufro! ¡El enemigo se llevó prisioneros a todos mis habitantes! A yuda pedí a mis amigos, pero me dieron la espalda. Los jefes y sacerdotes acabaron perdiendo la vida. Andaban buscando comida, y no pudieron sobrevivir. ¡ L a muerte me quitó a mis hijos dentro y fuera de la ciudad! ¡Mira mi angustia, Dios mío! ¡Siento que me muero! ¡Tan rebelde he sido contigo que estoy totalmente confundida! E l enemigo no esconde su alegría porque tú, Dios mío, me haces sufrir. Todo el mundo escucha mi llanto, pero nadie me consuela. ¡Ya es tiempo de que los castigues como me castigaste a mí! N o hay un solo pecado que ellos no hayan cometido; ¡castiga entonces su rebeldía, como me castigaste a mí! ¡Ya es mucho lo que he llorado, y siento que me muero!

Lamentaciones 1:1-22 Reina Valera Contemporánea (RVC)

¡Cuán solitaria ha quedado la otrora ciudad populosa! ¡Cual viuda ha quedado la capital de las naciones! ¡La princesa de las provincias es ahora tributaria! Por las noches, amargas lágrimas corren por sus mejillas. Ni uno solo de sus amantes viene a consolarla. Sus amigos le fallaron; ¡se volvieron sus enemigos! Presa de la aflicción y de cruel esclavitud, Judá marcha al cautiverio; ahora habita entre las naciones sin hallar descanso alguno. La acosan sus perseguidores, la ponen en aprietos. De luto están los caminos de Sión. Ya nadie asiste a las fiestas. Todas sus puertas están derribadas. Sus sacerdotes lloran. Amargada está Sión, y afligidas sus doncellas. Sus enconados enemigos son ahora grandes magnates. ¡El Señor la afligió por sus muchas rebeliones, y sus jóvenes marchan ahora al cautiverio, arreados por el enemigo! La sin par belleza de Sión se ha esfumado; sus príncipes andan como ciervos en busca de pastos; fuerzas no tienen para oponerse a sus perseguidores. Jerusalén recuerda su aflicción y sus rebeliones; recuerda tantas cosas agradables de que gozó en los tiempos antiguos; recuerda cuando cayó ante el enemigo y nadie vino en ayuda de su pueblo; recuerda cómo la miraban sus enemigos y se burlaban de su caída. Pero Jerusalén pecó. ¡Por eso ha sido rechazada! Al verla desnuda, la desprecian quienes antes la admiraban; y ella, sollozante, corre a esconderse. Cubierta está de inmundicia. No tuvo en cuenta su futuro. Ha caído a lo más bajo, y en su desconsuelo exclama: «¡Mira, Señor, mi aflicción! ¡Mira cómo se regodean mis enemigos!» El enemigo se ha adueñado de todos sus tesoros. Jerusalén ha visto a los paganos irrumpir en su santuario, aun cuando prohibiste que esa gente entrara en tu congregación. Entre sollozos, sus habitantes buscan algo que comer; cambian por comida sus objetos más preciados para lograr volver a la vida. «¡Mírame, Señor! ¡Toma en cuenta mi desconsuelo!» Ustedes, que van por el camino, ¿esto no los conmueve? ¡Consideren si hay dolor que se compare con el mío! ¡La ira del Señor se encendió y me envió este sufrimiento! Envió un fuego desde lo alto que me consumió los huesos; tendió una red a mi paso y me hizo retroceder; me dejó en completa ruina, y sufro a todas horas. El Señor mismo me ha atado al yugo de mis rebeliones; me ha puesto en el cuello ataduras que acaban con mis fuerzas; me ha dejado en manos de enemigos que no puedo vencer. El Señor ha pisoteado en mis calles a todos mis hombres fuertes; ha convocado tropas para derrotar a mis valientes; ¡ha prensado a la virginal Judá como si prensara uvas! Esta es la causa de mis lágrimas. El llanto brota de mis ojos, pues no tengo a nadie que me consuele; ¡no tengo a nadie que me reanime! ¡Mis hijos han sido derrotados! ¡El enemigo nos venció! Sión tiende las manos suplicante, y no hay quien la consuele; el Señor hizo que los vecinos de Jacob se volvieran sus enemigos; ¡Jerusalén les resulta algo repugnante! Pero el Señor es justo. ¡Yo me rebelé contra su palabra! ¡Oigan esto, pueblos todos, y consideren mi dolor! ¡Mis doncellas y mis jóvenes fueron llevados al cautiverio! Pedí ayuda a mis amantes, pero ellos me fallaron; en la ciudad, mis sacerdotes y mis ancianos perecieron; buscaban comida para volver a la vida. ¡Mírame, Señor, atribulada y con gran angustia interna! El corazón me da vuelcos por causa de mi gran rebeldía. Allá afuera, hace estragos la espada; aquí adentro, predomina la muerte. Me oyen sollozar, pero no hay quien me consuele. Saben mis enemigos de mi mal, y se alegran de lo que me haces. ¡Envía ya el día que tienes anunciado, y que les vaya como a mí! ¡Hazlos comparecer ante ti por toda su maldad, y trátalos como a mí por todas mis rebeliones! ¡Demasiadas son mis lágrimas! ¡Tengo deshecho el corazón!

Lamentaciones 1:1-22 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

¡Cuán solitaria ha quedado la ciudad antes llena de gente! ¡Tiene apariencia de viuda la ciudad capital de los pueblos! ¡Sometida está a trabajos forzados la princesa de los reinos! Se ahoga en llanto por las noches; lágrimas corren por sus mejillas. De entre todos sus amantes no hay uno que la consuele. Todos sus amigos la han traicionado; se han vuelto sus enemigos. A más de sufrimientos y duros trabajos, Judá sufre ahora el cautiverio. La que antes reinaba entre los pueblos, ahora no encuentra reposo. Los que la perseguían, la alcanzaron y la pusieron en aprietos. ¡Qué tristes están los caminos de Sión! ¡No hay nadie que venga a las fiestas! Las puertas de la ciudad están desiertas, los sacerdotes lloran, las jóvenes se afligen y Jerusalén pasa amarguras. Sus enemigos dominan, sus adversarios prosperan. Es que el Señor la ha afligido por lo mucho que ha pecado. Sus hijos fueron al destierro llevados por el enemigo. Desapareció de la bella Sión toda su hermosura; sus jefes, como venados, andan en busca de pastos; arrastrando los pies, avanzan delante de sus cazadores. Jerusalén recuerda aquellos días, cuando se quedó sola y triste; recuerda todas las riquezas que tuvo en tiempos pasados; recuerda cuando cayó en poder del enemigo y nadie vino en su ayuda, cuando sus enemigos la vieron y se burlaron de su ruina. Jerusalén ha pecado tanto que se ha hecho digna de desprecio. Los que antes la honraban, ahora la desprecian, porque han visto su desnudez. Por eso está llorando, y avergonzada vuelve la espalda. Tiene su ropa llena de inmundicia; no pensó en las consecuencias. Es increíble cómo ha caído; no hay quien la consuele. ¡Mira, Señor, mi humillación y la altivez del enemigo! El enemigo se ha adueñado de las riquezas de Jerusalén. La ciudad vio a los paganos entrar violentamente en el santuario, ¡gente a la que tú, Señor, ordenaste que no entrara en tu lugar de reunión! Todos sus habitantes lloran, andan en busca de alimentos; dieron sus riquezas a cambio de comida para poder sobrevivir. ¡Mira, Señor, mi ruina! ¡Considera mi desgracia! ¡Ustedes, los que van por el camino, deténganse a pensar si hay dolor como el mío, que tanto me hace sufrir! ¡El Señor me mandó esta aflicción al encenderse su enojo! El Señor lanzó desde lo alto un fuego que me ha calado hasta los huesos; tendió una trampa a mi paso y me hizo volver atrás; me ha entregado al abandono, al sufrimiento a cada instante. Mis pecados los ha visto el Señor; me han sido atados por él mismo, y como un yugo pesan sobre mí: ¡acaban con mis fuerzas! El Señor me ha puesto en manos de gente ante la cual no puedo resistir. El Señor arrojó lejos de mí a todos los valientes que me defendían. Lanzó un ejército a atacarme, para acabar con mis hombres más valientes. ¡El Señor ha aplastado a la virginal Judá como se aplastan las uvas para sacar vino! Estas cosas me hacen llorar. Mis ojos se llenan de lágrimas, pues no tengo a nadie que me consuele, a nadie que me dé nuevo aliento. Entre ruinas han quedado mis hijos, porque pudo más el enemigo que nosotros. Sión extiende las manos suplicante, pero no hay quien la consuele. El Señor ha ordenado que a Jacob lo rodeen sus enemigos; Jerusalén es para ellos objeto de desprecio. El Señor hizo lo debido, porque me opuse a sus mandatos. ¡Escúchenme, pueblos todos; contemplen mi dolor! ¡Mis jóvenes y jovencitas han sido llevados cautivos! Pedí ayuda a mis amantes, pero ellos me traicionaron. Mis sacerdotes y mis ancianos murieron en la ciudad: ¡andaban en busca de alimentos para poder sobrevivir! ¡Mira, Señor, mi angustia! ¡Siento que me estalla el pecho! El dolor me oprime el corazón cuando pienso en lo rebelde que he sido. Allá afuera la espada mata a mis hijos, y aquí adentro también hay muerte. La gente escucha mis lamentos, pero no hay quien me consuele. Todos mis enemigos saben de mi mal, y se alegran de que tú lo hayas hecho. ¡Haz que venga el día que tienes anunciado, y que les vaya a ellos como me ha ido a mí! Haz que llegue a tu presencia toda la maldad que han cometido; trátalos por sus pecados como me has tratado a mí, pues es mucho lo que lloro; ¡tengo enfermo el corazón!

Lamentaciones 1:1-22 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias ha sido hecha tributaria. Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas están en sus mejillas. No tiene quien la consuele de todos sus amantes; Todos sus amigos le faltaron, se le volvieron enemigos. Judá ha ido en cautiverio a causa de la aflicción y de la dura servidumbre; Ella habitó entre las naciones, y no halló descanso; Todos sus perseguidores la alcanzaron entre las estrechuras. Las calzadas de Sion tienen luto, porque no hay quien venga a las fiestas solemnes; Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, Sus vírgenes están afligidas, y ella tiene amargura. Sus enemigos han sido hechos príncipes, sus aborrecedores fueron prosperados, Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones; Sus hijos fueron en cautividad delante del enemigo. Desapareció de la hija de Sion toda su hermosura; Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto, Y anduvieron sin fuerzas delante del perseguidor. Jerusalén, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien la ayudase, Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, Y de todas las cosas agradables que tuvo desde los tiempos antiguos. La miraron los enemigos, y se burlaron de su caída. Pecado cometió Jerusalén, por lo cual ella ha sido removida; Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza; Y ella suspira, y se vuelve atrás. Su inmundicia está en sus faldas, y no se acordó de su fin; Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene quien la consuele. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido. Extendió su mano el enemigo a todas sus cosas preciosas; Ella ha visto entrar en su santuario a las naciones De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación. Todo su pueblo buscó su pan suspirando; Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida. ¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque Jehová me ha angustiado en el día de su ardiente furor. Desde lo alto envió fuego que consume mis huesos; Ha extendido red a mis pies, me volvió atrás, Me dejó desolada, y con dolor todo el día. El yugo de mis rebeliones ha sido atado por su mano; Ataduras han sido echadas sobre mi cerviz; ha debilitado mis fuerzas; Me ha entregado el Señor en manos contra las cuales no podré levantarme. El Señor ha hollado a todos mis hombres fuertes en medio de mí; Llamó contra mí compañía para quebrantar a mis jóvenes; Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá. Por esta causa lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas, Porque se alejó de mí el consolador que dé reposo a mi alma; Mis hijos son destruidos, porque el enemigo prevaleció. Sion extendió sus manos; no tiene quien la consuele; Jehová dio mandamiento contra Jacob, que sus vecinos fuesen sus enemigos; Jerusalén fue objeto de abominación entre ellos. Jehová es justo; yo contra su palabra me rebelé. Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor; Mis vírgenes y mis jóvenes fueron llevados en cautiverio. Di voces a mis amantes, mas ellos me han engañado; Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron, Buscando comida para sí con que entretener su vida. Mira, oh Jehová, estoy atribulada, mis entrañas hierven. Mi corazón se trastorna dentro de mí, porque me rebelé en gran manera. Por fuera hizo estragos la espada; por dentro señoreó la muerte. Oyeron que gemía, mas no hay consolador para mí; Todos mis enemigos han oído mi mal, se alegran de lo que tú hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo. Venga delante de ti toda su maldad, Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones; Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está adolorido.

Lamentaciones 1:1-22 La Biblia de las Américas (LBLA)

¡Cómo yace solitaria la ciudad de tanta gente! Se ha vuelto como una viuda la grande entre las naciones; la princesa entre las provincias se ha convertido en tributaria. Amargamente llora en la noche, y las lágrimas corren por sus mejillas; no hay quien la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, se le han convertido en enemigos. Judá ha ido al destierro bajo aflicción y bajo dura servidumbre. Ella habita entre las naciones, mas no halla descanso; todos sus perseguidores la han alcanzado en medio de la angustia. Los caminos de Sión están de luto, porque nadie viene a las fiestas solemnes. Todas sus puertas están desoladas, gimen sus sacerdotes, sus vírgenes están afligidas, y ella misma está amargada. Sus adversarios se han convertido en sus amos, sus enemigos prosperan, porque el SEÑOR la ha afligido por la multitud de sus transgresiones; sus niños han ido cautivos delante del adversario. De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor. Sus príncipes son como ciervos que no hallan pasto, y huyen sin fuerzas delante del perseguidor. Jerusalén recuerda en los días de su aflicción y de su vagar todos sus tesoros que existían desde los tiempos antiguos, cuando su pueblo cayó en mano del adversario sin que nadie la ayudara. Al verla sus adversarios, se burlaron de su ruina. En gran manera ha pecado Jerusalén, por lo cual se ha vuelto cosa inmunda. Todos los que la honraban la desprecian porque han visto su desnudez, y ella gime y se vuelve de espaldas. Su inmundicia está en sus faldas; no consideró su futuro, y ha caído de manera sorprendente; no hay quien la consuele. Mira, oh SEÑOR, mi aflicción, porque se ha engrandecido el enemigo. El adversario ha extendido su mano a todos sus tesoros; ciertamente ella ha visto a las naciones entrar en su santuario, a las que tú ordenaste que no entraran en tu congregación. Todo su pueblo gime buscando pan; han dado sus tesoros a cambio de comida para restaurar sus vidas. Mira, oh SEÑOR, y observa que me están despreciando. Vosotros, todos los que pasáis por el camino, ¿no os importa esto? Observad y ved si hay dolor como mi dolor, con el que fui atormentada, con el que el SEÑOR me afligió el día de su ardiente ira. Desde lo alto Él envió fuego que penetró en mis huesos. Ha tendido una red a mis pies, me ha hecho volver atrás, me ha dejado desolada, desfallecida todo el día. Atado ha sido el yugo de mis transgresiones, por su mano han sido entrelazadas, han caído sobre mi cuello. Él ha hecho que me falten las fuerzas; el Señor me ha entregado en manos contra las cuales no puedo resistir. A todos mis valientes ha rechazado el Señor de en medio de mí; ha convocado contra mí un tiempo determinado para quebrantar a mis jóvenes; el Señor ha hollado como en un lagar a la virgen hija de Judá. Por estas cosas lloro yo; mi ojo, mi ojo derrama agua, porque lejos de mí está el consolador, el que reanima mi alma. Mis hijos están desolados porque ha prevalecido el enemigo. Sión extiende sus manos, no hay quien la consuele. El SEÑOR ha ordenado contra Jacob que los que lo rodean sean sus adversarios; Jerusalén se ha vuelto cosa inmunda en medio de ellos. El SEÑOR es justo, pues me he rebelado contra su mandamiento. Oíd ahora, pueblos todos, y ved mi dolor: mis vírgenes y mis jóvenes han ido al cautiverio. Llamé a mis amantes, mas ellos me han engañado. Mis sacerdotes y mis ancianos han perecido en la ciudad, cuando buscaban alimento para sí a fin de restaurar sus fuerzas. Mira, oh SEÑOR, que estoy angustiada; hierven mis entrañas, mi corazón se revuelve dentro de mí, porque he sido muy rebelde. En la calle la espada me deja sin hijos, en la casa es como la muerte. Han oído que gimo, y no hay quien me consuele. Todos mis enemigos han oído de mi mal, se regocijan de que tú lo hayas hecho. ¡Oh, si tú trajeras el día que has anunciado, para que sean ellos como yo! Venga toda su maldad delante de ti, y trátalos como a mí me has tratado por todas mis transgresiones; porque son muchos mis gemidos, y desfallece mi corazón.

Lamentaciones 1:1-22 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Jerusalén, antes colmada de gente, ahora está desierta. La que en su día fue grande entre las naciones ahora queda sola como una viuda. La que antes era la reina de toda la tierra ahora es una esclava. Durante toda la noche solloza; las lágrimas corren por sus mejillas. De todos sus amantes, no hay quien la consuele. Todos sus amigos la traicionaron y se volvieron sus enemigos. Judá fue llevada al cautiverio, oprimida por la cruel esclavitud. Vive entre naciones extranjeras y no tiene lugar donde descansar. Sus enemigos la persiguieron y la alcanzaron y ya no tiene a quien recurrir. Los caminos a Jerusalén están de luto, porque las multitudes ya no vienen para celebrar los festivales. En las puertas de la ciudad hay silencio, sus sacerdotes gimen, sus mujeres jóvenes lloran; ¡qué amarga es su suerte! Sus opresores son ahora sus amos y sus enemigos prosperan, porque el SEÑOR castigó a Jerusalén por sus muchos pecados. Sus hijos fueron capturados y llevados a tierras lejanas. La bella Jerusalén ha sido despojada de toda su majestad. Sus príncipes son como venados hambrientos en busca de pastos. Están demasiado débiles para huir del enemigo que los persigue. En medio de su tristeza y sus andanzas, Jerusalén recuerda su antiguo esplendor. Pero ahora ha caído en manos de su enemigo y no hay quien la ayude. Su enemigo la derribó y se burlaba cuando ella caía. Jerusalén ha pecado grandemente, por eso fue desechada como un trapo sucio. Todos los que antes la honraban ahora la desprecian, porque vieron su desnudez y su humillación. Lo único que puede hacer es gemir y taparse la cara. Se deshonró a sí misma con inmoralidad y no pensó en su futuro. Ahora yace en una zanja y no hay nadie que la saque. «SEÑOR, mira mi sufrimiento —gime—. El enemigo ha triunfado». El enemigo la saqueó por completo y se llevó todo lo valioso que poseía. Vio a los extranjeros profanar su templo sagrado, el lugar al que el SEÑOR les había prohibido entrar. Su pueblo gime en busca de pan; vendieron sus tesoros para comprar comida y mantenerse con vida. «Oh SEÑOR, mira —se lamenta— y observa cómo me desprecian. »¿No les importa nada, ustedes que pasan por aquí? Miren a su alrededor y vean si hay otro sufrimiento como el mío, que el SEÑOR descargó sobre mí cuando estalló en ira feroz. »Él mandó fuego del cielo que me quema los huesos. Tendió una trampa en mi camino y me hizo volver atrás. Me dejó devastada y atormentada día y noche por la enfermedad. »Él tejió sogas con mis pecados para atarme a un yugo de cautiverio. El Señor minó mis fuerzas; me entregó a mis enemigos y en sus manos soy incapaz de levantarme. »El Señor trató con desdén a mis hombres valientes. A su orden llegó un gran ejército para aplastar a mis jóvenes guerreros. El Señor pisoteó su amada ciudad como se pisotean las uvas en un lagar. »Por todas estas cosas lloro; lágrimas corren por mis mejillas. No tengo a nadie que me consuele; todos los que podrían alentarme están lejos. Mis hijos no tienen futuro porque el enemigo nos ha conquistado». Jerusalén extiende la mano en busca de ayuda, pero nadie la consuela. El SEÑOR ha dicho de su pueblo Israel: «¡Que sus vecinos se conviertan en enemigos! ¡Que sean desechados como un trapo sucio!». «El SEÑOR es justo —dice Jerusalén—, porque yo me rebelé contra él. Escuchen, pueblos de todas partes; miren mi angustia y mi desesperación, porque mis hijos e hijas fueron llevados cautivos a tierras lejanas. »Les supliqué ayuda a mis aliados, pero me traicionaron. Mis sacerdotes y mis líderes murieron de hambre en la ciudad, mientras buscaban comida para salvar sus vidas. »¡SEÑOR, mira mi angustia! Mi corazón está quebrantado y mi alma desespera porque me rebelé contra ti. En las calles la espada mata, y en casa solo hay muerte. »Otros oyeron mis lamentos, pero nadie se volvió para consolarme. Cuando mis enemigos se enteraron de mis tribulaciones, se pusieron felices al ver lo que habías hecho. Oh, manda el día que prometiste, cuando ellos sufrirán como he sufrido yo. »SEÑOR, mira todas sus maldades. Castígalos como me castigaste a mí por todos mis pecados. Son muchos mis gemidos y tengo el corazón enfermo de angustia».