Él nos entiende. ¿Quién dijo Jesús que era?Muestra

#6 Él viene a buscarnos.

Lucas 19

Sucedió de nuevo esta mañana en un semáforo. Una perrita asustada corre hacia la intersección. Sus ojos se mueven frenéticamente, buscando algo familiar. Lleva puesto un collar, de seguro alguien la ama, pero en este momento, está sola, corriendo más rápido y más lejos en la dirección equivocada. La puerta que buscaba hacia la libertad se abrió, pero la llevó a un mundo inesperado.

Nosotros hacemos lo mismo. Creemos que queremos libertad. Empujamos la puerta para abrirla. Corremos. Tarde o temprano, nos perdemos.

En el momento en que nos damos cuenta de que vamos por mal camino, ya no podemos regresar. O pensamos que no volveremos a ser bienvenidos. Lo que hemos hecho es demasiado como para que nos perdonen y logren olvidarlo. Alguna vez seguimos a Jesús, pero ahora seguro que no nos recibiría de vuelta.

Lo lindo es que eso no es cierto. Una de las formas favoritas de Jesús para describirse a sí mismo es como un pastor. Él dijo que vendría por nosotros. La declaración de propósito de su vida dice que Él busca y rescata a los que están perdidos.

Él es el padre que sigue el rastro de su hija que se fugó en un autobús Greyhound a la gran ciudad. Él es la madre que deja la luz del porche encendida toda la noche para su hijo y que le ruega a Dios de rodillas por él. Él es el mejor amigo que sigue las pistas hasta que te encuentra en un lugar donde nunca deberías haber estado.

Cuando Jesús le contó a una multitud sus historias favoritas, tres de ellas tenían un tema similar. Una era sobre una señora que destrozó su casa en busca de una moneda perdida. Otra era sobre un buen pastor que salió a buscar una única oveja que se le perdió y que no se dio por vencido hasta que la encontró. ¿Dónde estaba la oveja? ¿Por qué no regresó? ¿Estaba en un acantilado? ¿En el fondo de un barranco? ¿Estaba lastimada? ¿Confundida? ¿Distraída? No importa, él va tras ella. Y la última historia era sobre un hijo que se marcha y un padre que lo espera en casa. Y cuando el padre divisa a su hijo quebrantado y desanimado volviendo a casa, corre con los brazos abiertos a encontrarse con él.

No importaba que el pastor todavía tuviera noventa y nueve ovejas cuando una de ellas desapareció. Ni que la señora tuviera nueve monedas. Ni que el padre tuviera otro hijo en casa que no había huido. Esa única oveja perdida tenía que ser rescatada. Esa única moneda tenía que ser encontrada. El hijo pródigo tenía que ser perdonado.

Esa es la metáfora que Jesús usaba para describir su amor… y la contaba en caso de que alguien de la multitud estuviera lejos de casa y se preguntara qué tipo de bienvenida recibiría si se presentara en la puerta de Jesús. Jesús está ahí afuera buscándote. Él corre hacia el tráfico tras de ti.

No te has ido demasiado lejos.

Lo que sea que hayas hecho, no es demasiado.

Su amor por ti es más profundo que el barranco en el que has caído. Más amplio que la brecha entre la vida que llevas y la vida que él quiere que lleves, y más largo que el tiempo que has estado fuera.

Simplemente date la vuelta.

No tengas miedo de lo que encontrarás cuando regreses.

Él te está llamando por tu nombre.