Enfrentemos nuestros temores con feMuestra

La fuente de nuestro consuelo

Ante las pruebas de la vida, puede ser tentador negar la realidad, amargarse o buscar consuelo en filosofías especulativas. Sin embargo, como creyentes, estamos llamados a una respuesta diferente que muestra el poder de la fe honesta y humilde en la adversidad.

Muchos prefieren actuar como si no pasara nada, ignorando las duras realidades a las que se enfrentan en sus finanzas, trabajos o familias. Esto contradice los principios que se encuentran en la Palabra de Dios. Nuestra fe no nos llama a negar la realidad, sino a reconocerla honestamente. Del mismo modo, expresar nuestras preguntas y preocupaciones no está mal, siempre que lo hagamos sin amargura ni ira. Éstas reflejan una visión distorsionada del carácter de Dios y pueden indicar que no caminamos en el Espíritu. La amargura surge de la falsa suposición de que merecemos un trato mejor, lo cual pone en duda el amor de Dios por nosotros. Sin embargo, el amor de nuestro Padre celestial es perfecto, firme y soberano. Él orquesta todas las cosas para el bien de quienes le aman y cumple su propósito en nuestras vidas. Por tanto, responder con amargura e ira no es la respuesta a nuestros problemas. En lugar de ello, debemos alinear nuestra perspectiva con la verdad bíblica y arrepentirnos humildemente de nuestros pecados.

Cuando Habacuc se enfrentó a retos desalentadores, no confió en la especulación humana ni en reflexiones filosóficas. En cambio, buscó el rostro de Dios, reconociendo su necesidad de guía divina. La Palabra de Dios aporta consuelo y aliento genuinos en nuestros momentos más difíciles. Debemos abrazar el acto amoroso de compartir la verdad de Dios, recordarnos mutuamente sus promesas y asegurarnos unos a otros su fidelidad.

La reacción de Habacuc a las respuestas de Dios demostró una fe honesta y humilde. En lugar de resistirse o debatir con Dios, se inclinó ante su soberana sabiduría. A pesar de sus temores, Habacuc esperó tranquilamente las promesas de Dios, abrazando la paz en la incertidumbre. Esta fe humilde le permitió encontrar consuelo a pesar de las terribles circunstancias. Del mismo modo, estamos llamados a inclinarnos ante Dios, confiando en su bondad y renunciando a nuestras dudas y preguntas.

Negar la realidad, amargarse o buscar consuelo en la sabiduría humana no son los caminos que Dios nos ha llamado a recorrer. En cambio, se nos insta a responder con fe honesta y humilde, asumiendo todo el peso de nuestras circunstancias y optando por confiar en la bondad inquebrantable de Dios. Debemos encontrar nuestro fundamento en la Palabra de Dios. Al hacerlo, descubriremos la alegría de saber que Dios está con nosotros, estemos donde estemos.