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ADORANDO AL DIOS ETERNO

Introducción

Imagina caminar por la playa y encontrar una roca firme que ha resistido siglos de viento y marea. Mientras todo cambia, esa roca permanece. Así es nuestro Dios. En un mundo donde las tendencias duran menos que una historia de Instagram, necesitamos algo —mejor dicho, alguien— que no se mueva. Y lo encontramos en Él: el Dios eterno.

Reflexión

El Salmo 90:2 lo declara con claridad: "Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo,… tú eres Dios". Esto no es solo un dato teológico para memorizar, es una verdad que puede cambiar tu manera de vivir. Dios no improvisa, no se agota ni se equivoca. Él siempre ha sido y siempre será. Su eternidad es como una roca firme en la que puedes apoyarte cuando todo lo demás se mueve.

Cuando tu rutina se desordena y todo parece incierto, recuerda Isaías 40:28: "el Dios eterno es Jehová (...) No desfallece, ni se fatiga con cansancio". Él no necesita una pausa. Su fuerza no se agota y su sabiduría es perfecta. En medio de tu debilidad, Su eternidad te sostiene.

Hebreos 13:8 afirma: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Esa inmutabilidad (que no cambia) es lo que tu alma anhela. No una agenda perfecta, sino un corazón anclado en quien nunca cambia.

Aplicación

¿Cómo adoramos diariamente al Dios eterno? Con una acción sencilla pero poderosa:
Tómate un momento cada mañana para meditar en su eternidad. Antes de que el día comience, siéntate con Él. Agradece su fidelidad. Repite: “Tú eres el mismo hoy, como ayer y como siempre”. Deja que esa verdad ordene tu caos interior. Porque la verdadera adoración no es hacer más, sino vivir cada instante como respuesta al Dios que permanece para siempre.