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»Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna.

Porque Dios no me envió a este mundo para condenar a la gente, sino para salvarla.

Jesús le dijo: —Te aseguro que si una persona no nace de nuevo no podrá ver el reino de Dios.

»El que cree en mí, que soy el Hijo de Dios, no será condenado por Dios. Pero el que no cree ya ha sido condenado, precisamente por no haber creído en el Hijo único de Dios.

Y así es como Dios juzga: yo he venido al mundo, y soy la luz que brilla en la oscuridad, pero como la gente hacía lo malo prefirió más la oscuridad que la luz.

Él debe tener cada vez más importancia, y yo tenerla menos.

Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella, para que no se descubra lo que están haciendo.

El que cree en el Hijo tiene la vida eterna, pero el que no obedece al Hijo no tiene la vida eterna, sino que ha sido condenado por Dios.

»Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, y del mismo modo yo, el Hijo del hombre, tengo que ser levantado en alto

»Dios, el Padre, ama al Hijo, y le ha dado poder sobre todo el universo.