Porque el Altísimo,
el que vive para siempre
y cuyo nombre es santo, dice:
“Yo vivo en un lugar alto y sagrado,
pero también estoy con el humilde y afligido,
y le doy ánimo y aliento.
No estaré siempre acusando a mi pueblo
ni estaré enojado todo el tiempo,
pues haría que los hombres que he creado
perdieran el ánimo ante mí.