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1 Samuel Introducción

Introducción
Dos libros del Antiguo Testamento llevan el nombre de Samuel, pero en realidad deben considerarse como una sola obra, que forma parte de la gran Historia Deuteronómica (véase la Introducción a Josué). En ella se habla del fin de la época de los Jueces y del inicio de la monarquía. Los personajes principales del primer libro son Samuel, Saúl y David.
Samuel aparece como el último y mejor de los jueces. También se le ve en funciones de profeta y sacerdote. Los primeros doce capítulos de 1 Samuel se centran de manera más clara en su vida: su nacimiento milagroso, su niñez y formación bajo la tutela del viejo sacerdote Elí, su trabajo como juez, y la elección y ungimiento del primer rey de Israel. Como puede verse, Samuel fue el instrumento de Dios para dar nacimiento a la monarquía. La sección cierra con un discurso de despedida. En él, Samuel advierte a la nación de Israel de los peligros de tener un rey.
Saúl es el personaje central de los capítulos 13—31, pues llega a ser el primer rey de Israel. Pero su historia es triste y trágica. Bien pronto su desobediencia lo llevó a perder el trono y a terminar sus días en el total fracaso (13 y 15). A medida que avanza la narración, la figura de Saúl se va haciendo más pequeña, mientras que la de David se va agigantando. Finalmente, David llega a ser el nuevo rey. Termina el libro con las violentas y tristes muertes de Saúl y de su hijo Jonatán.
David aparece por primera vez en el capítulo 16. Allí, Dios le da a Samuel una lección muy importante sobre el valor y el carácter de las personas, lección que también nosotros debemos aprender. Samuel trata de elegir como rey al que, desde el punto de vista humano, parecía ser el mejor candidato. Pero Dios interviene y dice:
«Samuel, no te fijes en su apariencia ni en su gran estatura. Este no es mi elegido. Yo no me fijo en las apariencias; yo me fijo en el corazón.»
(16.7)
Así fue elegido David, un jovencito de apariencia débil, pero de gran corazón y con plena confianza en Dios. Estas cualidades lo llevaron de victoria en victoria.
El primer libro de Samuel también nos habla de los filisteos, nación vecina de Israel, que se había establecido en la parte sur, sobre la costa del mar Mediterráneo. Los filisteos eran, militarmente, más fuertes que Israel, pues tenían carros de guerra, caballos y armas de hierro. Por causa de ellos, el pueblo de Israel pidió un rey. Creían necesitar un ejército y un líder poderoso para enfrentarse a esos terribles enemigos.
El arca, o cofre del pacto, aparece también como «personaje» en los relatos que hablan de la lucha de los israelitas contra los filisteos (4—6). Era un cajón de madera que contenía los Diez mandamientos, la vara de Aarón y un tazón lleno de maná. Para los israelitas, el arca representaba la presencia de Dios en medio de su pueblo. Ellos creían que si el arca los acompañaba en las batallas, su triunfo estaba asegurado. Sin embargo, los israelitas tuvieron que aprender que la presencia del cofre no era mágica, sino que lo más importante era la obediencia a Dios y a sus mandamientos.
Otro relato importante es el de la batalla de David contra el gigante Goliat (17), pues resalta la gran lección que Dios quería darle a Samuel, y también a nosotros: «No mires lo externo, sino el valor interno de las personas». En efecto, David se convirtió en el instrumento de Dios para salvar a Israel y acabar con el poder filisteo. Su coraje y confianza en Dios lo llevaron a vencer gigantes.
Finalmente aparece la figura de Jonatán, el hijo de Saúl. No fue importante por haber sido hijo del primer rey de Israel, sino por su profunda amistad con David, el segundo rey. Jonatán y David se amaron como hermanos y se juraron lealtad hasta la muerte. Estos dos jóvenes nos ofrecen uno de los más grandes ejemplos de verdadera amistad.

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