HECHOS 2
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I. TESTIGOS EN JERUSALÉN (2,1–8,3)
Venida del Espíritu Santo
1Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo sitio. 2De pronto, un estruendo que procedía del cielo y avanzaba como un huracán invadió el lugar en que estaban congregados. 3Vieron luego una especie de lenguas de fuego que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos.#Nm 11,25. 4El Espíritu Santo los llenó a todos, y enseguida se pusieron a hablar en distintos idiomas según el Espíritu Santo les concedía expresarse.#4,31; 10,44-46; 19,6 (ver Gn 11,1-9; Mc 16,17; 1 Co 12,10.28; 14,2.4-6.9-23).
5Se hallaban entonces hospedados en Jerusalén judíos devotos llegados de todas las regiones de la tierra, los cuales, 6al oír el estruendo, acudieron en masa y quedaron perplejos, pues cada uno oía hablar a los apóstoles en su idioma nativo. 7Tan estupefactos y maravillados estaban, que decían:
—¿No son galileos todos los que están hablando? 8¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos expresarse en nuestro propio idioma nativo? 9Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; los hay que residen en Mesopotamia, en Judea y Capadocia, en el Ponto, en la provincia de Asia, 10en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en la región de Libia que limita con Cirene; hay visitantes romanos, 11hay judíos y prosélitos, cretenses y árabes. Pues bien, todos y cada uno los oímos referir en nuestro propio idioma las cosas portentosas de Dios.
12Así que, llenos de estupefacción, se decían unos a otros con asombro:
—¿Qué significa esto?
13Otros, en cambio, se burlaban y decían que estaban borrachos.
Discurso de Pedro
14Pedro, entonces, tomó la palabra y, en nombre propio y de sus once compañeros, les habló de esta manera:
—Judíos y todos los que residís en Jerusalén, prestad atención a mis palabras a ver si os queda claro lo siguiente: 15Estos no están borrachos como vosotros suponéis, pues solo son las nueve de la mañana. 16Lo que sucede es que se está cumpliendo lo anunciado por el profeta Joel:
17 En los últimos días, dice Dios,
concederé mi Espíritu a todo mortal:
vuestros hijos y vuestras hijas
hablarán inspirados por mí;
vuestros jóvenes tendrán revelaciones
y vuestros ancianos
soñarán cosas extraordinarias. #
Jl 3,1-5.
18 A los que me sirven,
tanto hombres como mujeres,
otorgaré en aquellos días mi Espíritu,
y hablarán inspirados por mí.
19 Haré prodigios en el cielo
y milagros en la tierra:
sangre, fuego y vapor humeante.
20 Antes que llegue el día del Señor,
grande y glorioso,
el sol se convertirá en tinieblas
y la luna en sangre. #
Am 5,18-20.
21 Y todo el que invoque al Señor,
obtendrá la salvación.#Rm 10,13; 1 Co 1,2.
22Escuchad esto, israelitas: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios avaló ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que, como bien sabéis, Dios realizó entre vosotros por medio de él.#10,38; Mt 2,23; Lc 18,37; Jn 3,2 (ver Hch 14,3; 2 Co 12,12; Heb 2,4). 23Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano, y vosotros, valiéndoos de no creyentes, lo clavasteis en una cruz y lo matasteis.#3,15; 4,10; 5,30; 10,40; Lc 23,33 y par.; 24,6 y par.; Jn 19,18. 24Pero Dios lo ha resucitado, librándolo de las garras de la muerte. Y es que no era posible que la muerte dominase a aquel#ver 2 Sm 22,6; Sal 18,5; 116,3. 25a quien se refiere David cuando dice:
Sentía constantemente
al Señor junto a mí,
ya que está a mi lado
para impedir que caiga. # Sal 16,8-11 (ver Hch 13,35).
26 Por eso se alegra mi corazón,
canta gozosa mi lengua
y hasta mi cuerpo rebosa de esperanza.
27 Porque no me abandonarás al poder del abismo
ni permitirás que tu elegido se corrompa.
28 Me has enseñado el camino que conduce a la vida
y tu presencia me llenará de alegría.
29Hermanos, voy a hablaros con franqueza: a nadie se le oculta que nuestro antepasado David murió y fue enterrado; es más, su tumba se conserva todavía entre nosotros.#1 Re 2,10. 30Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido solemnemente que un descendiente de su misma sangre había de sucederle en el trono,#Sal 16,10; 132,11. 31previó la resurrección del Mesías cuando anunció que ni lo abandonaría al poder del abismo ni su cuerpo se corrompería. 32Pues bien, a este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello.#1,8. 33El poder de Dios lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como estáis viendo y oyendo.#1,4-5; Jn 14,16-17; 15,26. 34David no ascendió al cielo; sin embargo, dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha #
Sal 110,1.
35 hasta que yo ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies».
36Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien vosotros habéis crucificado.#17,3; 20,21; Mt 1,16; Lc 2,11; Rm 10,9; Flp 2,11.
Los primeros convertidos
37Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón; así que dijeron a Pedro y a los demás apóstoles:
—¿Qué debemos hacer, hermanos?#Lc 3,12-14; 10,25.
38Pedro les contestó:
—Convertíos y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de vuestros pecados. Entonces recibiréis, como don de Dios, el Espíritu Santo.#1,5; 3,19; 8,16; 10,48; Mt 3,2.8.11; Mc 1,15; Lc 3,3. 39Porque la promesa os corresponde a vosotros y a vuestros hijos, e incluso a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor, nuestro Dios.#Is 57,19.
40Con estas y otras muchas razones los instaba y animaba, diciendo:
—Poneos a salvo de este mundo corrupto.
41Los que aceptaron con agrado la invitación se bautizaron, y aquel día se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas.#2,47; 4,4; 5,14.
Vida de la primera comunidad cristiana
42Todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan y de participar en la oración.#4,32-35; 5,12-14 (ver 3,1; 9,36; 11,29; Lc 24,53). 43Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles. 44En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían. 45Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual. 46A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, en familia partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras. 47Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.
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