DANIEL DANIEL
DANIEL
INTRODUCCIÓN
La Biblia griega (LXX) ha puesto el libro de Daniel (=Dn) después de Ezequiel, es decir, entre los libros proféticos. La Biblia hebrea, en cambio, lo sitúa en la tercera parte del canon, en la sección correspondiente a los Escritos (véase Introducción a la Biblia). Esta última ubicación es muy significativa, porque el libro presenta numerosas características que lo distinguen de los demás escritos proféticos. Estas características permiten definirlo como una obra perteneciente a la literatura apocalíptica (véase la Introducción al Apocalipsis).
Los escritos apocalípticos tienen rasgos bien definidos de forma y contenido. Uno de los más notables desde el punto de vista literario es que suelen comunicar su mensaje por medio de visiones simbólicas. Estas visiones se presentan por lo general de manera imprevista, y producen en el vidente un fuerte impacto emocional (cf. Dn 7.28; 10.8,17) e incluso el desvanecimiento y la enfermedad física (8.27; 10.9; cf. Ap 1.17). De ahí las palabras de Daniel a la persona que se le manifiesta en la visión: ¿Cómo va a poder hablar contigo este siervo tuyo, si estoy completamente sin fuerzas y hasta me falta el aliento? (Dn 10.17).
En lo que respecta al contenido, los apocalipsis presentan el curso de la historia humana como un drama en dos actos. El primero se desarrolla aquí en la tierra. En esta etapa, el pueblo de Dios está sometido momentáneamente a los imperios del mundo presente, y estos pueden perseguir a los fieles e incluso infligirles el martirio (cf. 7.25). Pero al fin de los tiempos, cuando el Reino de Dios llegue de manera imprevista, desaparecerán todos los imperios terrenos, y el poder y la gloria de todos los reinos de la tierra serán dados al pueblo del Dios altísimo (7.27). Esta historia culminará con la resurrección de los muertos (12.1-3). Ya antes de Daniel, algunas profecías más antiguas, como Is 26.19 y Ez 37, habían empleado el lenguaje de la resurrección para referirse a la restauración nacional de Israel. Pero aquí se habla con toda claridad de la resurrección personal.
El libro de Daniel consta de dos partes bien diferenciadas. La primera (caps. 1–6) es de carácter narrativo y tiene como protagonista a un joven judío llamado Daniel. A este joven lo llevan de Jerusalén a Babilonia, y allí, con tres de sus amigos, recibe una educación especial para prestar servicios en la corte del rey Nabucodonosor. En la escuela de la corte real, aprende la lengua y la literatura de los caldeos (cf. 1.4), y muy pronto se destaca por su sabiduría extraordinaria: cuando falla la ciencia de los magos y adivinos, Daniel, gracias al Dios que revela las cosas profundas y secretas (2.22), logra descifrar el significado de los sueños e incluso es capaz de leer e interpretar una escritura misteriosa (5.24-28). Además, él y sus compañeros israelitas cumplen con toda fidelidad las prescripciones rituales del judaísmo, en particular las relativas al consumo de alimentos, y el Señor los recompensa dándoles una salud y un aspecto mejores que el de los jóvenes alimentados con la misma comida que se sirve al rey (1.8-16). Esta estricta fidelidad a la religión de sus padres hace que en repetidas ocasiones se vean sometidos a gravísimos peligros, pero el Señor los libera milagrosamente de todos los males.
Los relatos de esta primera parte manifiestan una evidente intención didáctica. Todos ellos hacen ver que la sabiduría de Dios es infinitamente superior a la sabiduría de los pueblos paganos, y que él tiene poder para salvar a sus fieles aun en las situaciones más peligrosas.
Luego viene la segunda sección (caps. 7–12), que contiene las visiones simbólicas propiamente dichas. Estas visiones desarrollan y amplían algunas ideas ya esbozadas en la primera parte, pero difieren de los textos narrativos por su contenido y por su expresión literaria.
La sección comienza con la visión de cuatro animales monstruosos que salen de lo profundo del mar. Los animales representan los imperios que se van sucediendo en el dominio del mundo, de manera que el simbolismo de la visión enlaza con el de la estatua en el sueño de Nabucodonosor (cap. 2). Estos imperios devoran la tierra y la destrozan (cf. 7.23), pero al final el Señor les arrebatará el poder, dejándolos completamente destruidos (7.26). Como consecuencia de esta intervención divina, la situación del mundo presente y de la condición humana cambiará radicalmente, porque ya nada podrá oponerse a la soberanía de Dios sobre la creación.
En lo que respecta a la fecha de composición del libro, las opiniones están divididas. Algunos piensan que fue redactado durante el exilio en Babilonia, y otros en la época de los macabeos (véase la Tabla cronológica). En favor de esta segunda fecha están las referencias bastante evidentes a la persecución del rey Antíoco$IV Epífanes. Más aún: el libro alude repetidamente a la profanación del templo de Jerusalén por parte de este monarca helenista, y a la consiguiente persecución de los israelitas (9.27; 11.30-35). Pero estas claras alusiones contrastan de manera notable con la vaga referencia a su muerte (11.45), acaecida en el 164 a.C. Esto hace pensar que la redacción definitiva del libro se llevó a cabo poco antes de la muerte de Antíoco$IV Epífanes, es decir, hacia el año 165 a.C.
El apocalipsis de Daniel fue escrito para su propio tiempo. El objetivo principal de su autor fue explicar a sus hermanos el sentido de la crisis que estaban padeciendo y animarlos a mantenerse fieles a Dios en medio de la persecución. Sin embargo, las enseñanzas que de él se desprenden pueden ayudarnos a entender la situación presente, ya que en las persecuciones a que se vio sometido el pueblo de Israel en tiempos de Antíoco$IV Epífanes se perfilan todas las pruebas futuras del pueblo de Dios. Tal es el sentido de la literatura apocalíptica.
De modo particular, el libro de Daniel es portador de un gran mensaje de esperanza. Con mucha frecuencia, el mal y la injusticia parecen triunfar en el mundo, pero Dios es el soberano de la historia. En el momento indicado, él establecerá su reino eterno, y así dará pleno cumplimiento al designio que se había fijado desde antes de la creación. Su voluntad soberana será reconocida, la corrupción dará paso a la incorruptibilidad, y los que guiaron a muchos por el camino recto, brillarán como la bóveda celeste (12.3).
El siguiente esquema resume el contenido del libro:
I. Primera parte (1–6)
II. Segunda parte (7–12)
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Sociedad Bíblica de España