Pero Dios, con su poder, arrastra a los poderosos;
cuando él se levanta, nadie tiene segura la vida.
Dios los deja sentirse seguros,
pero no les quita la vista de encima.
Por algún tiempo son exaltados,
pero luego dejan de existir;
son humillados y recogidos como hierba,
¡son cortados como espigas!