1 Samuel 30:1-9
1 Samuel 30:1-9 NVI
Al tercer día, David y sus hombres llegaron a Siclag, pero se encontraron con que los amalecitas habían invadido la región del Néguev y que, después de atacar e incendiar Siclag, habían tomado cautivos a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el más grande hasta el más pequeño. Sin embargo, no habían matado a nadie. Cuando David y sus hombres llegaron, encontraron que la ciudad había sido quemada, y que sus esposas, hijos e hijas habían sido llevados cautivos. David y los que estaban con él se pusieron a llorar y a gritar hasta quedarse sin fuerzas. También habían caído prisioneras dos esposas de David, la jezrelita Ajinoán y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. David se alarmó, pues la tropa hablaba de apedrearlo; y es que todos se sentían amargados por la pérdida de sus hijos e hijas. Pero cobró ánimo y puso su confianza en el SEÑOR su Dios. Entonces le dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ajimélec: ―Tráeme el efod. Tan pronto como Abiatar se lo trajo, David consultó al SEÑOR: ―¿Debo perseguir a esa banda? ¿Los voy a alcanzar? ―Persíguelos —le respondió el SEÑOR—. Vas a alcanzarlos, y rescatarás a los cautivos. David partió con sus seiscientos hombres hasta llegar al arroyo de Besor. Allí se quedaron rezagados