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1 CORINTIOS 9:1-19

1 CORINTIOS 9:1-19 BLP

¿No soy yo libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús, nuestro Señor? ¿No sois vosotros el fruto de mi trabajo en el Señor? Pase que otros no me reconozcan como apóstol, pero vosotros sí debéis reconocerme, pues sois el sello que garantiza mi apostolado en el Señor. Esta es precisamente mi defensa frente a mis detractores. ¿Acaso no tenemos derecho a alimentarnos? ¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como hacen los demás apóstoles, los hermanos del Señor y el mismo Pedro? ¿O es que Bernabé y yo somos los únicos obligados a realizar otros trabajos? ¿Cuándo se ha visto a un soldado hacer la guerra a costa de sus propios bienes? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Quién apacienta un rebaño y no se alimenta de su leche? Pero no quisiera alegar razones puramente humanas. Es la ley quien lo dice, la ley de Moisés en la que está escrito: No pongas bozal al buey que trilla. ¿Y esto lo dice Dios porque le preocupen los bueyes, o más bien refiriéndose a nosotros? Sin duda que está escrito en atención a nosotros, ya que, tanto el que ara como el que trilla, lo hacen con la esperanza de participar en la cosecha. Nosotros hemos sembrado bienes espirituales; ¿será mucho pedir que cosechemos de vosotros algún bien terreno? Si otros se consideran con derecho a ello, mucho más nosotros. Y, sin embargo, no hemos querido utilizar este derecho. Preferimos soportar lo que sea, a fin de no crear impedimento alguno al evangelio de Cristo. Bien sabéis que los ministros del culto viven de ese ministerio y que los que sirven al altar participan de las ofrendas que se hacen en él. De forma semejante, el Señor dispuso que quienes anuncian el evangelio vivan de esa tarea. Pero yo, ni he hecho uso de ninguno de esos derechos ni os escribo estas líneas para que me sean reconocidos. Prefiero morir antes que nadie me arrebate este motivo de orgullo. Pues anunciar el evangelio no es para mí un motivo de orgullo; es una necesidad que se me impone, ¡y pobre de mí si no anuncio el evangelio! Si realizara esta tarea por propia iniciativa, merecería una recompensa; pero si lo hago por obligación, como una tarea que se me ha encomendado, ¿dónde está entonces mi recompensa? Está en el hecho de anunciar gratuitamente el evangelio, sin hacer uso del derecho que me confiere el evangelio. Soy plenamente libre; sin embargo, he querido hacerme esclavo de todos para ganar a cuantos pueda.