2 CORINTIOS 2:5-17
2 CORINTIOS 2:5-17 BLP
Y si alguno ha sido causa de tristeza, lo ha sido no solo para mí, sino —en parte, al menos, para no exagerar— también para todos vosotros. La mayoría de vosotros ya le ha impuesto un castigo que considero suficiente. Lo que ahora procede es que le perdonéis y lo animéis no sea que el exceso de tristeza lo empuje a la desesperación. Por eso, os recomiendo que le deis pruebas de amor. Precisamente os escribí para comprobar si estabais dispuestos a obedecerme sin reservas. A quien vosotros perdonasteis, también yo le perdono; en realidad, lo que yo he perdonado —si algo he tenido que perdonar— lo he hecho por vosotros, y el mismo Cristo es testigo. Hay que evitar que Satanás saque partido de esto, conociendo como conocemos sus ardides. Me dirigí, pues, a Troas para anunciar el mensaje de Cristo y, aunque se me ofrecía allí una magnífica oportunidad de trabajar por el Señor, mi corazón estaba sobre ascuas al no encontrar allí a Tito, mi hermano. Así que me despedí de ellos y salí para Macedonia. Gracias sean dadas a Dios, que en todo momento nos asocia al cortejo triunfal de Cristo y que, valiéndose de nosotros, esparce por todas partes como suave aroma su conocimiento. Porque tanto entre los que se salvan como entre los que se pierden, somos como buen olor que Cristo ofrece a Dios: para los que se pierden, aroma que lleva inexorablemente a la muerte; para los que se salvan, fragancia que conduce a la vida. Y ¿quién estará a la altura de tan gran responsabilidad? Porque no somos como tantos otros que trafican con la palabra de Dios. Al contrario, en la presencia de Dios y unidos a Cristo decimos con sinceridad lo que Dios nos inspira.