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2 REYES 7

7
1Eliseo respondió:
—Escuchad la palabra del Señor, pues dice así: Mañana a estas horas en el mercado de Samaría una medida de harina costará un siclo y lo mismo costarán dos medidas de cebada.#7,18-19.
2El capitán, que era el brazo derecho del rey, respondió al profeta:
—Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo.
Eliseo replicó:
—¡Tú mismo lo verás, pero no lo catarás!
3A la entrada de la ciudad había cuatro leprosos comentando entre sí:
—¿Qué hacemos sentados aquí, esperando la muerte?#ver Lv 13,46. 4Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos de hambre allí dentro; y si nos quedamos aquí, moriremos también. Vamos, pues, a entrar en el campamento sirio: si nos dejan vivos, viviremos; y si nos matan, moriremos.
5Al anochecer se levantaron para entrar en el campamento sirio; pero, cuando llegaron a los límites del campamento, descubrieron que allí no había nadie.#ver 19,35. 6Resulta que el Señor había hecho resonar en el campamento sirio un estrépito de carros y caballos, el fragor de un gran ejército, y se habían dicho unos a otros: «Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y egipcios para que nos ataquen». 7Así que al anochecer habían emprendido la huida, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus burros y el campamento tal como estaba, para ponerse a salvo.
8Aquellos leprosos, que habían llegado a los límites del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron y se llevaron de allí plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo. Luego volvieron, entraron en otra tienda, se llevaron más cosas de allí y fueron también a esconderlas. 9Pero luego comentaron entre sí:
—No estamos actuando bien. Hoy es día de buenas noticias y nosotros nos las guardamos. Si esperamos a que amanezca, nos considerarán culpables. Vamos, pues, a informar a palacio.
10Cuando llegaron a la ciudad, llamaron a los centinelas y les informaron:
—Hemos entrado en el campamento sirio y allí no hay nadie, ni se oye a nadie; solo hay caballos y burros atados, y las tiendas tal como estaban.
11Los centinelas, a su vez, llamaron y dieron la noticia en palacio. 12El rey se levantó de noche y dijo a sus oficiales:
—Os voy a explicar lo que nos preparan los sirios: como sabían que estamos pasando hambre, han salido del campamento para esconderse en el campo, pensando atraparnos vivos y apoderarse de la ciudad cuando salgamos.
13Pero uno de los oficiales propuso:
—Enviemos a unos hombres con cinco de los caballos que aún nos restan a ver qué pasa, pues los que aún quedan en la ciudad van a correr la misma suerte que toda la multitud de israelitas que ya han perecido.
14Uncieron dos carros a los caballos y el rey los mandó seguir al ejército sirio, encargándoles:
—Id a ver qué pasa.
15Ellos siguieron su rastro hasta el Jordán y encontraron todo el camino lleno de ropa y de objetos que los sirios habían abandonado en su huida apresurada. Luego los emisarios regresaron a informar al rey. 16Inmediatamente la gente salió a saquear el campamento sirio. La medida de harina costaba un siclo y lo mismo, dos medidas de cebada, como había anunciado el Señor.
17El rey había encargado la vigilancia de la entrada al capitán que era su brazo derecho, pero el gentío lo atropelló en la entrada y murió, como había predicho el profeta cuando el rey bajó a verlo. 18En efecto, cuando el profeta dijo al rey: «Mañana a estas horas en el mercado de Samaría una medida de harina costará un siclo, y lo mismo costarán dos medidas de cebada», 19el capitán había replicado al profeta: «Eso no sucederá, ni aunque el Señor abra las compuertas del cielo». Y entonces el profeta le había respondido: «Tú mismo lo verás, pero no lo catarás». 20Y así sucedió: el gentío lo atropelló en la entrada y murió.

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