EFESIOS 3:1-19
EFESIOS 3:1-19 BLP
Por todo lo cual yo, Pablo, soy prisionero de Cristo Jesús por amor a vosotros, los de origen pagano. Sin duda estáis enterados de la misión que Dios, en su benevolencia, ha tenido a bien confiarme con respecto a vosotros. Fue una revelación de Dios la que me dio a conocer el plan secreto del que os he escrito más arriba brevemente. Leyéndolo podréis comprobar cuál es mi conocimiento de ese plan secreto realizado en Cristo. Se trata del plan que Dios tuvo escondido para las generaciones pasadas, y que ahora, en cambio, ha dado a conocer, por medio del Espíritu, a sus santos apóstoles y profetas. Un plan que consiste en que los paganos comparten la misma herencia, son miembros del mismo cuerpo y participan de la misma promesa que ha hecho Cristo Jesús por medio del evangelio, del que la gracia y el gran poder de Dios me han constituido servidor. A mí, que soy el más insignificante de todos los creyentes, se me ha concedido este privilegio: anunciar a los paganos la incalculable riqueza de Cristo y mostrar a todos cómo va cumpliéndose el plan secreto, que desde el principio de los siglos se hallaba escondido en Dios, creador de todas las cosas. Así, por medio de la Iglesia, los principados y potestades de los cielos tienen ahora conocimiento de la multiforme sabiduría divina, según el proyecto que desde la eternidad quiso Dios realizar en Cristo Jesús, Señor nuestro; gracias a él y mediante la fe, podemos acercarnos a Dios libre y confiadamente. No os sintáis, pues, acongojados, si me veis sufrir por vosotros; consideradlo, más bien, como motivo de gloria. Por todo lo cual me pongo de rodillas ante el Padre, origen de toda paternidad tanto en el cielo como en la tierra, y le pido que, conforme a la riqueza de su gloria, su Espíritu os llene de fuerza y energía hasta lo más íntimo de vuestro ser. Que Cristo habite, por medio de la fe, en el centro de vuestra vida y que el amor os sirva de cimiento y de raíz. Seréis así capaces de entender, en unión con todos los creyentes, cuán largo y ancho, cuán alto y profundo es el amor de Cristo; un amor que desborda toda ciencia humana y os colma de la plenitud misma de Dios.