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ISAÍAS 37:21-38

ISAÍAS 37:21-38 BLP

Isaías, hijo de Amós, envió este mensaje a Ezequías: —Así dice el Señor, Dios de Israel: He escuchado la súplica que me has dirigido a propósito de Senaquerib, rey de Asiria. Y esta es la palabra que el Señor pronuncia contra él: Te desprecia y se burla de ti una simple muchacha, la ciudad de Sion; te hace mofa a tus espaldas la ciudad de Jerusalén. ¿A quién insultas e injurias? ¿Contra quién levantas tu voz, alzando altanera la mirada? ¡Contra el Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor diciendo: «Gracias a mis carros numerosos he subido a las cumbres más altas, al corazón del Líbano; he talado sus cedros más esbeltos, sus más escogidos cipreses; me adentré en su lugar más oculto, en sus bosques más espesos. Alumbré y bebí aguas extranjeras, sequé bajo la planta de mis pies todos los ríos de Egipto». ¿Acaso no te has enterado de lo que tengo decidido hace tiempo? Lo he planeado desde antaño y ahora lo llevo a término; voy a reducir a montones de escombros todas las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, espantados y humillados, son como hierba del campo, como césped de pastizal, como verdín de los tejados, como mies agostada antes de sazón. Sé bien si te levantas o te sientas, conozco tus idas y venidas; cuando te enfureces contra mí. Puesto que ha llegado a mis oídos tu furia y tu arrogancia contra mí, pondré mi garfio en tu nariz y mi argolla en tu hocico, y te haré volver por el camino por donde habías venido. Y esto, Ezequías, te servirá de señal: este año comeréis lo que retoñe; y el siguiente, lo que nazca sin sembrar. Pero el tercer año sembraréis y cosecharéis; plantaréis viñas y comeréis sus frutos. El resto superviviente de Judá volverá a echar raíces por abajo y a producir fruto por arriba, pues un resto saldrá de Jerusalén y habrá supervivientes en el monte de Sion. El amor apasionado del Señor del universo lo cumplirá. Por eso, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad ni disparará flechas contra ella, no la cercará con escudos ni la asaltará con rampas. Volverá por donde vino y no entrará en esta ciudad —oráculo del Señor—. Protegeré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de David, mi servidor. El enviado del Señor irrumpió en el campamento asirio y mató a ciento ochenta y cinco mil soldados; al levantarse los asirios por la mañana, no había más que cadáveres. Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, regresó a Nínive y se quedó allí. Y un día, mientras estaba orando en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Saréser lo asesinaron y huyeron al país de Ararat. Su hijo Asaradón le sucedió como rey.

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