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JEREMÍAS 3:6-25

JEREMÍAS 3:6-25 BLP

Me dijo el Señor en tiempo del rey Josías: —¿Has visto lo que ha hecho la apóstata Israel? Ha recorrido todos los santuarios de los montes y se ha prostituido bajo todos los árboles frondosos. Yo me dije: «Después de hacerme todo lo que me ha hecho, volverá a mí». Pero no volvió. Y Judá, su hermana infiel, aunque vio que, debido a todos sus adulterios, yo había despedido a la apóstata Israel y le había dado el acta de divorcio, no tuvo miedo; así que su infiel hermana Judá siguió adelante y se prostituyó ella también. Y con la frivolidad de su prostitución, profanó el país y cometió adulterio con la piedra y con el leño. Y a pesar de todo ello, su infiel hermana Judá no volvió a mí con corazón sincero, sino fingidamente —oráculo del Señor. Me dijo el Señor: —Es más inocente la apóstata Israel que la infiel Judá. —Vete y proclama estas palabras en dirección al norte. Dirás: Vuelve, Israel, apóstata —oráculo del Señor—, que no os frunciré el ceño, porque yo soy bondadoso —oráculo del Señor— y no guardo rencor por siempre. Reconoce, sin embargo, tu culpa, tu rebeldía contra el Señor, tu Dios: prodigaste tus amores a extranjeros debajo de todo árbol frondoso, sin escuchar siquiera mi voz —oráculo del Señor. Volved, hijos apóstatas —oráculo del Señor—, que yo soy vuestro dueño. Voy a elegir uno de cada ciudad y dos de cada clan, y voy a traeros a Sion. Os daré los pastores que yo crea conveniente, y os apacentarán con profesionalidad y acierto. Cuando por aquel entonces os multipliquéis y fructifiquéis en el país —oráculo del Señor—, no volverán a nombrar el Arca de la alianza del Señor; no se recordará ni se hablará de ella. No la echarán de menos ni se construirá otra. Por aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono del Señor», y se congregarán en ella todas las naciones (en el nombre del Señor y en el de Jerusalén); y ya no seguirán a su obstinado y perverso corazón. En aquellos días, Judá caminará con Israel, y vendrán juntos de un país del norte a la tierra que di en heredad a vuestros antepasados. Yo había pensado: Voy a contarte entre mis hijos, te daré una tierra deliciosa, la heredad más hermosa de las naciones. Pensaba que me llamarías «Padre», que no te apartarías de mí. Pero igual que una esposa traiciona a su marido, así me traicionasteis, pueblo de Israel —oráculo del Señor—. Se escuchan voces por las dunas, el llanto suplicante de Israel, porque han equivocado su camino, han olvidado al Señor, su Dios. ¡Volved, hijos apóstatas, que voy a sanar vuestra apostasía! «Aquí estamos, venimos a ti, pues eres el Señor, nuestro Dios. ¡Qué mentira son las colinas, los montes son pura confusión! Solo en el Señor, nuestro Dios, está la salvación de Israel. La ignominia ha devorado, ya desde que éramos jóvenes, los logros de nuestros antepasados: sus ovejas y sus vacas, sus hijos y sus hijas. ¡Acostémonos en nuestra vergüenza, cubrámonos con nuestra deshonra! Desde que éramos jóvenes hasta hoy, nosotros, lo mismo que nuestros antepasados, hemos pecado contra el Señor, nuestro Dios, nos hemos negado a obedecerlo».

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