LAMENTACIONES 3:25-57
LAMENTACIONES 3:25-57 BLP
Es bueno el Señor con quien confía en él y lo busca. Es bueno esperar callado la salvación del Señor. Es bueno que el ser humano cargue el yugo desde niño, que aguante solo y callado pues el Señor se lo ha impuesto; que su boca bese el polvo por si aún queda esperanza; y que ofrezca su mejilla al que lo hiere y lo afrenta. Porque no ha de rechazarnos eternamente mi Dios: pues, aunque aflige, se apiada porque es inmenso su amor; que no disfruta afligiendo o humillando al ser humano. Si alguien pisotea a todos los cautivos de un país, si se agravia a un ser humano en presencia del Altísimo, o si se altera un proceso, ¿es que mi Dios no lo ve? ¿Quién dice algo y sucede si mi Dios no lo ha ordenado? ¿No salen males y bienes de la boca del Altísimo? ¿Por qué alguno se lamenta, si vive aunque haya pecado? Revisemos nuestras sendas y volvamos al Señor. Alcemos al Dios del cielo nuestras plegarias sinceras. Fuimos rebeldes e infieles, ¡por eso no perdonaste! Airado nos perseguiste, nos mataste sin piedad. Te ocultaste en una nube para no escuchar las súplicas. Nos convertiste en basura y desecho entre los pueblos. Nos provocan con insultos todos nuestros enemigos. Miedo y pánico es lo nuestro, desolación y fracaso. Mis ojos son ríos de lágrimas por la capital en ruinas. Mis ojos lloran sin tregua y no sentirán alivio hasta que el Señor se asome y mire desde los cielos. Siento dolor en mis ojos por mi ciudad y sus hijas. Los que me odian sin motivo me cazaron como a un pájaro. Me arrojaron vivo a un pozo, echándome encima piedras. Me sumergieron las aguas y me dije: «¡Estoy perdido!». Invoqué, Señor, tu nombre desde lo hondo del pozo. ¡Escucha mi voz, no cierres tu oído al grito de auxilio! Cuando llamé te acercaste y me dijiste: «¡No temas!».