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NEHEMÍAS 9:6-21

NEHEMÍAS 9:6-21 BLP

Tú eres el Señor, solo tú. Tú hiciste los cielos, lo más alto de los cielos y todos sus ejércitos; la tierra y cuanto hay en ella, los mares y todo cuanto hay en ellos. A todas las cosas das vida y te adoran los ejércitos del cielo. Tú eres el Señor, el Dios que escogió a Abrán, a quien sacaste de Ur de los Caldeos y pusiste por nombre Abrahán. Viste que te era fiel e hiciste alianza con él, para darle a él y a su linaje la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del fereceo, del jebuseo y del guirgaseo. Y siendo como eres leal, has cumplido tu palabra. Tú viste cómo sufrían nuestros antepasados en Egipto, escuchaste en el mar de las Cañas su clamor. Hiciste señales y prodigios contra el faraón y todos sus siervos, contra todo el pueblo de su tierra, porque pudiste comprobar con cuánta insolencia los trataban. Así te labraste una fama que hoy todavía perdura. Abriste el mar ante ellos y lo cruzaron a pie enjuto. Arrojaste a sus perseguidores al abismo como se lanza una piedra a las aguas turbulentas. Durante el día los guiaste mediante una columna de nube; por la noche los alumbrabas mediante una columna de fuego para que prosiguieran su camino. Descendiste al monte Sinaí y hablaste con ellos desde el cielo. Les diste normas justas, leyes verdaderas, buenos preceptos y estatutos. Les hiciste saber que el sábado es día consagrado a ti. Por medio de tu siervo Moisés les procuraste mandamientos, unos estatutos y una ley. Para su hambre, les diste pan del cielo; para su sed, agua brotada de la peña. Les dijiste que entraran a poseer la tierra, que habías jurado solemnemente regalarles. Pero nuestros antepasados actuaron con soberbia y desoyeron, tercos, tus mandatos. No quisieron escucharte, no se acordaron de las maravillas que hiciste en su favor; rebeldes y tozudos, se empeñaron en regresar a su situación de esclavitud. Pero tú eres un Dios que perdona, un Dios clemente y compasivo, lento a la ira y rico en amor. Así que no los abandonaste, ni siquiera cuando se hicieron un becerro fundido y proclamaron: «Este es el dios que te sacó de Egipto», cometiendo así un tremendo pecado. Tú, por tu inmensa ternura, no los abandonaste en el desierto. No les faltó la columna de nube para guiarlos por el camino durante el día, ni la columna de fuego, para alumbrar por la noche la senda que debían recorrer. Les diste tu buen espíritu y de esa manera los instruiste; no retiraste tu maná de su boca, y para su sed los abasteciste de agua. Los sustentaste en el desierto y nada echaron en falta: no envejecieron sus vestidos, ni se hincharon sus pies.