SALMOS 139:1-24
SALMOS 139:1-24 BLP
Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto, tú, desde lejos, conoces mis pensamientos. Distingues si camino o reposo, todas mis sendas te son familiares. No está aún la palabra en mi lengua y tú, Señor, la conoces bien. Me rodeas por delante y por detrás, posas tu mano sobre mí. Me supera este saber admirable, tan elevado que no puedo entenderlo. ¿A dónde iré lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré lejos de tu presencia? Si subo al cielo, allí estás tú; si bajo al reino de los muertos, estás allí; si me elevo en alas de la aurora y me instalo en el confín del mar, también allí me guía tu mano, tu diestra me controla. Si digo: «Que me cubra la tiniebla, que la luz se haga noche en torno a mí», tampoco para ti es oscura la tiniebla; la noche es luminosa como el día, pues como la luz, así es para ti la oscuridad. Tú creaste mis entrañas, en el seno de mi madre me tejiste. Te alabo, pues me asombran tus portentos, son tus obras prodigiosas: lo sé bien. Tú nada desconocías de mí, que fui creado en lo oculto, tejido en los abismos de la tierra. Veían tus ojos cómo me formaba, en tu libro estaba todo escrito; estaban ya trazados mis días cuando aún no existía ni uno de ellos. ¡Qué profundos me son tus pensamientos, Dios mío, qué numerosos todos juntos! Los contaría, pero son más que la arena; yo me despierto y tú sigues conmigo. Dios mío, ¡ojalá abatieras al malvado! Que los sanguinarios se alejen de mí: esos enemigos que te injurian, que juran en falso contra ti. Señor, ¿no voy a odiar a quienes te odian?, ¿no voy a aborrecer a tus enemigos? Yo los odio intensamente, ellos son mis adversarios. Sondéame, oh Dios, conoce mi corazón, pruébame, penetra mis pensamientos; mira si me conduzco mal y guíame por el camino eterno.