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1 REYES 12:1-30

1 REYES 12:1-30 RV2020

Roboam fue a Siquem, porque todo Israel había ido allí para hacerlo rey. Aconteció que lo supo Jeroboam hijo de Nabat, que aún estaba en Egipto, adonde había huido del rey Salomón, y donde vivía. Enviaron a llamarlo, y él se presentó con toda la congregación de Israel, y le dijeron a Roboam: —Tu padre nos impuso un yugo pesado. Si tú aligeras ahora la dura servidumbre y el yugo que tu padre nos impuso, nosotros te serviremos. Él les respondió: —Marchaos, y de aquí a tres días volved a mí. Y el pueblo se fue. Entonces el rey Roboam pidió consejo de los ancianos que habían servido a su padre Salomón cuando vivía, y dijo: —¿Cómo aconsejáis vosotros que responda a este pueblo? Ellos le hablaron así: —Si te pones hoy al servicio de este pueblo, lo sirves y le respondes con buenas palabras, ellos te servirán para siempre. Pero él desechó el consejo que los ancianos le habían dado, y pidió consejo a los jóvenes que se habían criado con él y estaban a su servicio. Y les preguntó: —¿Cómo aconsejáis vosotros que respondamos a este pueblo que me ha dicho: «Alivia en algo el yugo que tu padre nos impuso»? Entonces los jóvenes que se habían criado con él le respondieron: —Así hablarás a este pueblo que te ha dicho estas palabras: «Tu padre agravó nuestro yugo, pero tú alívialo en algo»; esto les responderás: «El menor de mis dedos es más grueso que la cintura de mi padre. Ahora, pues, mi padre os cargó con un pesado yugo, pero yo lo haré más pesado aún; mi padre os castigó con azotes, pero yo os castigaré con escorpiones». Al tercer día, se presentó Jeroboam con todo el pueblo ante Roboam, según el rey lo había mandado, cuando dijo: —Regresad a verme al tercer día. Y el rey respondió al pueblo duramente, pues desechó el consejo que los ancianos le habían dado, y habló conforme al consejo de los jóvenes. Así les dijo: —Mi padre agravó vuestro yugo, pero yo lo haré más pesado aún; mi padre os castigó con azotes, pero yo os castigaré con escorpiones. De modo que no oyó el rey al pueblo, pues era un designio del Señor para confirmar la palabra que había dado a Jeroboam hijo de Nabat por medio de Ahías, el silonita. Cuando todo el pueblo vio que el rey no había atendido su solicitud, le respondió con estas palabras: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos herencia en el hijo de Isaí. ¡Israel, cada uno a sus tiendas! ¡David, mira ahora por tu casa! Entonces Israel se fue a sus tiendas, mientras Roboam reinaba sobre los hijos de Israel que habitaban en las ciudades de Judá. Cuando el rey Roboam envió a Adoram, que estaba encargado de los tributos, todo Israel lo apedreó hasta matarlo. Entonces el rey Roboam se apresuró a subirse en un carro y huir a Jerusalén. Así se apartó Israel de la casa de David hasta hoy. Aconteció que al oír todo Israel que Jeroboam había vuelto, enviaron a llamarlo a la congregación y lo hicieron rey de todo Israel, sin quedar tribu alguna que siguiera a la casa de David, sino solo la tribu de Judá. Cuando Roboam llegó a Jerusalén reunió a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, ciento ochenta mil hombres, todos guerreros escogidos, con el fin de hacer la guerra a la casa de Israel y devolver el reino a Roboam hijo de Salomón. Pero el Señor dijo a Semaías, hombre de Dios: —Habla a Roboam hijo de Salomón, rey de Judá, a toda la casa de Judá y de Benjamín, y a los demás del pueblo, y diles: «Así ha dicho el Señor: No vayáis, ni peleéis contra vuestros hermanos, los hijos de Israel; volveos cada uno a su casa, porque esto es obra mía». Al oír ellos la palabra de Dios, regresó cada uno a su casa, conforme a la palabra del Señor. Entonces reedificó Jeroboam a Siquem en los montes de Efraín, y habitó en ella. Luego salió de allí y reedificó a Penuel. Pero Jeroboam pensó en su corazón: «Ahora, la casa de David recuperará el reino si este pueblo sube a ofrecer sacrificios en la casa del Señor en Jerusalén, porque el corazón de este pueblo se volverá a su señor Roboam, rey de Judá, me matarán a mí y se volverán a Roboam, rey de Judá». Después de tomar consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al pueblo: —Ya habéis subido bastante a Jerusalén. Aquí están tus dioses, Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto. Entonces puso uno en Bet-el y el otro en Dan. Esto fue causa de pecado, porque el pueblo iba a adorar delante de uno de ellos hasta Dan.