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1 REYES 18:29-46

1 REYES 18:29-46 RV2020

Pasó el mediodía y ellos continuaron su griterío frenético hasta la hora de ofrecer el sacrificio, pero no se escuchó ninguna voz, ni hubo quien respondiera ni escuchara. Entonces dijo Elías a todo el pueblo: —Acercaos a mí. Todo el pueblo se le acercó, y Elías arregló el altar del Señor que estaba arruinado. Tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra del Señor que decía: «Israel será tu nombre», y edificó con las piedras un altar al nombre del Señor. Después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó la leña, cortó el buey en pedazos, lo puso sobre la leña, y dijo: —Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. —Hacedlo otra vez, —dijo; y lo hicieron otra vez. —Hacedlo la tercera vez —dijo de nuevo; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también llenaba la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecer el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: —Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu siervo y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Señor, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, Señor, eres Dios, y que tú haces que su corazón se vuelva hacia ti. Entonces cayó fuego del Señor y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y hasta lamió el agua que estaba en la zanja. Al ver esto, todos se postraron y dijeron: —¡El Señor es Dios, el Señor es Dios! Entonces Elías les dijo: —Apresad a los profetas de Baal para que no escape ninguno. Ellos los apresaron y Elías los condujo al arroyo de Cisón y allí los degolló. Entonces Elías dijo a Acab: —Sube, come y bebe; porque ya se oye el ruido de la lluvia. Acab subió a comer y a beber. Pero Elías ascendió a la cumbre del Carmelo y, postrado en tierra, puso el rostro entre las rodillas. Luego dijo a su criado: —Sube ahora y mira hacia el mar. Él subió, miró y dijo: —No hay nada. Pero Elías le ordenó de nuevo: —Vuelve siete veces. A la séptima vez el criado dijo: —Veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Elías dijo: —Ve y dile a Acab: «Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te lo impida». Entre tanto, aconteció que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo un gran aguacero. Acab subió a su carro y se fue a Jezreel. Pero la mano del Señor estaba sobre Elías, que se ciñó la ropa a la cintura y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel.