Logo de YouVersion
Icono de búsqueda

1 SAMUEL 17:1-51

1 SAMUEL 17:1-51 RV2020

Los filisteos reunieron sus ejércitos para la guerra, se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También Saúl y los hombres de Israel se reunieron, acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos. Los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, de modo que el valle quedaba entre ellos. Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín llamado Goliat, oriundo de Gat, el cual medía unos tres metros de altura. Llevaba un casco de bronce en su cabeza y vestía una coraza de malla también de bronce, que pesaba cincuenta y cinco kilos. En sus piernas tenía canilleras de bronce y una jabalina de bronce a la espalda. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y la punta de su lanza era de hierro y pesaba unos seis kilos. Delante de él iba su escudero. Goliat se paró y dio voces a los escuadrones de Israel: —¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él puede pelear conmigo y me vence, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo puedo más que él y lo venzo, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. Hoy yo he desafiado —añadió el filisteo— al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. Al escuchar Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron mucho miedo. David era hijo de aquel hombre efrateo, oriundo de Belén de Judá, llamado Isaí, el cual tenía ocho hijos. En tiempos de Saúl este hombre era ya viejo, de edad muy avanzada, y los tres hijos mayores de Isaí se habían ido a la guerra para seguir a Saúl. Los nombres de sus tres hijos que se habían ido a la guerra eran: Eliab, el primogénito, el segundo, Abinadab, y el tercero, Sama. David era el menor. Siguieron, pues, los tres mayores a Saúl, pero David había ido y vuelto, tras dejar a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén. Salía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días. Y dijo Isaí a David, su hijo: —Toma ahora para tus hermanos un efa de este grano tostado y estos diez panes; llévalo pronto al campamento a tus hermanos. Estos diez quesos de leche los llevarás al jefe de los mil; fíjate si tus hermanos están bien y trae algo de ellos como prenda. Mientras tanto, Saúl, los hermanos de David, y todos los de Israel, estaban en el valle de Ela, en armas contra los filisteos. Se levantó, pues, David de mañana, dejó las ovejas al cuidado de un guarda, y se fue con su carga como Isaí le había mandado. Llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla y daba el grito de combate. Se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos, ejército frente a ejército. Entonces David dejó su carga en manos del que guardaba las provisiones, y corrió al ejército; cuando llegó preguntó a sus hermanos cómo estaban. Mientras hablaba con ellos, aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, llamado Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y dijo las mismas palabras, de modo que lo oyó David. Todos los hombres de Israel que veían a aquel hombre huían de su presencia y sentían gran temor. Y cada uno de los de Israel decía: —¿No habéis visto a aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que lo venza, el rey le proporcionará grandes riquezas, le dará a su hija y eximirá de impuestos a la casa de su padre en Israel. Entonces habló David a los que estaban junto a él: —¿Qué harán al hombre que venza a este filisteo y quite el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? El pueblo le repitió las mismas palabras: «Así se hará al hombre que lo venza». Al oírlo hablar de esa forma con aquellos hombres, Eliab, su hermano mayor, se encendió en ira contra David y le dijo: —¿A qué has venido? ¿Con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón; has venido para ver la batalla. —¿Qué he hecho yo ahora? Solo estaba preguntando —dijo David. Y se apartó de él, se dirigió a otros y les preguntó de igual manera; y el pueblo le dio la misma respuesta de antes. Fueron oídas las palabras que había dicho David, y se lo contaron a Saúl, que lo hizo venir. Dijo David a Saúl: —Que nadie se desanime a causa de ese; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. Dijo Saúl a David: —Tú no podrás ir contra aquel filisteo, y pelear con él, porque eres un muchacho, mientras que él es un hombre de guerra desde su juventud. David respondió a Saúl: —Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre. Cuando venía un león o un oso, y se llevaba algún cordero del rebaño, salía yo tras él, lo hería y se lo arrancaba de la boca; y si me atacaba, le echaba mano a la quijada, lo hería y lo mataba. Ya fuera león, o fuera oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. El Señor —añadió David—, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de manos de este filisteo. Dijo Saúl a David: —Ve, y que el Señor sea contigo. Saúl vistió a David con sus ropas, puso sobre su cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza. Ciñó David la espada sobre sus vestidos y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: —No puedo andar con esto, pues nunca lo he practicado. Entonces David se quitó aquellas cosas. Luego tomó en la mano su cayado y escogió cinco piedras lisas del arroyo y las metió en su zurrón y, con su honda en la mano, se acercó al filisteo. El filisteo avanzó y se acercó a David, precedido de su escudero. Cuando el filisteo miró y vio a David, no lo tomó en serio, porque era apenas un muchacho, rubio y de hermoso parecer. El filisteo dijo a David: —¿Soy yo un perro, para que vengas contra mí con palos? Y maldijo a David con una invocación a sus dioses. Dijo luego el filisteo a David: —Ven hacia mí y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Entonces dijo David al filisteo: —Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina; pero yo voy contra ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. El Señor te entregará hoy en mis manos, yo te venceré y te cortaré la cabeza. Y hoy mismo entregaré tu cuerpo y los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay Dios en Israel. Y toda esta congregación sabrá que el Señor no salva con espada ni con lanza, porque del Señor es la batalla y él os entregará en nuestras manos. Aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Metió David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, la tiró con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y cayó a tierra sobre su rostro. Así venció David al filisteo con honda y piedra. Hirió al filisteo y lo mató, sin tener David una espada en sus manos. Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; tomó su espada, la sacó de la vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Cuando los filisteos vieron muerto a su paladín, huyeron.