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1 SAMUEL 30:1-18

1 SAMUEL 30:1-18 RV2020

Cuando David y sus hombres llegaron al tercer día a Siclag, los de Amalec habían invadido el Neguev y Siclag, habían asolado Siclag y le habían prendido fuego. Se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor, pero a nadie habían dado muerte, sino que se los llevaron y siguieron su camino. Llegó, pues, David con los suyos a la ciudad, y se encontró que estaba quemada, y que sus mujeres, sus hijos e hijas, habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que lo acompañaba lloraron a voz en cuello, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar. Las dos mujeres de David, Ahinoam jezreelita y Abigail, la que fue mujer de Nabal, el de Carmel, también habían sido llevadas cautivas. David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues el alma de todo el pueblo estaba llena de amargura, cada uno por sus hijos y por sus hijas. Pero David halló fortaleza en el Señor, su Dios, y dijo al sacerdote Abiatar hijo de Ahimelec: —Te ruego que me acerques el efod. Abiatar acercó el efod a David, y David consultó al Señor: —¿Perseguiré a esta banda de salteadores? ¿Los podré alcanzar? Él le dijo: —Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y sin duda librarás a los cautivos. Partió, pues, David, junto a los seiscientos hombres que lo acompañaron, y llegaron hasta el torrente de Besor, donde se quedaron algunos. David siguió adelante con cuatrocientos hombres; pues se quedaron atrás doscientos que, cansados, no pudieron pasar el torrente de Besor. Hallaron en el campo a un egipcio, el cual trajeron ante David, le dieron pan y comió, y le dieron a beber agua. También le dieron un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Luego que comió, se sintió reanimado, pues no había comido pan ni bebido agua durante tres días y tres noches. Entonces David le preguntó: —¿A quién perteneces, y de dónde eres? El joven egipcio respondió: —Soy esclavo de un amalecita, y mi amo me abandonó hace tres días porque estaba enfermo. Hicimos una incursión a la parte del Neguev que pertenece a los cereteos, al de Judá, y al Neguev de Caleb. También incendiamos Siclag. —¿Me llevarás tú adonde está esa tropa? —le preguntó David. —Júrame por Dios que no me matarás, ni me entregarás en manos de mi amo, y te llevaré adonde está esa gente —dijo él. Lo llevó, pues; y los encontraron desparramados sobre toda aquella tierra; comían, bebían y hacían fiesta, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá. Y David los batió desde aquella mañana hasta la tarde del día siguiente. Ninguno de ellos escapó, salvo cuatrocientos jóvenes que montaron sobre los camellos y huyeron. David rescató todo lo que los amalecitas habían tomado, y libró asimismo a sus dos mujeres.