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2 REYES 19:1-32

2 REYES 19:1-32 RV2020

Cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestidos, se cubrió con vestiduras ásperas y entró en la casa del Señor. Y envió a Eliaquim, el mayordomo, a Sebna, el escriba, y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de ropas ásperas, a ver al profeta Isaías hijo de Amoz, para que le dijeran: —Así ha dicho Ezequías: «Este día es día de angustia, de reprensión y de blasfemia, porque los hijos están a punto de nacer y la que da a luz no tiene fuerzas. Quizá oirá el Señor, tu Dios, todas las palabras del copero mayor, a quien el rey de los asirios, su señor, ha enviado para blasfemar contra el Dios viviente y para insultar con palabras, que el Señor, tu Dios, ha oído. Por tanto, eleva una oración por el remanente que aún queda». Cuando los siervos del rey Ezequías llegaron a ver a Isaías, este les respondió: —Así diréis a vuestro señor: «Así ha dicho el Señor: No temas por las palabras que has oído, con las que han blasfemado contra mí los siervos del rey de Asiria. Mira, voy a poner en él un espíritu, oirá un rumor, se volverá a su tierra y allí le haré caer a espada». El copero mayor regresó y se encontró al rey de Asiria que combatía contra Libna, pues oyó que se había ido de Laquis. Allí el rey de Asiria se enteró de que Tirhaca, rey de Etiopía, había salido para hacerle guerra, y volvió a enviar embajadores a Ezequías con este mensaje: —Así diréis a Ezequías, rey de Judá: «Que no te engañe el Dios en quien tú confías, ni te diga: Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. Has oído lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras que han destruido. ¿Vas a escapar tú? ¿Acaso libraron sus dioses a las naciones que mis padres destruyeron, esto es, a Gozán, Harán, Resef, y a los hijos de Edén que estaban en Telasar? ¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva?». Ezequías tomó la carta de manos de los embajadores. Después de leerla, subió a la casa del Señor y la extendió delante del Señor. Entonces oró Ezequías delante del Señor: —Señor, Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. Tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina, Señor, tu oído y oye; abre, Señor, tus ojos y mira. Oye las palabras que Senaquerib ha enviado a decirme para blasfemar contra el Dios viviente. Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras, y que han echado al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos humanas, de madera o de piedra, y por eso los han destruido. Ahora, pues, Señor, Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de sus manos, para que sepan todos los reinos de la tierra que solo tú, Señor, eres Dios. Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: —Así ha dicho el Señor, Dios de Israel: He oído lo que me pediste acerca de Senaquerib, rey de Asiria. Esta es la palabra que el Señor ha pronunciado acerca de él: La virgen, hija de Sion, te menosprecia, se burla de ti; a tus espaldas mueve su cabeza la hija de Jerusalén. ¿A quién has insultado y contra quién has blasfemado?, ¿contra quién has alzado la voz y levantado con altanería tus ojos? Contra el Santo de Israel. Por medio de tus mensajeros has insultado al Señor y has dicho: «Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a lo más inaccesible del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses más escogidos; me alojaré en sus más remotos lugares, en el bosque de sus fértiles campos. He cavado y bebido las aguas extrañas, he secado con las plantas de mis pies todos los ríos de Egipto». ¿Pero nunca oíste que desde tiempos antiguos yo lo hice, y que desde los días de la antigüedad lo tengo ideado? Pues ahora lo he hecho venir: Tú causarás desolaciones, y reducirás las ciudades fortificadas a montones de escombros. Sus habitantes, impotentes, fueron acobardados y confundidos; vinieron a ser como la hierba del campo, como hortaliza verde, como musgo de los tejados, que se marchita antes de madurar. He conocido tu situación, todos tus movimientos, y tu furor contra mí. Por cuanto te has airado contra mí, por cuanto tu arrogancia ha subido a mis oídos, voy a poner mi garfio en tu nariz y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste. Esto te daré por señal, Ezequías: Este año comeréis lo que crezca por sí mismo, y el segundo año lo que nazca también sin haber sembrado. Pero al tercer año sembraréis y segaréis, plantaréis viñas y comeréis el fruto de ellas. Lo que haya escapado, lo que haya quedado de la casa de Judá, volverá a echar raíces por debajo y llevará frutos por arriba. Porque de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sion los que se salven. El celo del Señor de los ejércitos hará esto. Por tanto, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni lanzará flechas en ella; ni la enfrentará con escudo, ni levantará contra ella un baluarte.