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2 PEDRO 3:1-16

2 PEDRO 3:1-16 RV2020

Amados, esta es la segunda carta que os escribo. En ambas he apelado a los recuerdos para despertar en vosotros, vuestra recta manera de pensar, y que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador, dado por vuestros apóstoles. Sabed ante todo que en los últimos días vendrán charlatanes, que vivirán de acuerdo a sus propios malos deseos y dirán: «¿Dónde está la promesa de su regreso? Porque desde el día en que los padres murieron, todo sigue igual que al principio de la creación». Estos ignoran a propósito que en el tiempo antiguo los cielos fueron hechos por la palabra de Dios y también la tierra, la cual proviene del agua y por medio del agua subsiste. Por eso el mundo de entonces pereció anegado en agua. Por esa misma palabra son preservados los cielos y la tierra que existen ahora, reservados para el fuego, en el día del juicio y de la destrucción de los malvados. De cualquier modo, amados, no ignoréis una cosa, y es que para el Señor un día es como mil años y mil años son como un día. El Señor no retarda su promesa, tal como algunos piensan, sino que es paciente con nosotros, pues no quiere que ninguno perezca, sino que todos se arrepientan. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche. En ese día los cielos desaparecerán en medio de un gran estruendo, los elementos del mundo arderán y serán reducidos a cenizas, y la tierra, junto con todo lo que hay en ella, será quemada. Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas, conviene que vuestra manera de vivir sea santa y piadosa, mientras esperáis con ansias la venida del día de Dios. Ese día, los cielos arderán y serán destruidos, y los elementos se derretirán por el calor del fuego. Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales habita la justicia. Por eso, amados, mientras esperáis que estas cosas sucedan, haced todo lo posible para ser hallados en paz, intachables e irreprensibles. Y tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor es para salvación. Así os ha escrito también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada. En casi todas sus epístolas habla de estos temas, aunque hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inconstantes tuercen, como hacen también con las otras Escrituras, para su propia perdición.

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