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2 SAMUEL 13:1-36

2 SAMUEL 13:1-36 RV2020

Absalón hijo de David tenía una hermana muy hermosa, llamada Tamar. Y aconteció que Amnón hijo de David se enamoró de ella. Estaba Amnón tan angustiado que enfermó a causa de su hermana Tamar, pues, por ser ella virgen, le parecía a Amnón que sería difícil hacerle cosa alguna. Y tenía Amnón un amigo llamado Jonadab, hijo de Simea, hermano de David. Jonadab era un hombre muy astuto, y le dijo: —Hijo del rey, ¿por qué enflaqueces de día en día? ¿No me lo revelarás a mí? Amnón le respondió: —Amo a Tamar, la hermana de mi hermano Absalón. Jonadab le dijo: —Métete en tu cama y finge que estás enfermo; cuando tu padre venga a visitarte, dile: «Te ruego que Tamar, mi hermana, venga a darme de comer; que prepare alguna vianda delante de mí para que yo la vea y ella misma me la sirva». Se acostó, pues, Amnón, y fingió que estaba enfermo. El rey vino a visitarlo, y Amnón le dijo: —Te ruego que venga mi hermana Tamar a preparar delante de mí dos hojuelas, y me las sirva con sus propias manos. Entonces David envió a decir a Tamar a su casa: —Ve ahora a casa de Amnón, tu hermano, y hazle de comer. Tamar fue a casa de su hermano Amnón, que estaba acostado; tomó harina, la amasó, hizo hojuelas delante de él y las coció. Tomó luego la sartén y las sacó delante de él; pero él no quiso comer, sino que dijo: —Echad fuera de aquí a todos. Y todos salieron de allí. Entonces Amnón dijo a Tamar: —Trae la comida a la alcoba y dame de comer con tus manos. Tamar tomó las hojuelas que había preparado y las llevó a su hermano Amnón a la alcoba. Cuando se las puso delante para que comiera, él la sujetó y le dijo: —Ven, hermana mía, acuéstate conmigo. Ella entonces le respondió: —No, hermano mío, no me fuerces, pues esto no se debe hacer en Israel. No cometas tal infamia. Porque ¿adónde iría yo con mi deshonra? Y aun tú serías estimado como un perverso en Israel. Te ruego pues, ahora, que hables al rey; él no se negará a entregarme a ti. Pero él no la quiso oír y, como tenía más fuerza que ella, la violentó y se acostó con ella. Después Amnón la aborreció tan terriblemente, que el odio con que la despreció fue mayor que la pasión con que la había deseado. Y le dijo Amnón: —Levántate y vete. Ella le respondió: —No hay razón; mayor mal es este de arrojarme, que el que me has hecho. Pero él no la quiso oír, sino que llamó al criado que le servía, y le dijo: —Echa fuera de aquí a esa mujer, y luego cierra la puerta. Llevaba ella un vestido de diversos colores, traje que vestían las hijas vírgenes de los reyes. Su criado, pues, la echó fuera, y cerró la puerta tras ella. Entonces Tamar tomó ceniza y la esparció sobre su cabeza, rasgó el vestido de diversos colores que tenía puesto y, con las manos sobre la cabeza, se fue gritando. Su hermano Absalón le dijo: —¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Pues calla ahora, hermana mía; es tu hermano. Que no se angustie tu corazón por esto. Tamar se quedó desconsolada en casa de su hermano Absalón. Cuando el rey David oyó todo esto, se enojó mucho. Pero Absalón no dijo a Amnón ni malo ni bueno, aunque Absalón aborrecía a Amnón porque había forzado a su hermana Tamar. Pasados dos años, Absalón, que tenía esquiladores en Baal-hazor, junto a Efraín, convidó a todos los hijos del rey. Se presentó Absalón al rey, y le dijo: —Tu siervo tiene ahora esquiladores; ruego que vengan el rey y sus siervos con tu siervo. El rey respondió a Absalón: —No, hijo mío, no vamos todos, para que no te seamos gravosos. Aunque porfió con él, el rey no quiso ir, pero lo bendijo. Entonces dijo Absalón: —Pues si no, te ruego que venga con nosotros Amnón, mi hermano. —¿Para qué ha de ir contigo? —le respondió el rey. Pero como Absalón insistía, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey. Absalón había dado orden a sus criados: —Os ruego que miréis cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino; y al decir yo: «Herid a Amnón», entonces matadlo. No temáis, pues yo os lo he mandado. Esforzaos, pues, y sed valientes. Los criados de Absalón hicieron con Amnón como Absalón les había mandado. Entonces se levantaron todos los hijos del rey, montó cada uno en su mula, y huyeron. Aún estaban en camino cuando llegó a David un rumor que decía: —Absalón ha dado muerte a todos los hijos del rey; ninguno de ellos ha quedado con vida. Se levantó entonces David, rasgó sus vestidos y se tendió en el suelo; todos los criados que estaban junto a él, también se rasgaron los vestidos. Pero Jonadab, hijo de Simea, hermano de David, habló y dijo: —No diga mi señor que han dado muerte a todos los jóvenes hijos del rey, pues solo Amnón ha muerto; porque por mandato de Absalón había sido esto determinado desde el día en que Amnón forzó a su hermana Tamar. Por tanto, ahora no haga caso mi señor, el rey, de ese rumor que dice: «Todos los hijos del rey han muerto», pues solo Amnón ha muerto, y Absalón ha huido. Entre tanto, alzó sus ojos el joven que estaba de atalaya, miró y vio a mucha gente que venía por el camino que estaba a sus espaldas, del lado del monte. Entonces dijo Jonadab al rey: —Son los hijos del rey, que vienen; tal como tu siervo había dicho. Cuando acabó de hablar, llegaron los hijos del rey, quienes alzaron su voz y lloraron. También el mismo rey y todos sus siervos lloraron con muy grandes lamentos.