HECHOS 14:1-18
HECHOS 14:1-18 RV2020
En Iconio entraron juntos en la sinagoga de los judíos y hablaron con tal persuasión que muchos judíos y griegos creyeron. Mas los judíos incrédulos incitaron a los gentiles y envenenaron su ánimo contra los hermanos. Sin embargo, Pablo y Bernabé se detuvieron allí mucho tiempo y hablaban con valentía, confiados en el Señor. Y el Señor confirmaba el mensaje de su gracia concediendo que se obrasen señales y prodigios por medio de ellos. La gente de la ciudad se dividió: unos estaban con los judíos y otros con los apóstoles. Los judíos y los gentiles, juntamente con sus gobernantes, tramaron maltratar y apedrear a Pablo y Bernabé, mas ellos, dándose cuenta, huyeron a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia, y a las regiones cercanas, donde continuaron predicando el evangelio. En Listra había un hombre cojo de nacimiento. Jamás había podido andar. Estaba sentado oyendo hablar a Pablo, cuando este se fijó en él y percibió que aquel hombre tenía la fe necesaria para ser sanado, le dijo a gran voz: —¡Levántate. Ponte derecho sobre tus pies! Él dio un salto y comenzó a andar. La gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz y dijo en lengua licaónica: —¡Dioses con forma humana han bajado a visitarnos! A Bernabé le llamaron Zeus, y como Pablo era el portavoz, a él lo llamaron Hermes. El sacerdote de Zeus, cuyo templo estaba frente a la ciudad, llevó ante las puertas de la ciudad toros y guirnaldas. Quería, juntamente con la muchedumbre, ofrecerles sacrificios. Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron esto, rasgaron sus ropas y corrieron entre la multitud diciendo a gritos: —¿Qué vais a hacer? Nosotros somos hombres de carne y hueso, como vosotros, que os anunciamos la buena noticia para que dejéis esas vanas prácticas y os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay. En las épocas pasadas él ha dejado a todas las gentes andar por sus propios caminos, aunque no dejó de dar testimonio de sí mismo, haciendo bien, dándoos lluvias del cielo y tiempos fructíferos y llenando de sustento y de alegría vuestros corazones. Diciendo estas cosas, apenas lograban impedir que la multitud les ofreciera sacrificios.