HECHOS 5:25-42
HECHOS 5:25-42 RV2020
Hasta que alguien llegó con esta información: —Los hombres que pusisteis en la cárcel están en el templo de pie y enseñando al pueblo. Entonces fue el jefe de la guardia con sus hombres y los trajo sin violencia, por temor a ser apedreados por el pueblo. Una vez presentados ante el Concilio, el sumo sacerdote les preguntó: —¿No os mandamos estrictamente que no enseñarais en nombre de ese? Ahora habéis llenado Jerusalén de vuestra enseñanza y encima queréis hacernos responsables de la muerte de ese hombre. Respondieron Pedro y los apóstoles: —Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. Dios le ha enaltecido con su diestra elevándole a Príncipe y Salvador para ofrecer a Israel la conversión y el perdón de pecados. De esto somos testigos nosotros, y también el Espíritu Santo, que Dios ha dado a quienes le obedecen Ellos, oyendo esto, se enfurecieron y querían matarlos. Entonces se levantó en el Concilio un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley y venerado de todo el pueblo, y mandó que sacaran de la sala por un momento a los apóstoles y luego dijo: —Israelitas, pensad bien lo que os proponéis hacer con estos hombres. Hace ya algún tiempo, apareció un tal Teudas, quien se jactaba de ser alguien, y logró que se le uniera un grupo como de cuatrocientos hombres; pero lo mataron, y todos los que lo seguían fueron dispersados y quedaron reducidos a nada. Después de Teudas, en los días del censo, apareció Judas, el galileo, y consiguió que muchos del pueblo lo siguiesen; pero cuando también a él lo mataron, todos sus seguidores se esfumaron. Y ahora os digo: Despreocupaos de estos hombres y dejadlos. Porque si sus planes, o lo que hacen, es de carácter humano, fracasará; pero si es de Dios, no lo podréis destruir y podría parecer que queréis luchar contra Dios. Gamaliel los persuadió. Así que llamaron a los apóstoles y después de azotarlos y de ordenarles que no hablaran en el nombre de Jesús, los pusieron en libertad. Ellos salieron del Concilio llenos de alegría por haber sido considerados dignos de sufrir por la causa de Jesús. Y todos los días, no dejaban de enseñar y de anunciar en el templo y por las casas el evangelio de Jesús el Cristo.