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HECHOS 9:1-31

HECHOS 9:1-31 RV2020

Saulo, que aún seguía respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco. Lo hacía con la intención de llevar presos a Jerusalén a quienes hallara como seguidores, hombres o mujeres, de este nuevo camino. Mas en el camino, cerca ya de Damasco, le rodeó repentinamente un resplandor que venía del cielo, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: —Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él preguntó: —¿Quién eres, señor? Y le respondió: —Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Saulo, temblando y temeroso, dijo: —Señor, ¿qué quieres que haga? El Señor le dijo: —Levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que debes hacer. Los hombres que iban con Saulo se habían parado, mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Cuando él se levantó del suelo y abrió los ojos no veía a nadie. Así que le tomaron de la mano y le llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver. Tampoco comió ni bebió. Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: —Ananías. Él respondió: —Aquí estoy, Señor. El Señor le dijo: —Levántate, ve a la calle llamada Derecha y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, que es natural de Tarso, él está orando y ha tenido una visión en la que un hombre llamado Ananías entra en la casa y le hace recuperar la visión tras imponerle las manos. Ananías respondió: —Señor, he oído a muchas personas hablar acerca de ese hombre y del daño que ha causado a tus fieles en Jerusalén. Además aquí tiene plenos poderes otorgados por los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor replicó: —Ve, porque este es mi instrumento escogido para que anuncie mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo mismo le mostraré lo que habrá de sufrir por causa de mi nombre. Ananías fue y entró en la casa, puso sobre él las manos y dijo: —Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista. Luego se levantó, fue bautizado; y después de comer recobró las fuerzas y durante algunos días se quedó con los discípulos que estaban en Damasco. En seguida empezó a predicar a Cristo en las sinagogas diciendo que era el Hijo de Dios. Todos los que le oían estaban atónitos y se preguntaban: —¿No es este el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre? ¿Y no vino acá para llevarlos presos ante los principales sacerdotes? Pero Saulo iba cobrando más fuerza, y confundía a los judíos que vivían en Damasco al demostrarles que Jesús era el Cristo. Muchos días después, los judíos resolvieron en consejo matar a Saulo, así que día y noche hacían guardia a la entrada de la ciudad para matarlo. Pero Pablo se enteró de sus planes, y una noche los discípulos lo descolgaron por la muralla, metido dentro de un cesto. Cuando llegó a Jerusalén, Saulo trató de unirse al grupo de los discípulos, pero todos le tenían miedo, pues no creían que fuera uno de ellos. Entonces Bernabé, le tomó consigo y lo presentó a los apóstoles: Les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor y que el Señor le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con valentía en el nombre de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén, entrando y saliendo, y hablaba con determinación en el nombre del Señor. También discutía con los griegos, pero estos querían matarle. Al enterarse de esto los hermanos, le acompañaron hasta Cesarea y le enviaron a Tarso. Entonces las iglesias gozaban de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, e impulsadas por el Espíritu Santo y plenamente fieles al Señor, iban consolidándose y extendiéndose cada vez más.

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