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DEUTERONOMIO 1:1-18

DEUTERONOMIO 1:1-18 RV2020

Estas son las palabras que habló Moisés a todo Israel a este lado del Jordán, en el desierto, en el Arabá, frente al mar Rojo, entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab. Once jornadas hay desde Horeb, camino de los montes de Seír, hasta Cades-barnea. Y aconteció que a los cuarenta años, el primer día del undécimo mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que el Señor le había mandado acerca de ellos. Después de derrotar a Sehón, rey de los amorreos, el cual habitaba en Hesbón, y a Og, rey de Basán, que habitaba en Astarot, en Edrei. De este lado del Jordán, en tierra de Moab, resolvió Moisés proclamar esta ley, y dijo: —El Señor, nuestro Dios, nos habló así en Horeb: Habéis estado bastante tiempo en este monte. Volveos e id al monte del amorreo y a todas sus comarcas, en el Arabá, en el monte, en los valles, en el Neguev y junto a la costa del mar, a la tierra del cananeo y al Líbano, hasta el gran río, el río Éufrates. Mirad, yo os he entregado la tierra; entrad y poseed la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres Abrahán, Isaac y Jacob, y a su descendencia después de ellos. En aquel tiempo os dije: «Yo solo no puedo llevaros. El Señor, vuestro Dios, os ha multiplicado tanto que hoy vosotros sois tan numerosos como las estrellas del cielo. ¡El Señor, Dios de vuestros padres, os haga mil veces más numerosos de lo que ahora sois y os bendiga, como os ha prometido! ¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras cargas y vuestros pleitos? Dadme de entre vosotros, de vuestras tribus, hombres sabios, entendidos y expertos, para que yo los ponga como vuestros jefes». Me respondisteis: «Bueno es hacer lo que has dicho». Entonces tomé a los principales de vuestras tribus, hombres sabios y expertos, y los puse como jefes sobre vosotros, jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez, y gobernadores de vuestras tribus. Y di a vuestros jueces esta orden: «Oíd a vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, o un extranjero. No hagáis distinción de persona en el juicio: tanto al pequeño como al grande oiréis. No tendréis temor de nadie, porque el juicio es de Dios. La causa que os sea difícil, la traeréis a mí, y yo la oiré». Os mandé, pues, en aquel tiempo, todo lo que habíais de hacer.