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DEUTERONOMIO 2:8-37

DEUTERONOMIO 2:8-37 RV2020

Después nos alejamos del territorio de nuestros hermanos, los hijos de Esaú, que habitaban en Seír, por el camino del Arabá que viene de Elat y Ezión-geber; luego volvimos y tomamos el camino del desierto de Moab. Entonces el Señor me dijo: «No molestes a Moab ni le hagas la guerra, pues no te daré posesión de su tierra, porque yo he dado Ar como heredad a los hijos de Lot. (Antes habitaron en ella los emitas, un pueblo grande, numeroso y alto como los hijos de Anac. Se los consideraba también un pueblo de gigantes, como los hijos de Anac; pero los moabitas los llaman emitas. También en Seír habitaron antes los horeos, los cuales fueron expulsados por los hijos de Esaú, que los arrojaron de su presencia y se establecieron en su lugar, como hizo Israel en la tierra que el Señor les dio en posesión.) Levantaos ahora, y pasad el arroyo de Zered». Entonces pasamos el arroyo de Zered. Los años que anduvimos desde Cades-barnea hasta que pasamos el arroyo de Zered fueron treinta y ocho; hasta que desapareció de en medio del campamento toda la generación de los hombres de guerra, como el Señor les había jurado. También la mano del Señor vino sobre ellos para exterminarlos, hasta hacerlos desaparecer del campamento. Aconteció que, después de que murieron todos los hombres de guerra del pueblo, el Señor me dijo: «Tú pasarás hoy el territorio de Moab rumbo a Ar. Y cuando te acerques a los hijos de Amón, no los molestes ni pelees con ellos, pues no te daré posesión de la tierra de los hijos de Amón, porque a los hijos de Lot la he dado como heredad. (Se la consideró también tierra de gigantes; habitaron en ella gigantes en otro tiempo, a los cuales los amonitas llamaban zomzomeos. Eran un pueblo grande, numeroso y alto, como los hijos de Anac, a los que el Señor exterminó delante de los amonitas. Estos desalojaron a aquellos y habitaron en su lugar, como hizo el Señor con los hijos de Esaú que habitaban en Seír, delante de los cuales exterminó a los horeos; aquellos desalojaron a estos y habitaron en su lugar hasta hoy. Y a los aveos que habitaban en aldeas hasta Gaza, los caftoreos que salieron de Caftor los exterminaron y habitaron en su lugar). Levantaos, salid, y pasad el arroyo de Arnón. Yo he entregado en tus manos a Sehón, rey de Hesbón, el amorreo, y a su tierra. Comienza a tomar posesión de ella y entra en guerra con él. Hoy comenzaré a poner tu temor y tu espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, que al escuchar tu fama temblarán y se angustiarán delante de ti». Envié mensajeros desde el desierto de Cademot a Sehón, rey de Hesbón, con estas palabras de paz: «Atravesaré tu tierra por el camino; por el camino iré, sin apartarme a la derecha ni a la izquierda. La comida me la venderás por dinero, y comeré; el agua también me la darás por dinero, y beberé; solamente pasaré a pie, como me han dejado hacer los hijos de Esaú que habitaban en Seír, y los moabitas que habitaban en Ar, hasta que cruce el Jordán y llegue a la tierra que nos da el Señor, nuestro Dios». Pero Sehón, rey de Hesbón, no quiso que pasáramos por su territorio; porque el Señor, tu Dios, había endurecido su espíritu y obstinado su corazón para entregarlo en tus manos, hasta el día de hoy. Entonces el Señor me dijo: Yo he comenzado a entregar delante de ti a Sehón y a su tierra. Empieza a tomar posesión de ella, para que la heredes. Sehón nos salió al encuentro, él y todo su pueblo, para pelear en Jahaza. Pero el Señor, nuestro Dios, nos lo entregó y lo derrotamos a él, a sus hijos y a todo su pueblo. Tomamos entonces todas sus ciudades y las destinamos al exterminio: hombres, mujeres y niños, sin dejar a nadie con vida. Solamente tomamos para nosotros los ganados y los despojos de las ciudades que habíamos conquistado. Desde Aroer, que está junto a la ribera del arroyo Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad que escapara de nosotros; todas las entregó el Señor, nuestro Dios, en nuestro poder. Solamente no llegamos a la tierra de los hijos de Amón, ni a todo lo que está a la orilla del arroyo de Jaboc, ni a las ciudades del monte, ni a lugar alguno que el Señor, nuestro Dios, había prohibido.

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