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DEUTERONOMIO 28:32-68

DEUTERONOMIO 28:32-68 RV2020

Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo; tus ojos lo verán, y desfallecerán tras ellos todo el día, pero nada podrás hacer. El fruto de tu tierra y de todo tu trabajo lo comerá un pueblo que no conociste, y no serás sino oprimido y quebrantado todos los días. Y enloquecerás a causa de lo que verás con tus ojos. Te herirá el Señor con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado. El Señor os llevará, a ti y al rey que hayas puesto sobre ti, a una nación que ni tú ni tus padres conocíais, y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra. Serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla en todos los pueblos a los que te llevará el Señor. Sembrarás mucha semilla en tu campo y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá. Tendrás olivos en todo tu territorio, pero no te ungirás con el aceite, porque tu aceituna se caerá. Hijos e hijas engendrarás, pero no serán para ti, porque irán en cautiverio. Toda tu arboleda y el fruto de tu tierra serán consumidos por la langosta. El extranjero que estará en medio de ti se elevará sobre ti muy alto, y tú descenderás muy abajo. Él te prestará a ti y tú no le prestarás a él; él estará a la cabeza y tú a la cola. Vendrán sobre ti todas estas maldiciones, te perseguirán y te alcanzarán hasta que perezcas, por cuanto no habrás atendido a la voz del Señor, tu Dios, para guardar los mandamientos y los estatutos que él te mandó. Y serán sobre ti y tu descendencia como una señal y un prodigio para siempre. Por cuanto no serviste al Señor, tu Dios, con alegría y con gozo de corazón, cuando tenías abundancia de todas las cosas; servirás, por tanto, a tus enemigos que enviará el Señor contra ti, con hambre, con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas. Él pondrá un yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte. El Señor traerá contra ti una nación venida de lejos, de los confines de la tierra, que volará como águila, una nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto del anciano ni perdonará al niño. Ella se comerá el fruto de tu animal doméstico y el fruto de tu tierra, hasta que perezcas; no te dejará grano, ni mosto, ni aceite, ni la cría de tus vacas, ni los rebaños de tus ovejas, hasta destruirte. Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan en toda tu tierra los muros altos y fortificados en que tú confías. Sitiará, pues, todas tus ciudades y toda la tierra que el Señor, tu Dios, te haya dado. Comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas que el Señor, tu Dios, te haya dado, en medio del sitio y la angustia con que te afligirá tu enemigo. El hombre más amable y delicado entre los tuyos mirará con malos ojos a su hermano, a la mujer de su corazón y al resto de los hijos que le queden, para no compartir con ellos la carne de sus hijos, que él se comerá, por no haberle quedado nada en medio del asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo en todas tus ciudades. La más amable y delicada entre vosotros, que de tan pura delicadeza y ternura nunca intentaría sentar sobre la tierra la planta de su pie, mirará con malos ojos al marido de su corazón, a su hijo, a su hija, y por carecer de todo, se ocultará para comer la placenta que sale de entre sus piernas y a los hijos que dé a luz, en medio del asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo en tus ciudades. Si no cuidas de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, y no muestras respeto al nombre glorioso y temible del Señor, tu Dios, entonces el Señor aumentará terriblemente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, enfermedades malignas y duraderas, y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales temiste, y no te dejarán. Asimismo, toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, el Señor la enviará sobre ti, hasta que seas destruido. Y quedaréis solo unos pocos, en lugar de haber sido tan numerosos como las estrellas del cielo, por cuanto no obedecisteis a la voz del Señor, tu Dios. Así como el Señor se gozaba en haceros bien y en multiplicaros, así se gozará el Señor en arruinaros y en destruiros. Seréis arrancados de sobre la tierra a la que vais a entrar para tomarla en posesión. El Señor te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo, y allí servirás a dioses ajenos que no habíais conocido tú ni tus padres, al leño y a la piedra. Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo, pues allí te dará el Señor un corazón temeroso, languidez de ojos y tristeza de alma. Tendrás la vida como algo que pende delante de ti, estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Por la mañana dirás: «¡Quién me diera que fuera la tarde!», y a la tarde dirás: «¡Quién me diera que fuera la mañana!», por el miedo que amedrentará tu corazón y por lo que verán tus ojos. Y el Señor te hará volver a Egipto en naves, por el camino del cual te ha dicho: «Nunca más volverás», y allí seréis vendidos a vuestros enemigos como esclavos y esclavas, y no habrá quien os compre.