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ÉXODO 3:1-10

ÉXODO 3:1-10 RV2020

En cierta ocasión apacentaba Moisés las ovejas de su suegro Jetro, sacerdote de Madián, y las llevó a través del desierto hasta el Horeb, monte de Dios. Allí se le apareció el ángel del Señor como una llama de fuego, en medio de una zarza. Al fijarse, vio que la zarza ardía, pero no se consumía. Entonces Moisés se dijo: —Iré a ver qué es este extraño fenómeno, por qué causa la zarza no se quema. Cuando el Señor vio que él se acercaba, le llamó desde la zarza: —¡Moisés, Moisés! —Aquí estoy —respondió él. Dios le dijo: —No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y añadió: —Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Dijo luego el Señor: —He visto muy bien la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues conozco sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha llegado ante mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los maltratan. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel.

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