GÁLATAS 2:1-21
GÁLATAS 2:1-21 RV2020
Catorce años después volví a Jerusalén con Bernabé, y llevé también conmigo a Tito. Subí movido por una revelación. Y, para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación, el evangelio que predico entre los gentiles. Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego; y esto a pesar de los cizañeros, falsos hermanos, que se habían introducido entre nosotros a escondidas, para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús y para reducirnos a esclavitud. Pero ni por un momento accedimos a someternos a ellos, para que la verdad del evangelio permaneciera con vosotros. Pero los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí por lo menos, los que parecían ser algo no me comunicaron nada nuevo. Sino al contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), y al reconocer la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que parecían ser las columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la mano derecha en señal de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión. Solamente nos pidieron que nos acordáramos de los pobres; lo cual también procuré hacer con diligencia. Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque su comportamiento era reprochable. Pues antes que vinieran algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, comenzó a distanciarse y a apartarse, porque tenía miedo de los partidarios de la circuncisión. Y de esa actitud de disimulo también participaron los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a comportarse como judíos?». Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores como los gentiles. Sabemos que ninguna persona es justificada por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo. Por eso, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. Ahora bien, si al buscar ser justificados en Cristo, también nosotros resultamos ser pecadores, ¿quiere eso decir que Cristo está al servicio del pecado? ¡De ninguna manera! Porque si las mismas cosas que destruí, las vuelvo a edificar, demuestro que yo soy el culpable. Yo por la ley morí para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios, pues si la justicia se obtuviera por medio de la ley, entonces Cristo habría muerto inútilmente.