JUECES 17:1-13
JUECES 17:1-13 RV2020
En los montes de Efraín vivía un hombre que se llamaba Micaía. Un día, le dijo a su madre: —Las mil cien monedas de plata que te robaron, por las que maldijiste y de las que me hablaste, están en mi poder; yo tomé ese dinero. Entonces la madre dijo: —¡Bendito seas del Señor, hijo mío! Cuando devolvió a su madre las mil cien monedas de plata, ella le dijo: —Por ti, hijo mío, he dedicado este dinero al Señor para que hagas una imagen de talla y fundición; así que ahora te lo devuelvo. Pero él volvió a dar el dinero a su madre, entonces ella tomó doscientas monedas de plata y se las dio al fundidor, quien hizo con ellas una imagen tallada en madera y recubierta en plata que fue puesta en la casa de Micaía. Este hombre, Micaía, tenía en su casa un santuario. Se hizo un efod y unos terafines, y consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. En aquellos días no había rey en Israel y cada cual hacía lo que bien le parecía. Había un joven de Belén de Judá, de la tribu de Judá, que era levita y forastero allí. Este hombre partió de la ciudad de Belén de Judá para ir a vivir donde pudiera encontrar un lugar. Yendo de camino llegó a los montes de Efraín, a la casa de Micaía. Micaía le preguntó: —¿De dónde vienes? El levita le respondió: —Soy de Belén de Judá y voy a vivir donde pueda encontrar lugar. Micaía le propuso: —Quédate en mi casa, y para mí serás padre y sacerdote; y yo te daré diez monedas de plata por año, vestidos y comida. Y el levita se quedó. Le agradó, pues, al levita quedarse con aquel hombre, y fue para él como uno de sus hijos. Micaía consagró al levita; aquel joven le sirvió de sacerdote y permaneció en casa de Micaía. Entonces Micaía pensó: —Ahora sé que el Señor me prosperará, porque tengo a un levita por sacerdote.