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JUAN 18:12-40

JUAN 18:12-40 RV2020

La compañía de soldados, el comandante y los guardias de los judíos arrestaron a Jesús. Lo ataron y lo llevaron primeramente ante Anás, que era el suegro de Caifás, y este, sumo sacerdote aquel año. Este Caifás fue el que había dado a los judíos aquel consejo: «Es conveniente que muera un solo hombre por el pueblo». Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo, como era conocido del sumo sacerdote, entró con Jesús al patio del sumo sacerdote, Pedro se quedó afuera, a la puerta, hasta que salió el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, quien habló con la portera, e hizo entrar también a Pedro. Y entonces la criada que hacía de portera le preguntó: —¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Pedro respondió: —¡No lo soy! De pie, los siervos y los guardias se calentaban en torno al fuego que habían encendido porque hacía frío. También Pedro se quedó de pie junto a ellos, calentándose. El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió: —Yo he hablado abiertamente ante todo el mundo. Siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos. Nunca he dicho nada en secreto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a quienes me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho. Al oír esta respuesta, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada y le dijo: —¿Cómo te atreves a contestar así al sumo sacerdote? Jesús le respondió: —Si he hablado mal, demuéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas? Anás entonces lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Pedro seguía en pie calentándose y le preguntaron: —¿No eres tú de sus discípulos? Él lo negó diciendo: —¡No lo soy! Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, replicó: —¿No te vi yo en el huerto con él? Pedro negó otra vez, y en aquel momento un gallo cantó. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era por la mañana. Como los judíos no entraron en el pretorio para no contaminarse y así poder comer el cordero de Pascua, salió Pilato a donde ellos estaban y les preguntó: —¿De qué acusáis a este hombre? Respondieron: —Si no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado. Pilato replicó: —Lleváoslo y juzgadlo según vuestra ley. Los judíos le dijeron: —A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie. (Y es que tenía que cumplirse lo que Jesús había anunciado sobre la clase de muerte que iba a sufrir). Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: —¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le respondió: —¿Dices tú esto por ti mismo o te lo han dicho otros de mí? Pilato le respondió: —¿Soy yo acaso judío? Tu nación y los principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: —Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Repuso entonces Pilato: —¿Así que tú eres rey? Respondió Jesús: —Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz. Pilato repuso de nuevo: —¿Qué es la verdad? Y dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dirigió estas palabras: —Yo no hallo en él ningún delito. Pero como vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a un preso en la Pascua, ¿queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? Ellos gritaron nuevamente diciendo: —¡A ese no! ¡A Barrabás! Y Barrabás era un bandido.

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