LEVÍTICO 27:16-34
LEVÍTICO 27:16-34 RV2020
Si alguien dedica una parte de la tierra de su posesión al Señor, tu estimación será conforme a su siembra. Por cada doscientos kilos de semilla de cebada se pagarán cincuenta monedas de plata. Y si dedica su tierra en el año del jubileo, se mantendrá tu estimación. Pero si después del jubileo dedica su tierra, entonces el sacerdote sacará la cuenta del dinero conforme a los años que queden hasta el año del jubileo, y se rebajará de tu estimación. Si el que dedicó la tierra quiere redimirla, añadirá a tu estimación la quinta parte de su precio, y así volverá a ser suya. Pero si él no rescata la tierra, y la tierra se vende a otro, no la rescatará más, sino que cuando quede libre en el jubileo, la tierra será santa para el Señor, como tierra consagrada: será la posesión del sacerdote. Si alguien dedica al Señor un terreno que compró y que no forma parte de la tierra de su herencia, entonces el sacerdote calculará con él la suma de tu estimación hasta el año del jubileo, y aquel día él pagará el precio señalado, como cosa consagrada al Señor. En el año del jubileo volverá la tierra a aquel de quien él la compró, es decir, al verdadero heredero de la tierra. Todas las tasaciones serán hechas conforme al peso oficial del santuario, que es de diez gramos de plata. Pero el primogénito de los animales, que por la primogenitura es del Señor, nadie lo dedicará; sea buey u oveja, es del Señor. Si se trata de un animal inmundo, lo rescatarán conforme a tu estimación, y añadirán sobre ella la quinta parte de su precio; y si no lo rescatan, se venderá conforme a tu estimación. No se venderá ni se rescatará ninguna cosa consagrada que alguien haya dedicado al Señor; de todo lo que tenga, ya sea hombres, animales o tierras de su posesión, todo lo consagrado será cosa santísima para el Señor. Ninguna persona separada como anatema podrá ser rescatada; indefectiblemente ha de ser muerta. El diezmo de la tierra, tanto de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, es del Señor: es cosa dedicada al Señor. Si alguien quiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello. Todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, será consagrado al Señor. No mirará si es bueno o malo, ni lo cambiará; y si lo cambia, tanto él como el que se dio a cambio serán cosas sagradas: no podrán ser rescatados. Estos son los mandamientos que ordenó el Señor a Moisés para los hijos de Israel en el monte Sinaí.