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LUCAS 12:1-59

LUCAS 12:1-59 RV2020

Mientras tanto, se iban juntado una gran multitud, hasta el punto de que se pisaban unos a otros. Entonces, dirigiéndose en primer lugar a sus discípulos, Jesús dijo: —Ante todo, guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse ni oculto que no haya de salir a la luz. Por tanto, cuanto dijisteis en la oscuridad, se oirá a plena luz; y cuanto hablasteis al oído en el interior de la casa, se proclamará desde las azoteas. A vosotros, amigos míos, os digo que no tengáis miedo a los que pueden matar el cuerpo, pero no pueden hacer nada más. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida tiene el poder de echar en el infierno. Así os digo: Temed a este. ¿No se venden cinco pajarillos por unas pocas monedas? Pues bien, de ninguno de ellos se olvida Dios. Incluso todos los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues. Vosotros valéis más que muchos pajarillos. Os digo, además, que todo aquel que dé testimonio de mí delante de los demás, también el Hijo del Hombre dará testimonio de él delante de los ángeles de Dios. Y todo aquel que me niegue delante de los demás será negado delante de los ángeles de Dios. Todo aquel que habla contra el Hijo del Hombre será perdonado; mas no lo será aquel que blasfeme contra el Espíritu Santo. Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y ante las autoridades, no os preocupéis por cómo o qué habréis de responder o qué habréis de decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en ese momento lo que debáis decir. Uno de la multitud dijo a Jesús: —Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Jesús respondió: —Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o mediador? Y dijo a los demás: —Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida de cualquier persona no depende de la abundancia de las riquezas que posee. Y les relató esta parábola: —La tierra de un hombre rico había producido una gran cosecha. Así que pensó: «¿Qué haré? No tengo lugar donde guardar mis frutos». Y se dijo: «Esto es lo que haré: derribaré mis graneros y los edificaré más grandes y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y luego podré decirme: “Ya puede descansar mi alma, pues ahora tengo guardados muchos bienes para muchos años. Ahora, pues, ¡a comer, a beber y a disfrutar!”». Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche vienen a pedir tu alma. ¿Para quién será lo que has guardado?». Eso le sucede a quien acumula riquezas para sí mismo, pero no es rico para con Dios. Luego se dirigió a sus discípulos: —Por tanto, os digo: No estéis preocupados pensando qué habéis de comer para vivir ni con qué vestiréis vuestro cuerpo. La vida es más que la comida y el cuerpo más que el vestido. Fijaos en los cuervos: ni siembran ni cosechan ni tienen despensas ni almacenes, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? ¿Y quién de vosotros, por mucho que lo intente, podrá añadir a su estatura medio metro? Pues si no podéis hacer siquiera las cosas más pequeñas, ¿por qué os preocupáis por lo demás? Fijaos cómo crecen los lirios: no trabajan ni hilan y os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Y si así viste Dios a la hierba que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Todas estas cosas son las que afanosamente buscan las gentes del mundo, pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas. Buscad, más bien, el reino de Dios y todas estas cosas os serán añadidas. No temáis, pequeño rebaño, porque es voluntad de vuestro Padre daros el reino. Vended lo que poseéis y dad limosna. Haceos así un capital que no se deteriora, riquezas inagotables en los cielos, donde no hay ladrones que entren a robar ni polilla que destruya, porque donde está vuestra riqueza, allí estará también vuestro corazón. Estad preparados y mantened vuestras lámparas encendidas. Y vosotros sed como siervos que están esperando que el amo regrese de una boda, preparados para abrirle la puerta en cuanto llegue y llame. Dichosos aquellos siervos a quienes su señor, cuando venga, encuentre pendientes de su regreso. Os aseguro que hará que se sienten a la mesa y les servirá habiéndose ceñido previamente sus ropas para este fin. Dichosos son aquellos siervos a quienes el amo, venga a medianoche o en la madrugada, halle así, velando. Pero sabed esto: si el dueño de la casa supiera a qué hora había de llegar el ladrón, velaría ciertamente y no le dejaría horadar las paredes de su casa. Vosotros, pues, estad también preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo penséis. Entonces Pedro le preguntó: —Señor, esta parábola, ¿se refiere solamente a nosotros o a todos? Respondió el Señor: —¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente al que el señor pondrá al frente de su casa para que disponga a tiempo la ración asignada a cada uno? Dichoso aquel siervo al que su señor, cuando venga, lo halle cumpliendo con su deber. Os aseguro que le confiará el cuidado de todos sus bienes. Pero si aquel siervo se dice a sí mismo «Mi señor tarda en venir» y comienza a golpear a los criados y a las criadas y a comer y a beber y a embriagarse, vendrá el señor de aquel siervo cuando menos lo espere, a una hora que él desconoce, lo castigará duramente y lo pondrá con quienes no son fieles. Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor no se preparó ni hizo conforme a su voluntad recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes será azotado poco, porque a todo aquel a quien se dio mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le confía, mucho más se le pedirá. Vine a echar fuego sobre la tierra, y ¡cómo me gustaría que ya estuviera ardiendo! Hay un bautismo que debo recibir, ¡y cómo me angustio esperando que llegue el momento! ¿Pensáis que he venido para traer paz al mundo? Os digo que no, sino disensión. Porque desde ahora, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres; el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra. Decía también a la multitud: —Cuando veis la nube levantándose por el poniente, decís a continuación: Agua viene, y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís que hará calor y lo hace. Hipócritas. ¿Sabéis reconocer el aspecto del cielo y de la tierra y no sois capaces de interpretar el tiempo en que vivís? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura arreglarte con él en el camino, no sea que te arrastre al juez, el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo de tu deuda.

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