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MARCOS 5:21-42

MARCOS 5:21-42 RV2020

Cuando Jesús regresó en barca a la otra orilla, una gran multitud se congregó en torno a él, que estaba junto al mar. Un alto dirigente de la sinagoga llamado Jairo al ver a Jesús se acercó a él y se postró a sus pies y le rogaba con insistencia diciendo: —Mi hija está agonizando. Ven y pon las manos sobre ella para que sea sanada y viva. Jesús fue con él. Gran multitud le seguía, constriñéndole. Entre la gente estaba una mujer que desde hacía doce años padecía hemorragias. Había sufrido mucho en manos de innumerables médicos, se había gastado en ellos todo lo que tenía sin provecho alguno, incluso empeoraba. Como había oído hablar de Jesús, se abrió paso entre la multitud y se acercó a él por detrás para tocar su manto, porque se decía a sí misma: «Si logro tocar tan solo su manto, me sanaré». E inmediatamente la hemorragia cesó y sintió que había sanado del mal que la azotaba. Al instante, Jesús se dio cuenta del poder curativo que había salido de él y volviéndose hacia la multitud preguntó: —¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: —Ves que la multitud te aprieta y preguntas «¿Quién me ha tocado?». Él seguía mirando alrededor para ver quién lo había hecho. La mujer se había dado cuenta de lo que le había ocurrido y, temerosa y temblando, fue hacia Jesús, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sana de la enfermedad que te ha azotado. Mientras Jesús aún estaba hablando, llegaron algunas personas de casa del alto dirigente de la sinagoga y le dijeron: —Tu hija ha muerto. ¿Para qué seguir molestando aún al Maestro? Pero Jesús, que oyó estas palabras, le dijo al alto dirigente de la sinagoga: —No temas, cree solamente. Jesús no permitió que le siguiera nadie sino Pedro, Jacobo y su hermano Juan. Llegó a casa de Jairo y vio el alboroto: gente que lloraba y se lamentaba. Entró y les dijo: —¿Por qué tanto alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida. Y se burlaban de él. Pero Jesús, después de echar a todos fuera, tomó al padre, a la madre y a quienes fueron con él y entró donde estaba la niña. Le tomó la mano y le dijo: — ¡Talita, cumi! (que significa: «Niña, a ti te digo, levántate»). La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y echó a andar. Todos los presentes se asombraron.

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