MARCOS 8:1-38
MARCOS 8:1-38 RV2020
En aquellos días, como se reunió otra vez una gran multitud y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: —Siento profunda compasión de esta gente, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y si los envío en ayunas a sus casas, desfallecerán por el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos. Sus discípulos respondieron: —¿De dónde podrá alguien sacar pan para saciarlos estando en este lugar apartado? Jesús les preguntó: —¿Cuántos panes tenéis? —Siete. Entonces mandó a la multitud que se recostara sobre la tierra, tomó los siete panes y, tras haber dado gracias, los partió y dio a sus discípulos para que se los ofrecieran y los discípulos los distribuyeron. Tenían también unos pocos peces. Jesús los bendijo y también ordenó distribuirlos. Comieron y se saciaron. Luego recogieron los pedazos que habían sobrado y llenaron siete canastas. Los que comieron eran como cuatro mil, y Jesús los despidió. Luego entró en la barca con sus discípulos y vino a la región de Dalmanuta. Vinieron entonces los fariseos y comenzaron a discutir con él pidiéndole señal del cielo para tentarle. Él, suspirando profundamente, dijo: —¿Por qué pide señal esta generación? Os aseguro que no se dará señal a esta generación. Y dejándolos, volvió a entrar en la barca y se fue a la otra ribera. Se habían olvidado de llevar pan. No tenían sino un pan consigo en la barca. Él les hizo esta advertencia: —Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. Los discípulos discutían entre sí diciendo: —Es porque no trajimos pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: —¿Qué discutís? ¿Porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No recordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenasteis con los pedazos recogidos? Respondieron: —Doce. —Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenasteis con los pedazos recogidos? Respondieron: —Siete. Y les dijo: —¿Cómo aún no entendéis? Vino Jesús a Betsaida. Aquí le presentaron a un ciego y le rogaron que le tocara. Él le tomó la mano, le sacó fuera de la aldea y escupiendo en sus ojos e imponiéndole las manos le preguntó: —¿Ves algo? El ciego miró y dijo: —Veo a los hombres como árboles que andan. Le puso otra vez las manos sobre los ojos y quedó curado: vio de lejos y claramente a todos. Jesús le envió a su casa diciéndole: —No entres en la aldea ni se lo digas a nadie. Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo y en el camino les preguntó: —¿Quién dicen la gente que soy yo? Ellos respondieron: —Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Jesús les preguntó de nuevo: —Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondió Pedro: —Tú eres el Cristo. Pero Jesús les mandó que no hablaran de él a nadie. Comenzó a enseñarles que al Hijo del Hombre le era necesario padecer mucho, ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y morir y resucitar después de tres días. Les decía estas cosas con toda claridad. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle. Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: —¡Apártate de mí, Satanás!, porque tú no piensas en las cosas de Dios, sino en cuestiones humanas. Y llamando a la multitud y a sus discípulos les dijo: —Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Toda persona que quiera salvar su vida, la perderá; y toda persona que pierda su vida por mi causa y por el evangelio la salvará Porque ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo si pierde su alma? ¿O qué puede dar uno a cambio de su alma? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, de esa persona también se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.