PROVERBIOS 5:1-23
PROVERBIOS 5:1-23 RV2020
Hijo mío, está atento a mi sabiduría y presta oído a mi inteligencia, para que guardes discreción y tus labios conserven la ciencia. Los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más suave que el aceite, pero su final es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte, sus pasos se dirigen al seol. Sus caminos no son firmes: no le importa por dónde anda, ni considera el camino de la vida. Ahora pues, hijos, escuchadme y no os apartéis de las razones de mi boca. Aleja de ella tu camino y no te acerques a la puerta de su casa, no sea que des tu honor a extraños, y tus años a alguien cruel; o no sea que los extraños se sacien de tu fuerza, que tus trabajos queden en casa ajena y que gimas al final, cuando se consuma tu carne y todo tu cuerpo, y digas: «¿Cómo pude despreciar el consejo? ¿Cómo pudo mi corazón menospreciar la reprensión? ¡No escuché la voz de los que me instruían, ni a los que me enseñaban preste oído! Casi en el colmo del mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación». Bebe el agua de tu propia cisterna, los raudales de tu propio pozo. ¿Acaso han de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas? Sean ellas para ti solo, no para los extraños que estén contigo. ¡Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud, esa cierva amada y graciosa gacela! Que sus caricias te satisfagan en todo tiempo y recréate siempre en su amor. ¿Por qué, hijo mío, has de andar ciego con la mujer ajena y caer en brazos de una extraña? Los caminos del ser humano están ante los ojos del Señor, y él examina todas sus veredas. Al malvado lo atrapan sus propios delitos, las redes de su pecado lo aprisionan. Él morirá por falta de disciplina y errará por lo inmenso de su locura.