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1 TIMOTEO 6:1-19

1 TIMOTEO 6:1-19 DHHE

Los que están sometidos a esclavitud deben considerar a sus amos como dignos de todo respeto, para que no se hable mal del nombre de Dios ni de nuestra enseñanza. Y aquellos que tengan amos creyentes, que no dejen de respetarlos por ser sus hermanos en la fe. Al contrario, deben servirles todavía mejor, puesto que quienes reciben sus buenos servicios son creyentes y hermanos amados. Enseña y predica estas cosas. Si alguien enseña ideas extrañas y no está de acuerdo con la sana enseñanza de nuestro Señor Jesucristo ni con las normas de nuestra fe, es un orgulloso que no sabe nada. Discutir sobre cuestiones de palabras es en él como una enfermedad; de ahí vienen envidias, discordias, insultos, desconfianzas y peleas sin fin entre gente que tiene la mente pervertida, que no conoce la verdad y que toma nuestra fe por una fuente de riqueza. Y claro está que nuestra fe es una fuente de gran riqueza, pero solo para el que se contenta con lo que tiene. Porque nada trajimos a este mundo y nada podremos llevarnos; si tenemos qué comer y con qué vestirnos, démonos por satisfechos. En cambio, los que quieren hacerse ricos no resisten la prueba, y caen en la trampa de muchos deseos insensatos y perjudiciales que hunden a los hombres en la ruina y la condenación. Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males, y hay quienes, por codicia, se han desviado de la fe y han llenado de sufrimiento su propia vida. Pero tú, hombre de Dios, huye de todo eso. Lleva una vida de rectitud, de devoción a Dios, de fe, de amor, de constancia y de humildad de corazón. Pelea la buena batalla de la fe: no dejes escapar la vida eterna, pues para eso te llamó Dios y por eso hiciste una buena profesión de tu fe delante de muchos testigos. Ahora, delante de Dios, que da vida a todo lo que existe, y delante de Cristo Jesús, que hizo una buena profesión y dio testimonio ante Poncio Pilato, te mando que obedezcas lo que te ordeno: mantén una conducta pura e irreprensible hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. A su debido tiempo, Dios llevará esto a cabo, porque él es el único y bienaventurado Soberano, Rey de reyes y Señor de señores. Es el único inmortal, que vive en una luz a la que nadie puede acercarse. Ningún hombre lo ha visto ni lo puede ver. ¡Suyos sean para siempre el honor y el poder! Amén. A los ricos de este mundo mándales que no sean orgullosos ni pongan su esperanza en sus riquezas, porque las riquezas no son seguras. Antes bien, que pongan su esperanza en Dios, que nos da todas las cosas abundantemente y para nuestro provecho. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que poseen. Así tendrán riquezas que les proporcionarán un firme fundamento para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera.

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