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HECHOS 14:1-18

HECHOS 14:1-18 DHHE

En Iconio, Pablo y Bernabé entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal modo que muchos creyeron, tanto judíos como no judíos. Pero los judíos que no creyeron incitaron a los no judíos a pensar mal de los hermanos. Con todo, los apóstoles se quedaron allí mucho tiempo, y confiados en el Señor hablaron con toda valentía. Y el Señor confirmaba lo que ellos decían del amor de Dios, dándoles poder para hacer señales y milagros. La gente de la ciudad estaba dividida, unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles; pero judíos y no judíos se pusieron luego de acuerdo con las autoridades para maltratarlos y apedrearlos. Pablo y Bernabé, al saberlo, huyeron a Listra y Derbe, pueblos de Licaonia, y a sus alrededores, donde también anunciaron la buena noticia. Había en Listra un hombre que no podía andar. Nunca lo había hecho porque era cojo de nacimiento. Este hombre estaba sentado, escuchando lo que Pablo decía. Pablo se fijó en él, y viendo que tenía fe bastante para ser sanado le dijo con voz fuerte: –¡Levántate y ponte derecho sobre tus pies! El hombre se puso en pie de un salto y comenzó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, la gente empezó a gritar en la lengua de Licaonia: –¡Dioses en forma de hombre han bajado a nosotros! Tomaron a Bernabé por el dios Zeus y a Pablo por el dios Hermes, porque era el que hablaba. El sacerdote de Zeus, cuyo templo se hallaba a la entrada del pueblo, trajo toros y adornos florales; y él y la gente querían adorar a los apóstoles y ofrecerles un sacrificio. Al darse cuenta de ello, Bernabé y Pablo se rasgaron la ropa y se metieron entre la gente gritando: –Señores, ¿por qué hacéis esto? ¡Nosotros también somos hombres, lo mismo que vosotros! Precisamente hemos venido para deciros que dejéis estas cosas que no sirven para nada y que os volváis al Dios viviente, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Aunque en otros tiempos Dios permitió que cada cual siguiera su propio camino, nunca dejó de mostrar, por medio del bien que hacía, quién era él; porque él es quien os manda la lluvia y las buenas cosechas, y quien os da comida y alegría en abundancia. Pero a pesar de decirles estas cosas, apenas lograron impedir que la gente matase los toros para ofrecérselos en sacrificio.

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