HECHOS 22:1-21
HECHOS 22:1-21 DHHE
–Hermanos y padres, escuchad lo que os digo en mi defensa. Al oir que les hablaba en hebreo, el silencio se hizo aún mayor. Pablo continuó: “Yo soy judío. Nací en Tarso de Cilicia, aunque me crié aquí en Jerusalén, y estudié bajo la dirección de Gamaliel, muy de acuerdo con la ley de nuestros antepasados. Siempre he procurado servir a Dios con todo mi corazón, así como todos vosotros lo hacéis hoy en día. Perseguí a muerte a quienes seguían este nuevo camino: perseguí y metí en la cárcel a hombres y mujeres. El jefe de los sacerdotes y todos los ancianos son testigos de esto, pues ellos me dieron cartas para nuestros hermanos judíos de Damasco y yo fui allá en busca de creyentes, para traerlos aquí, a Jerusalén, y castigarlos. “Pero mientras iba de camino, estando ya cerca de Damasco, a eso del mediodía me envolvió de repente una fuerte luz del cielo y caí al suelo. Oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Yo pregunté: ‘¿Quién eres, Señor?’, y la voz me contestó: ‘Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.’ Los que iban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Pregunté: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’, y el Señor me dijo: ‘Levántate y sigue tu viaje a Damasco. Allí se te dirá todo lo que debes hacer.’ Como la luz me había dejado ciego, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. “Había en Damasco un hombre llamado Ananías, que era muy piadoso y cumplidor de la ley de Moisés. Todos los judíos que vivían allí hablaban muy bien de él. Ananías vino a verme y me dijo al llegar: ‘Hermano Saulo, recibe de nuevo la vista.’ En aquel mismo momento recobré la vista y pude verle. Luego añadió: ‘El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad y para que veas al que es justo y oigas su voz de sus propios labios. Pues vas a ser testigo suyo ante todo el mundo, y vas a contar lo que has visto y oído. Ahora no esperes más. Levántate y bautízate invocando el nombre del Señor, para limpiarte de tus pecados.’ “Cuando regresé a Jerusalén, fui al templo a orar y tuve una visión. Vi al Señor, que me dijo: ‘Date prisa, sal en seguida de Jerusalén porque no van a hacer caso de lo que dices de mí.’ Yo le respondí: ‘Señor, ellos saben que yo iba por todas las sinagogas para encarcelar y torturar a los que creían en ti. Además, cuando mataron a tu siervo Esteban, que daba testimonio de ti, yo mismo estaba allí aprobando que lo mataran; e incluso cuidé la ropa de quienes lo mataron.’ Pero el Señor me dijo: ‘Ponte en camino, pues voy a enviarte a naciones lejanas.’ ”