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DEUTERONOMIO 32:1-27

DEUTERONOMIO 32:1-27 DHHE

“Escucha, cielo, que voy a hablar; atiende, tierra, a mis palabras. “Mi enseñanza caerá como la lluvia; mi discurso será como el rocío, como llovizna sobre la hierba, como gotas de agua sobre les pastos. “Proclamaré el nombre del Señor: ¡reconoced la grandeza de nuestro Dios! Él es nuestro protector, sus obras son perfectas, sus acciones son justas. Es el Dios de la verdad, en él no hay injusticia. ¡Él es justo y verdadero! “Gente malvada y perversa, que ha ofendido a Dios, que sois indignos de ser sus hijos, ¿así es como pagáis al Señor? Pueblo necio y sin sabiduría, ¿no es él tu padre, tu creador? ¡Él te creó y te dio el ser! “Vuelve atrás la mirada, piensa en los tiempos pasados; pide a tu padre que te lo diga y a los ancianos que te lo cuenten. Hubo un tiempo en que el Altísimo hizo reparto de hombres y naciones, y fijó las fronteras de los pueblos. Pero tuvo en cuenta a los israelitas, pues la herencia del Señor, la gente suya, es el pueblo de Jacob. Los encontró en el desierto, en tierras secas y azotadas por el viento; los envolvió en sus brazos, los instruyó y los cuidó como a la niña de sus ojos. Como águila que revolotea sobre el nido y anima a sus polluelos a volar, así el Señor extendió sus alas y, tomándolos, los llevó a cuestas. “El Señor los guió, y nadie más; ¡ningún dios extraño tuvo que ayudarle! Los llevó en marcha triunfal por las regiones altas del país. Los alimentó con los frutos del campo; de la roca les dio a beber miel, y del duro pedernal les dio aceite; de sus ganados tuvieron leche y cuajada, y comieron lo mejor de los corderos, de los carneros de Basán y de los machos cabríos; comieron el mejor grano de trigo y bebieron el vino, la sangre de las uvas. “Pero engordó Jesurún y dio coces (tanto engordó, que brillaba de grasa), y abandonó a Dios, su creador; despreció a su protector y salvador. Provocaron los celos y la ira de Dios al adorar ídolos repugnantes; ofrecieron sacrificios a demonios, a dioses falsos que nunca antes conocieron; dioses nuevos, recién llegados, a los que jamás vuestros padres dieron culto. “Olvidaste, Israel, a tu padre y protector; olvidaste al Dios que te dio la vida. Y Dios, lleno de ira al ver esto, rechazó a sus hijos y a sus hijas, y dijo: ‘Les volveré la espalda, ¡y a ver en qué van a parar! Realmente son gente malvada, hijos en los que no se puede confiar. Me provocan a celos con un dios que no es dios, me irritan con sus dioses ilusorios; ¡pues yo los provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo, los provocaré a ira con un pueblo que no quiere entender! Mi furor se ha encendido como un fuego que arderá hasta las regiones más profundas; consumirá la tierra y sus frutos, pondrá fuego a las bases de los montes. Sobre ellos lanzaré todos los males, contra ellos lanzaré todas mis flechas; morirán de hambre y de fiebre, una amarga peste los destruirá, mandaré contra ellos fieras salvajes y serpientes venenosas. En las calles caerán sus hijos a filo de espada, y en las casas reinará el espanto; morirán muchachos y muchachas, ancianos y niños de pecho. ‘Yo había pensado dispersarlos y borrar de la tierra su memoria, pero no quise soportar las burlas del enemigo; no quise que se jactaran mis adversarios y que dijeran: No fue el Señor quien hizo esto; lo hicimos nosotros con nuestro poder.’