DEUTERONOMIO 4:1-24
DEUTERONOMIO 4:1-24 DHHE
“Ahora pues, israelitas, escuchad las leyes y decretos que os he enseñado, y ponedlos en práctica, para que viváis y ocupéis el país que el Señor y Dios de vuestros antepasados os va a dar. No añadáis ni quitéis nada a lo que yo os ordeno; cumplid los mandamientos del Señor vuestro Dios, que yo os ordeno. Vosotros mismos habéis visto lo que el Señor hizo en Baal-peor, y cómo exterminó de entre vosotros a todos los que adoraron al dios de aquel lugar; pero todos vosotros, los que os mantuvisteis fieles al Señor vuestro Dios, todavía estáis vivos. Yo os he enseñado las leyes y los decretos que el Señor mi Dios me ordenó, para que los pongáis en práctica en el país que vais a ocupar. Cumplidlos y practicadlos, porque de esta manera los pueblos reconocerán que en vosotros hay sabiduría y entendimiento, ya que cuando conozcan estas leyes no podrán menos que decir: ‘¡Qué sabia y entendida es esta gran nación!’ Porque, ¿qué nación hay tan grande que tenga los dioses tan cerca de ella, como tenemos nosotros al Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? ¿Y qué nación hay tan grande que tenga leyes y decretos tan justos como toda esta enseñanza que yo os presento hoy? Así pues, poned mucho cuidado en no olvidar las cosas que habéis visto y no apartarlas jamás de vuestro pensamiento; por el contrario, explicádselas a vuestros hijos y a vuestros nietos. “El día en que estuvisteis ante el Señor vuestro Dios en el monte Horeb, el Señor me dijo: ‘Reúne al pueblo, para que escuchen mis palabras, aprendan a honrarme todos los días de su vida y enseñen a sus hijos a hacer lo mismo.’ Y vosotros os acercasteis al pie del monte, del que salían llamas de fuego que subían a gran altura y formaban una nube espesa y negra. Entonces el Señor os habló de en medio del fuego, y oísteis sus palabras; pero, aparte de oir su voz, no visteis ninguna figura. El Señor os dio a conocer su pacto, que eran diez mandamientos que escribió en dos tablas de piedra y que os ordenó poner en práctica. A mí me ordenó que os enseñara las leyes y decretos que habéis de cumplir en la tierra que vais a ocupar. “El día en que el Señor habló con vosotros de en medio del fuego, en el monte Horeb, no visteis ninguna figura. Tened, pues, mucho cuidado de no caer en la perversión de hacer figuras en forma de hombre o mujer, ni figuras de animales, aves, reptiles o peces. Y cuando miréis al cielo y veáis el sol, la luna, las estrellas y todos los astros, no caigáis en la tentación de adorarlos, porque el Señor vuestro Dios creó los astros para todos los pueblos del mundo. En cuanto a vosotros, el Señor os tomó y os sacó de aquel horno para fundir hierro que es Egipto, y os hizo lo que ahora sois: el pueblo de su propiedad. Sin embargo, el Señor se enojó conmigo por culpa vuestra, y juró que yo no pasaría el río Jordán ni entraría en la buena tierra que él os va a dar en propiedad. Así que, aunque yo voy a morir en este país y no cruzaré el Jordán, vosotros sí lo cruzaréis, y tomaréis posesión de esa buena tierra. Pero tened cuidado de no olvidaros del pacto que el Señor vuestro Dios ha hecho con vosotros. No os hagáis ningún ídolo ni figura de las que el Señor vuestro Dios os ha prohibido hacer, porque el Señor vuestro Dios es un Dios celoso, ¡un fuego que todo lo consume!